El individuo trata al republicanismo y a los republicanos como ilusos y trasnochados. Según él, la monarquía y solo la monarquía, es la garante de las libertades en este país, y que por cierto olvida, ha sufrido - España - a los mayores tiranos de su historia, con realeza de por medio y con apellidos Borbón para más señas.
El absolutista y primigenio Felipe V, hizo de su victoria en la Guerra de Sucesión en 1713, una constante y sangrienta represión con todos los españoles que apoyaron al archiduque Carlos de Austria, acarreándonos entre otras cosas, un nacionalismo catalán que nunca perdonó la represión sufrida ni la abolición de sus derechos forales por haber apoyado al bando perdedor.
La pérdida de Gibraltar fue otro "pago" que tuvo que firmar en el tratado de Utrech, para mantenerse en el trono y garantizar así el equilibrio en el tablero de juego que era la Europa del XVIII, que dilucidó las diferencias de sus potencias – España ya contaba poco internacionalmente- en los campos de batalla de nuestro país, imponiendo el vencedor al rey que representara a sus intereses.
Tampoco trajo mucha libertad, ni fue garante de libertades el nefasto Fernando VII, a pesar de su famosa frase “ marchemos todos juntos, y yo el primero, por la senda de la Constitución ”. Llamó a los cien mil hijos de San Luis y se acabó La Pepa y las libertades. Cárcel, exilio, ejecuciones, y muerte para los liberales.
Alfonso XIII pactó con el dictador Primo de Rivera para no perder el trono, dejando a los españoles “ con el culo al aire” cuando las cosas se pusieron feas. Desde el exilio en Roma, la familia real apoyó con cientos de miles de pesetas de 1936 (Alfonso XIII amasó una gran fortuna durante su reinado) al nuevo dictador y a su movimiento fascista.
Claro, que esto no sería suficiente ni objetivo para juzgar a D. Juan Carlos I con la misma vara de medir con la que la Historia ya ha juzgado a sus ancestros reales, solo por el hecho de ser Borbón y Rey. Entonces ¿porqué necesariamente todo lo que suene a República tiene que ser, a fuer de repetirlo por la propaganda de aquellos y por la de sus mentores políticos de ahora, malo para España, juzgando a los presentes con los hechos del pasado?
Cuando los ciudadanos decidan, que el actual sistema está extinto por anacrónico y antidemocrático, el sistema cambiará por la voluntad de la mayoría de los votos escrutados que así lo decidan, para regenerar y airear el actual patrón de gobernabilidad. El pueblo vota y el Congreso legisla.
Esta legalidad es el hilo conductor que utiliza el periodista de marras, para justificar que los fascistas se adueñaran de la bandera y del himno para refregárselas y reprimir a los que con la legalidad de los votos sostuvieron un gobierno que ellos destruyeron `por la fuerza de las armas. El himno de Riego puede gustar o no. La tricolor puede que no tuviese los colores deseados por ellos, pero de cualquier forma eran legales los dos. En honor de toda la verdad hemos de decir, que se aprobaron en el Parlamento español sin el consenso de todos los grupos parlamentarios.
¿ Pero cuántas leyes se han aprobado con las mayorías del PP y PSOE sin el consenso de todos?. Sin embargo, no por eso dejan de tener la legalidad que en su momento tuvieron y tienen. Así que el argumento de este señor falta a la verdad, y es él quien está en una ensoñación etílica o psicodélica por tamaño disparate y desliz histórico.al parangonar los gobiernos legales de la República y aquel de la dictadura militar franquista.
Muchos creemos, que al igual que es posible una Gibraltar española, también puede ser realidad una España republicana. Solo es cuestión de tiempo, democracia y votos.Y para eso, existen los relevos suficientes en las generaciones presentes y futuras que hagan realidad lo que para unos es utopía y para otros pura ensoñación de idealistas y progres trasnochados.
El rechazo al debate y la imposición de un jefe de estado vitalicio , que no se plebiscita cada cuatro años, son motivos más que suficiente para que afirmaciones como las de este “avezado” e interesado articulista, no haga más que acrecentar las ganas a un cambio de gobierno republicano, en un embrionario pero pujante sector de la población española, a la que no son afines ni los incendiarios callejeros de fines de semana, ni los independentistas ajenos a la realidad y a la Constitución.
Atrás quedaron los cuentos de príncipes azules y monarcas adornados con flores de lis y toisones de oro. Estamos en tiempos de cambios. Estamos en el siglo XXI.