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Cartas de una sombra
 
 
 
 
 
 
 
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28 de Marzo de 2015
Amicitia pulchra est ¹
José Antonio Córdoba.-Cuando miro hacia atrás, hoy, en estos momentos de mi corto pero intenso tiempo de divorciado, donde mi etiqueta de hombre me ha llevado ─como un envase vacío─ a deambular por las aceras sin rumbo.
Hoy comprendo que mal uso he hecho del concepto de amistad, cuan ligero despropósito he puesto en dicha palabra y sus efectos. Más no puedo dejar de comprender hoy, ahora, rondando la medianoche de un jueves camino de un viernes, finales de marzo, que he sido consecuente con el uso “generalizado” que la sociedad hace de él.
Amistad, como soledad, son esencia de nuestra personalidad, más nos hemos desprendido de ellas, y de la primera, la hemos convertido en arma arrojadiza y paraguas de múltiples conveniencias. De la soledad, pues cual leproso el que en ella vive.
Pero no ha mucho en el tiempo, que empecé a hablar con alguien. Situaciones de la vida, personales, a veces nuestras, a veces ajenas, pero todas, de la vida misma.

Más cuando hace unas noches, tras nuestra plática esporádica, a más que poníamos nuestros sentimientos, preocupaciones y dolores sobre la mesa “más reclinábamos nuestra cabeza en el corazón del otro”, nació sin darnos cuenta la amistad. Esa de “nada te pido, nada te doy”, pero que a la vez nos dábamos lo justo y necesario, un oído, un silencio, una palabra, una ironía, un consuelo y muchas, muchas risas.
 
Ella, ¡si es una mujer!, ha sabido escucharme, ha sido capaz de frenarme en mi caída, con una frase que en su momento no di importancia, pero que en las horas de soledad, lectura y reflexiones, me ha estado acosando: «no quiero que escribas de penas, tristezas o llantos, tú está por encima de eso…» Y conste que minutos antes la había recriminado ─cariñosamente─ en público.
 
Es gracias a personas como ella, que uno descubre que no está “solo”, y lo que es más bonito, que como hombre, no lo he hecho todo mal, y que me siento afortunado por ser padre, de tres niños maravillosos. Como ella me dice: «¡Pepe, los hay peores!»
En mi artículo anterior, hacía referencia a las estrellas fugases, ella, no es fugaz, puesto que no se ha cruzado anteriormente en mi vida, ni ahora lo hace, pero es esa estrella que aún en la distancia da luz y calor.
 
Ella es humilde, madre, guapa, pareja de su pareja (Deux Volt, ab imo pectore), pero es humana, es ejemplo de persona, y como los/as buenos/as, sufre las consecuencias de la vorágine de esta sociedad sin valores y sin respetos. Ella también ha sido testigo en primera persona del despropósito que muchos hacen del concepto AMISTAD.
 
Pero me ha demostrado que no necesitamos más que una candelá y ganas de sentirnos arropados, para entendernos y sobrevivir.
A ella, estas mis letras, quizás burdas o toscas palabras, pero una vez me juré agradecer en vida lo que no podré en la otra.
Somos libres, sin etiquetas, sin condicionantes y ella como yo, nos hemos sentado en una piedra del camino, tranquilamente a observar los detalles bonitos de la vida.
Por ti, mi querida amiga, porque (¹) la amistad es bonita.
 
 
 
 
 
 

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