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Cartas de una sombra
 
 
 
 
 
 
 
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26 de Marzo de 2016
Omnes Oceanus XII (El encuentro II)
José Antonio Córdoba.-Por norma no solemos acoger entre nosotros a civiles, pero tras lo sucedido en la playa, cuando me giré y te vi mirando como nos alejábamos, mi instinto me hizo ordenar a León, a Susy -aclaró- que fuera por ti y nos acompañaras.-¡No nos conocemos de nada, nunca antes de hoy habíamos mantenido contacto de forma alguna!, y sin embargo, mirándote allí parada en la playa, en tus ojos vi a un soldado, ¡perdona, vi el espíritu de un guerrero?
-¿Hay diferencia?, le interrumpió Carmen con su peculiar tono irónico.
El Teniente, respiró profundamente mientras caminada, guardando un largo silencio, quizás meditara que responder, o en que tono a la pregunta de Carmen.
-Veo que tienes cierto malestar con lo que huele a castrense, y hasta cierto punto lo entiendo, pero Carmen, nosotros estamos ahora mismo por encima de eso vulgares comentarios. -Le habló el Teniente, que se había detenido y tomándola del brazo la detuvo para que le prestara atención en las ultimas palabras pronunciadas, cosa que ella hizo sin rechistar, sabia que él tenía razón.


Carmen, aún sin entenderlo, asintió humildemente. Ambos continuaron por algún tiempo caminando por la avenida, cuando llegaron al final se encontraron en un mirador y ante ellos la pista de obstáculos donde se adiestraban los hombres y mujeres del Teniente, quien saludó al sargento al percatarse éste de la presencia de su superior.

-Mira Carmen, ellos quizás tiempo atrás fueran en algún momento como tú, sin embargo, decidieron seguir a su instinto y aquí están. Formamos una unidad única por nuestra versatilidad y disposición.

-¿Pero estarán aquí por el dinero, también?, lo interrumpió Carmen.

Él la miró, serio, como si su pregunta hubiese herido su orgullo. Estaba dejado caer sobre la baranda y se incorporó, levantó su brazo izquierdo como si pretendiera detener un auto, la mano abierta la cual cerró al momento, todos sus hombres en la pista se detuvieron, escuchó como el sargento ordenada forma, el Jefe los llamaba, y se agruparon en el centro de la pista. -Carmen, no entendía, el Teniente no había abierto la boca, solo aquel gesto hizo que sus hombres se presentaran ante él. Al gesto de reunión del su oficial, el pelotón se acercó corriendo hasta la parte baja del mirador.

-¡Unidad, abran filas! -ordenó severamente Espinosa a sus hombres.

-¡Los que estén aquí, en esta Unidad, en la Infantería de Marina, por un sueldo, que den un paso adelante!

Carmen miraba atónita aquella estampa, miraba a la formación y a Espinosa, pero se quedó clavada en la formación al ver que nadie se inmutaba, ni una mueca de disgusto es sus rostros, ni una miradarecriminadora a su Oficial.

-Los que habéis participado en operaciones internacionales un paso al frente. -De los veinte infantes, nueve se habían movido, dando ese paso hacia adelante.

-Muy bien, suban aquí arriba, el resto continúen con el entrenamiento.

Los nueves miembros de su unidad accedieron al mirador y se cuadraron delante de su oficial, a lo que él les indicó que estuvieran a su discreción.

-Muy bien -se volvió hacia Carmen -repite la pregunta que me has hecho a mi, a ellos. -la invitóEspinosa

Carmen con cierto malestar y con una sensación cada vez más agria de haber accedido en la playa a seguir a aquella Infante, se extendía por su estomago.

-Hablándome vuestro Teniente de ustedes le pregunté que además del espíritu y orgullo a España, y todo eso, estaría también el sueldo, esa es la pregunta, ¿estáis aquí por el sueldo fijo? -concluyó Carmen.

-Infante Martínez, tres misiones en la antigua Yusgolavia; una misión en aguas Somalíes; una en Irak; y algunas más de carácter confidencial. ¡Señora!, no pagan lo suficiente para lo que nos encontramos en aquellos lugares, pero sobre todo, recuerde que somos soldados, guerreros que nos entrenamos para la guerra, para la lucha, como dicen los pacifistas -aquí endureció su tono- para matar. ¡Señora!, he perdido algún que otro compañero dando su vida por salvar la vida a un civil. Aquí, señaló a su entorno, ¡aquí!, no aprendemos a matar, aquí solo aprendemos a sobrevivir. A su pregunta, ¡No, no estoy aquí por el dinero!, estoy aquí para ayudar a mi país, para mantener a mi familia, y para salvar la vida de inocentes, aunque en ello entregue la vida. -Martínez se quedó en silencio, un silencio casi sepulcral.

-Infante León - ¿aquella Infante con cara de niña había ido a la guerra?, se preguntaba Carmen – he sido escolta personal para la embajada española en Colombia, Paraguay y estado desplazada en Irak. -Carmen, dijo clavando sus ojos en los de ella – No, estoy aquí por dinero, no te niego que al principio, cuando me preparaba para acceder a la Armada, lo pensaba, pero desde que sirvo como Infante, ese pensamiento se esfumó...

 
 
 
 

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