El comportamiento,escaso de compromiso y de responsabilidad,que se observa en una parte de nuestra juventud, encuentra en las actitudes de nuestros políticos un argumento válido para justificarse

Luis Antonio Mariscal Rico.-Confieso que cada vez estoy más desengañado de los políticos. La política acaba siendo el arte de perpetuarse en un cargo a costa de lo que sea. Sobre todo si el político se aproxima a la política como único medio de subsistencia o de enriquecimiento personal. Así se explican las complejas redes de “lealtades” que los cargos políticos tejen aprovechando sus particulares cuotas de poder. Es prácticamente imposible luchar contra esto. Los ciudadanos vemos con resignación cómo los discursos de los candidatos se prodigan en todo tipo de promesas electorales, que acaban finalmente en la papelera por la incapacidad de éstos de asumir posteriormente las responsabilidades adquiridas con sus votantes.

La insolvencia política de algunos de nuestros representantes empobrece la democracia y deja un reguero de desencanto entre los ciudadanos. El político casi nunca es consciente del rol ejemplarizante que desempeña en la sociedad.  Durante las campañas electorales los políticos buscan ser el foco de atención de los ciudadanos, utilizando para ello todos los medios a su alcance.

 

Para este objetivo no dudan en prometer “el oro y el moro” a los sufridos ciudadanos, tanto más escépticos cuanto más avanzados en edad. Después, vendrán las excusas, las justificaciones y las culpas ajenas, por no cumplir lo prometido. Este modelo de comportamiento tan poco ético, característico de las capas dirigentes de nuestra sociedad, termina permeando en el resto de los estratos sociales.

 

El comportamiento,escaso de compromiso y de responsabilidad,que se observa en una parte de nuestra juventud, encuentra en las actitudes de nuestros políticos un argumento válido para justificarse. Los políticos deberían, con su ejemplo, fomentar la cultura del esfuerzo como medio para conseguir el logro de los objetivos personales.

 

Esfuerzo y logro, y no engaño y beneficio fácil y rápido, debería ser el mensaje a la sociedad desde la política. Desgraciadamente, esto no es así, y no parece que pueda regularse la cosa política de modo que deje de salir gratis embaucar al electorado. Para estas próximas elecciones locales deberíamos tomarnos en serio nuestro papel como ciudadanos y recordar, antes de decidir nuestro voto, qué nos fue prometido y qué nos ha sido presentado como cumplido por quienes ostentan el poder. Pero además, deberíamos reflexionar sobre las nuevas ofertas que pronto recibiremos con motivo de la próxima campaña electoral. No se trata de votar al que prometa más cosas, en mi opinión, sino de valorar la credibilidad de quién lo hace.