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Expectativas sin cumplir
 
 
 
 
 
 
 
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13 de Noviembre de 2010
 "Tanta discrepancia con los responsables locales de mi partido me ha llevado a valorar la decisión de darme de baja en el mismo"
Luis Antonio Mariscal Rico.-Hace algunos años decidí afiliarme al PSOE. Tuve, entonces, el impulso de querer participar en la mejora de las condiciones de vida de mi comunidad como militante de base de un partido político afín a mis ideas y principios. Dada la oleada de escepticismo político que recorre el mundo occidental, me parece obligado declarar (aunque pueda resultar increíble para muchos) que mi decisión no estuvo motivada por la posibilidad de “sacar tajada” de mi pertenencia a un partido. Mi vida profesional me ocupa por completo y me da el sustento que mi familia necesita. Elegí un mal momento, pues me afilié cuando la agrupación local del PSOE no pasaba por su mejor época.
Germán Mora, a quién no llegué a conocer, había sido propuesto como candidato por la ejecutiva de entonces (igual que lo ha sido Irene García recientemente), pero tras 3 años de una oposición gris y de haberse desgastado políticamente como telonero de unos sindicatos que disparaban contra todo lo que se movía, finalmente fue desplazado por Irene García.
 
La nueva candidata, impulsada desde instancias políticas superiores, irrumpió en escena súbitamente y la ejecutiva local se vio obligada, por dignidad, a disolverse, dando paso a una gestora. Por supuesto, como militante de base asistí pasmado al espectáculo, estando como estaba fuera de cualquier “adscripción familiar” del partido. Pero no perdía las esperanzas de que alguien, en algún momento del proceso previo a las elecciones del 2007, llamara a maitines a la militancia en orden a participar en el diseño de lo que se ha dado en llamar el “modelo de ciudad”, el cual plasmar después en un programa político.
 
Esta expectativa no se cumplió, por lo menos a mí no me llamaron, y salvo algunas reuniones informativas, los militantes poco o nada tuvimos que ver con las promesas que Irene iba haciendo barriada por barriada. Ganó Irene la alcaldía y la ejecutiva, se disolvió la gestora, y nuevamente pensé, incauto de mí, que ya tocaba aquello de participar. Esto era lo que a mí me interesaba, pero estaba visto que no iba a poder ser.
 
Con el tiempo empecé a impacientarme, pues salvo la cuota que venía pagando laicamente, ninguna otra prueba indicaba mi condición de militante. Entonces, decidí enviarle una carta al secretario de organización del PSOE local, el supernumerario Fernando Verdún, donde reclamaba una apertura del partido a los militantes, una vía de participación democrática para debatir sobre Sanlúcar  y encontrar soluciones entre todos a los principales problemas de nuestra ciudad. Nunca recibí respuesta. Siempre he considerado esencial mantener una actitud de lealtad hacia aquellas personas e ideas con las que he llegado a comprometerme.
 
Y lo sigo considerando. Pero no se puede hablar de lealtad si no hay compromiso, y no hay compromiso si las personas que deben liderar los proyectos no dan cabida en ellos a los que desean comprometerse. Así pues, sigo siendo leal a mis ideas, que en buena parte convergen con las del ideario socialista, pero me siento liberado de cualquier tipo de atadura moral hacia un grupo de personas que tienen secuestrada la agrupación local del PSOE, y que carecen de la más mínima capacidad y voluntad para gestionar el capital humano de sus militantes.
 
Por eso mi hartazgo y mi frustración me han llevado a informar públicamente,en varias ocasiones y en distintos medios,la situación descrita. No se puede convertir un partido político, sea de la ideología que sea, en una secta donde a los militantes se les reserve el papel de fieles creyentes de las decisiones de sus líderes espirituales. Se debe permitir el debate interno, y se debe estar dispuesto a recibir la crítica de los compañeros.
 
La actitud de esconder la cabeza en el agujero hasta que los conflictos pasen no es digna de un responsable político. Tanta discrepancia con los responsables locales de mi partido me ha llevado a valorar la decisión de darme de baja en el mismo. Algunos amigos me han sugerido que espere. Desde luego, lo que no voy a dejar de hacer es ofrecer mis opiniones, mientras algún medio me lo permita. Se me dirá que con ello daño al partido en el que milito y que demuestro ser incoherente al continuar afiliado al mismo. Pero mi opinión es que quienes dañan realmente al partido son quienes mantienen estas actitudes tan poco democráticas, no quienes las denuncian.
 
El poder no debe ser el objetivo, sino el medio por el que un partido llegue a transformar la sociedad. Es este un objetivo a más largo plazo e implica unas habilidades políticas de otra naturaleza, distintas a las del político que quiere obtener a toda costa dicho poder en el breve plazo. Aunque sea sacrificando la democracia interna de su partido.
 
 
 
 

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