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Apuntes de Hiitoria CXLI
 
 
 
 
 
 
 
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19 de Septiembre de 2015
 “El río Baetis en Estrabón, Mela y Plinio (II)”
Manuel Jesús Parodi Álvarez.-En el anterior capítulo de esta serie nos deteníamos a considerar (como indica el título que lo preside, y que se repite para estos párrafos) la información que sobre el río Baetis, nuestro Guadalquivir, nos ofrecen tres autores de referencia de la Antigüedad Clásica, como son Estrabón, Pomponio Mela y Cayo Plinio Secundo, mejor conocido como “Plinio el Viejo”, para distinguirlo de su sobrino y homónimo, que ha pasado a la Historia como “Plinio el Joven”, en lo que constituye otro caso de tío y sobrino homónimos y de fama, como sucede igualmente con los Balbo de Cádiz, los “banqueros” (aunque fueron mucho más que eso, como sabemos y como magistralmente expone Sir Ronald Syme en su monumental -y ya clásico- trabajo titulado “La Revolución Romana”, uno de los libros en los que mejor se estudia el momento político de la Roma de Augusto) de Julio César y de su heredero e hijo adoptivo Augusto, igualmente tío y sobrino, ambos llamados Lucio Cornelio Balbo y mejor conocidos como “Balbo el Mayor” y “Balbo el Menor”.     

Nos ocupábamos en los párrafos precedentes no del mar, como canta el poeta, sino del río, y más en concreto de los testimonios que sobre el Guadalquivir antiguo encontramos en el texto de Estrabón, en la “Geografía”, esa obra monumental que el grecolatino autor de Amasia compuso por encargo del emperador Augusto, a caballo entre las Eras, a modo de gran enciclopedia del conocimiento general de la época, de la Romanidad del siglo I a.C., desde perspectivas como las de la geografía (que da título al trabajo, “Geographiké”, en griego, lengua madre del autor, Estrabóm, nacido en la ciudad de Amasia, en el Occidente de la actual Turquía, en la Península de Anatolia, lo que los romanos llamaban el “Asia Minor”), la etnología, la Historia, las tradiciones y costumbres de los pueblos recogidos por el amasiense en este auténticamente monumental (insistimos en la calificación de tal) tratado sobre la realidad de la época que le tocó vivir.
 
Entre los apuntes señalados por Estrabón en su dibujo del paisaje de esta región, señalábamos que algo más laxa, menos precisa, en lo tocante a su posible ubicación concreta es la mención de aquellos “Esteros entre Gades y el Promontorio Sagrado” que hace el amasiense en su “Geografía” (III.2.4), unos “esteros” a los que hemos de localizar más que posiblemente en este mismo contexto del viejo Lago Ligustino (si bien nos son mencionados, innegablemente, de un modo mucho más genérico, menos preciso, como señalábamos hace un momento), que como sabemos marcaba los ritmos del paisaje de la gran desembocadura del antiguo Baetis hace dos mil años, en el Golfo de Cádiz.
Decíamos al cerrar el anterior texto que retomaríamos esta materia entrando a considerar qué se encuentra bajo esa denominación estraboniana de “Promontorio Sagrado”, así como los testimonios de los textos de Mela y Plinio el Viejo sobre el viejo río Baetis.
 
Pues bien, en el “Promontorio Sagrado” de la “Geografía” estraboniana (III.1.4) la historiografía sobre el tema viene a reconocer de manera habitual un elemento tan significativo de cara a la navegación costera, de cabotaje, como es el Cabo San Vicente (pese a voces minoritarias que han tratado de identificar este hito estraboniano con otras referencias geográficas, de forma menos afortunada).
Como hemos señalado en anterior ocasión, hay que tener en cuenta que el mito y la información que nos ofrecen las fuentes antiguas van en muchos casos de la mano; de este modo, y en lo tocante a estas orillas, Plinio el Viejo habla (a mediados del siglo I d.C.) en su Historia Natural (“N.H.”, III.16) sobre el carácter sinuoso de los ríos de Hispania, (y señala que tal naturaleza podía resultar perjudicial para la vida en sus riberas y para la delimitación de las tierras así como, consecuentemente, para la organización de la propiedad (con unos lindes que podían verse afectados por este comportamiento de los cursos fluviales, de lo que el Guadalquivir antiguo no estaba exento).
 
Al mismo tiempo, y en lo tocante a este entorno nuestro, el propio Plinio menciona, como sabemos, las “flechas” de arena del actual Parque Nacional de Doñana, el denominado por este autor como “Mons Hareni” (Historia Natural, III.7), unas “flechas” sabiosas que ayudarían en el proceso de colmatación del espacio del “Sinvs Tartessii”(un “Golfo Tartesio” del que unos siglos más adelante hablará otro autor romano, Rufo Festo Avieno, en su “Ora Maritima”, versos 265-306, ya en el siglo IV d.C., como hemos señalado en artículos precedentes de esta misma serie), ese “Golfo Tartesio” del que formaba parte el Lago Ligustino, un proceso de colmatación que llevaría a la formación del actual paisaje de la desembocadura del Guadalquivir, un proceso del que ya deja constancia en sus párrafos el citado Plinio el Viejo hace unos dos mil años.
 
Plinio igualmente (en su “Naturalis Historia”, o “Historia Natural”) menciona este entorno del Baetis en varias ocasiones; así, en la referida “Historia Natural” II.219 y III.7-11, 13, menciona directamente al río Baetis, mientras en “H.N”.,    III.11 habla del “Estuario del Baetis”, y menciona los ya referidos cursos sinuosos de los ríos peninsulares; de otra parte, en “N.H.”, III.11-12, el tratadista itálico cita al río “Menuba”, esto es, el actual Guadiamar, que tanto peso tendría en la canalización de la minería romana de la comarca (en la ribera derecha de la desembocadura del Guadalquivir antiguo), como sabemos.      
 
Por su parte Pomponio Mela, natural como sabemos de Tingentera, en el Estrecho de Gibraltar (Tarifa o Algeciras, según interpretaciones) recoge la existencia (en su obra “Chorographia”,III.4) del bosque sagrado (el “lucus”, o “lugar sagrado”) “Oleastrum” en la tierra firme (algo acerca de lo cual hemos ya tenido modo de tratar con anterioridad en esta serie), en el contexto de ese mismo entorno de la gran Bahía de Cádiz-Lago Ligustino en la Antigüedad.
 
Junto a ello -y ya en relación de forma más directa con el tema que venimos tratando, el del río Guadalquivir en época romana- el mismo Mela menciona tan sólo (en su mencionada “Chorographia”, III.5) la existencia de un “gran lago” en la desembocadura del Baetis, sin dar su nombre, aunque a todas luces se trata de esa enorme extensión de agua que conocemos como “Lago Ligustino”, haciendo mención a un mismo tiempo del río y del gran Lago Ligustino, protagonista absoluto de su desembocadura hace dos mil años.
 
Son éstas las menciones que encontramos del Guadalquivir antiguo y su entorno (esencialmente el de su desembocadura) en tres autores de la Romanidad como son Estrabón, Mela y Plinio; me atrevo a señalar, al calor de las mismas, que es siempre interesante conocer el pasado de las cosas, aun el más aparentemente remoto, porque en ese pasado están las claves de su presente, de nuestro presente.

Todos los trabajos de Manuel Jesús Parodi publicados en SD VER 

 
 
 
 

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