 Guadalquivir por Sanlúcar... Sinfonía desde la Antigüedad.
Manuel J. Parodi Álvarez Historiador. Consultor de Patrimonio Histórico
El río Guadalquivir -en Sanlúcar basta con “el río”: no hace falta decir más- constituye históricamente la puerta de Europa, su ventana hacia África y América; sus aguas han dado amparo y sustento durante siglos a la navegación desde la Antigüedad hasta nuestros días. Naves de toda época y todo tipo -trirremes fenicias, pentarremes cartaginesas, galeras romanas, dromones bizantinos, falucas magrebíes, carracas, carabelas y naos españolas, portuguesas, genovesas...- han surcado sus ondas: el Guadalquivir ha sido un “cosmódromo” de la Historia, de la Antigüedad, de la Edad Moderna, de la Era de los Descubrimientos. Bastaría recordar que desde aquí partió y aquí tornó a regresar la expedición que daría forma y fin al orbe mundial, la primera Circunnavegación del Globo, comandada por Magallanes y Elcano, para asentar todo lo que venimos diciendo, para dar sello de irrefutabilidad al peso y valor de las sílabas que componen el hermoso nombre árabe del Gran Río.
A la orilla del Guadalquivir, el antiguo Baetis de los romanos, que antes fuera el Tartessos, vieron la luz los primeros asentamientos estables y se desarrollaron las primeras sociedades territoriales de este rincón andaluz; al amor del río dio sus pasos por vez primera la agricultura en esta tierra; junto a las ondas del viejo río Tartessos (nombre a la vez del río y de su tierra) creció una cultura mítica, con su leyenda, sus leyes en verso y sus héroes excepcionales; Andalucía, antes de ser Andalucía, toma forma en la sinuosa Historia del Mediterráneo entrando a formar parte del pasado y el perfil de fenicios y cartagineses, y, sobre todo, de Roma. La gran matriz de nuestra cultura, Roma, que da nombre y forma a las cosas y introduce -a través de su tamiz- en la gran Historia de la Cultura europea.
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