Presentación libro

El alma que me sueña recoge una serie de memorias trascritas durante cinco años en los que la autora abandona de forma inesperada su ciudad natal para encontrar su destino en la ciudad del Ega.
Es durante este trance que arranca su diario después de años sin reconciliarse con la escritura, dando respuestas y breves pinceladas a las inquietudes de su alma en plena crisis existencial, anfitriona que le llevará de paseo por las calles de la vida y la muerte, momento en el cuál dará a luz su más extensa producción literaria y en la cuál descubre un mundo de mutuas simpatías, deja vus, serendipias, precogniciones oníricas y sincronías asegurando que todo lo que le acontece es producto de una ilusión, de un sueño que vagamente recuerda.

Desconfiada de algunas suertes vividas llenas de misticismo en estos tiempos de pseudociencia, se zambulle en millones de libros. Se considera una atea muy creyente por la cuál le impregnará unas gotas de cientifismo debido a su nivel de escepticismo. Su búsqueda no terminará de cuajar por estos caminos, aún así y no convenciéndole de todo, reconoce con total integridad que no ha venido hasta aquí con el único fin de perpetuar una biología que usa al amor como mecanismo inteligente de eproducción humana, sino que el propósito real es la autorrealización misma, que etimológicamente quiere decir ‘real herencia divina’, significado que sólo podrá dotar el soñante o demiurgo.

En uno de sus primeros reportajes en globo aerostático, la autora afirma con rotundidad que vive lo mismo que en una experiencia cercana a la muerte: esa especie de ingravidez, unicidad, una armonía inigualable que las palabras se quedarían en simples nomenclaturas, un estado de evanescencia por la cuál su Yo va disipándose ante todo lo que creía ser. Hace una crítica al exceso yoíco, la patología del siglo, el excesivo olor umbilical donde sólo tiene cabida los movimientos lineales de un Yo-yo. “Pero te das cuenta desde las alturas que había un propósito más elevado, que cada división por barrio, ciudad o cualquier otra barrera desaparecía, yo diría incluso que se trataba un propósito planetario o álmico, y que somos todos un poco trabajadores sociales y que estamos, coincidiendo con el juego de palabras, Con-Tribu-Yendo, a pesar de aterrizar con un disfraz sólido para dejar de surcar el cosmos. Nuestra vida de vigilia se despliega como una marioneta en la cuál los hilos son movidos por la propio Alma de cada ser, que está interrumpidamente soñándonos todo el rato, ya estemos despiertos o NO, hilando las conexiones de este universo perfectamente orquestado en el entramado que es el tapiz de la vida. Esta explicación encuentra su cuadratura perfecta en los postulados de la teoría científica del desdoblamiento del tiempo. Finalmente deduce que es necesario estar bien lúcido pues muy pocos son los que recuerdan, y es en este olvido de su legado que se pierden. La mayoría de los humanos se les aparece en una especie de escenario parecido al limbo dormitando como zombis arrastrados por los hilos de la profunda inconsciencia.