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Plaza del Cabildo
 
 
 
 
 
 
 
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15 de Marzo de 2008

Plaza del Cabildo

Terminado "Cuentos de Sanlúcar",  empezamos hoy con un nuevo libro de Jota Siroco. En "Plaza del Cabildo", Siroco retrata a todos o casi todos los "personajes" que pululan y dan vida al emblemático lugar para todos los sanluqueños, además de  todos los lugares que conforman la citada plaza.

Agradecemos a Jota Siroco, una vez más, que nos autorizara mostrar a los lectores de sanlucardigital.es, la sencillez,  frescura y facilidad de su verbo con  estos retazos de Sanlúcar.

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Imagen activaJota Siroco.-A Theodor aún le brillan los ojillos cuando una morena se queda embelesada con su violín.Theodor tiene un violín casi de espuma, a punto siempre de desmenuzarse entre sus manos, porque aquella mínima cajita de música ha atravesado por la noche demasiados ríos hasta llegar a España. ¿Se sigue llamando así Estepaís?.

Theodor no tiene dientes porque no tiene dinero. Tampoco tiene mujer por la misma razón. Theodor no es el violinista en el tejado sino entre las mesas de la plaza.Sólo sigue llevando a orgullo ser rumano.

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Al Camaroncito de Plata la gente, como al Piyayo, lo toma a chufla, quizá porque él se toma demasiado en serio.Todos los días nos martiriza con un “como el agua” manoseado y turbio, pero el día que falta le echamos de menos, porque uno necesita quejarse de algo.

Tampoco tiene demasiados  dientes, igual que le pasaba a Theodor, porque se los dejó en el viento mientras montaba a caballo.Sueña, y casi se lo cree, que un día de levante un guiri con posibles y borracho le dará quinientos euros, como poco, a cambio de su cante.  Ya veremos.

El Cordobés es canijo como un pajarillo en Agosto, pero aún no ha perdido ni la sonrisa, ni la voz.

La casa de la Infanzona estaba en otros tiempos cargada de arabescos. Yo no sé como se llamaba tan noble “querida”, y aunque podría buscar su nombre en la Historia de Sanlúcar de Barbadillo y parecer muy culto, no voy a perder ni un segundo en averiguar el nombre de los protagonistas de este culebrón.Tampoco me importan ni mucho, ni poco, los polvos y lodos que llenaron los rijos borbónicos de aquel palacete, ni los vástagos apócrifos, si los hubo, del Infante.A mi lo que me importa es que alguien diera la autorización para meterle una piqueta en las entrañas, para hacer crecer en su lugar el mayor adefesio arquitectónico de las historias.Al final cambiaron Infanzona por notario y polvos por hipotecas.

Pues eso.

 
 
 
 

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