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Dejando la semántica y yendo a la pragmática, ambas tienen asimismo una similitud: suponen un tránsito, muy claro en la segunda, muy difuso en la primera. Un gusano fabrica un capullo con su propio esfuerzo, se va envolviendo en él hasta quedar encerrado, para acabar desapareciendo. No se trata realmente de una desaparición, sino de una transformación, puesto que ese opresivo pero natural encierro da lugar a una metamorfosis imprevisible, si no supiésemos que siempre ha sido así. Metamorfosis es una palabra tan compleja como su significado, pero fijémonos en un detalle: encierra en su interior otra más simple para escribir y entender, la palabra amor.

 

Con las elucubraciones de estos dos párrafos, quisiera induciros a meditar, estos días de amor - a las compras, a las comilonas y a la comunicación telefónica compulsiva, entre otras cosas - que llamamos, ya ni se recuerda por qué, "De Navidad": ¿hasta qué punto debe hacernos mella la CRISIS? me refiero a nuestro interior; un golpe es un golpe para cualquiera, pero el daño debe quedar donde se recibe, y no extenderse hasta el alma. He utilizado antes, intencionadamente, la expresión "opresivo pero natural encierro... que siempre ha sido así". Porque ni ésta es la primera crisis de la humanidad ni será la última, y de las anteriores salió el gusano convertido en mariposa. El proceso es la aplicación de soluciones, la seda del capullo, y no las lamentaciones, acurrucado en un rincón de la caja donde el gusano tiene su tiempo contado.

 

Hay que superar las fobias, la obligación autoimpuesta de buscar culpables que nos hagan sentir víctimas, evitando el camino más fácil, pero que no lleva a ninguna parte. Y como una de mis fobias son los chinos, y su silenciosa pero subversiva forma de colarse en nuestra sociedad, he pensado hacer algo trilladísimo: reescribir el famoso cuento de Navidad con el que todos queremos superar a Dickens, pero dejando atrás mis fobias, para que cuando complete mi metamorfosis, pueda salir  volando más ligero, sin ellas.