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Poniente Largo
 
 
 
 
 
 
 
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03 de Febrero de 2013
SanlucarSur PonienteLargo Capítulo 17
Eduardo Dguez-Lobato Rubio.-Aquella bandada de patos pasaba, altísima, sobre la perpendicular del río, en dirección a la corriente. Se oyeron disparos mortecinos, acorchados, como sin pulso, nadie sabía dónde y desde algún lugar, aguas arriba, llegaba aquel sordo, casi imperceptible zumbido de abejorros metálicos.
-¿Se puede ¿
Empujaban la puerta y asomaba la cabecita rubia de la chica de la oficina. Fuera, reclamaban al Pérez, como siempre, discusiones y problemas, perros flacos llenos de pulgas, de modo que Pérez decía “Con su permiso, salgo un momento”, mientras el del Ministerio hablaba:
-Y como le decía, es absolutamente necesario el replanteamiento del problema con fórmulas nuevas más consecuentes y solidarias porque a tenor de lo ocurrido con los cultivos tempraneros, vosotros, como integrantes de una Cooperativa … “.

Se le esfumaba la voz en jadeos repentinos, la boca abierta y la nariz convulsionada por estertores progresivos hasta que, al final, estornudaba tres veces seguidas. Cada estornudo era como un seísmo facial amortiguado por el pañuelo que blanqueaba como una gaviota en el agua y olía a espliego. El que no hablaba, clavó la mirada en la revista ilustrada con apetitosas láminas frutales, reflectantes. Luego dijo:
-Jesús, María y José……..
             Hoy…..
Ra = 147º
l=   N 036º 47,020’
L=   W 006º 21,560’
 
         Él siempre quiso volver a la mar, volar sobre la ola, entre una espuma y la otra, dibujando en cada rompiente del atardecer sus últimos óleos soñados, descubriendo las piedras del Castillo, levemente emergidas por la bajamar, dentro de una tarde cualquiera. Desde el Castillo a Montijo, de los Bajos de Juan Pool a la boya del Perro, o incrustado en la piedra de Salmedina.
 
         Dentro de la soledad marinera atenuaba sus deseos de disolverse por aquellos  días de trasiego, ridículos, atormentados, ineficaces, desmedidamente troquelados por intereses y convencionalismos.
            Aquella última tarde de feria había trastocado sus planes de malandares y marisqueos, de ceñidas rumbo a  marismas de la Algaida. Prefirió recorrer con sus manos el interior de aquel traje blanco y perfumado,envoltura de  sujetador calado , azul como su mirada y atenazante, detrás, y aún ruborizados, aparecieron aquellos pechos de volumen sureño, de color moreno y anticipo de  pezones artísticamente pintados, de color café. Temblaron sus rodillas, y de sus labios brotaron dos gotas  de felicidad y deseo.  Cuando la vió por primera vez creyó estar delante de un cuadro, antiguo, quizás óleo sobre tabla, y casi vivo, mujer morena, con pañuelo negro ceñido al pelo, flor blanca de bienvenida prendida entre dos hojas verdes y, una mirada dulce, mitad gitana y mitad mora. Dejó caer sobre esas manos sus pestañas batientes, como dos abanicos de marfil teñidos de negro. Y a sus labios  preguntaba por la próxima varada, quizás esperando acompasar sus deseos a la dulce caída de sus manos. Quizás nunca la volvería a ver, pero sin duda quedaron en sus lienzos marcas y huellas de aquella tarde, ganada al tiempo y a la vida entre caricias, roces y pasiones.
Ayer, tan solo ayer…
 
Ella había ido un instante a la cocina, el momento de echarle un vistazo a la bombona de butano y ya estaba la gata a lametones en lo alto de la mesa camilla, entre el pan, la fuente de potaje y el cestillo con manzanas; ladina gata,
 -”Chssss, Monaaa…”, si una se descuida la deja sin almuerzo, -”Te voy a dar”. La gata saltaba esquiva y felina hacia el otro dato, se oía el levísimo, algodonoso topetazo sobre la alfombra y ahora daba la vuelta, rabo en vertical y lomo arqueado, sumisa y evasiva. Hacía un “miauuu” lánguido cuando miraba a Rebeca quien la regañaba con la mano en ademán de vapuleo:
-”Sí, miau voy a darte yo a ti, cara de tonta”. La gata, sentada sobre los cuartos traseros casi cerraba los ojos y se relamía la pata.
 
-No me gustan cosas por en medio.
Terminaba de almorzar y Rebeca hablaba sola mientras llegaba al frigorífico, ponía la cestilla de manzanas encima e introducía la fuente. Por la ventana de la cocina entraba la música de sintonía de Radio Nacional. -”Las noticias”, pensó mientras introducía el pedazo de pan en la talega colgada detrás de la puerta. Ahora escuchaba: -”Información nacional. La jornada estival puede desembocar en fuerte temporal…”
Gritaba Manolito el de Paca en la mesetilla de la escalera: -”Mamá, me voy a la plaza del Cabildo y le respondía una voz acorchada entre los tabiques: -”Bueno, cuando salgas estoy en casa de tita Pepa”… Alguien fregoteaba cacharros metálicos junto a alguna ventana del patio……….
 
 
 
 

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