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En las playas de Marruecos ( 4ª parte)
 
 
 
 
 
 
 
En las playas de Marruecos ( 4ª parte) PDF Imprimir E-mail
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02 de Noviembre de 2008

Imagen activaEl Chuquibea

  José Glez Parada.-Estos dos acontecimientos, es decir, lo del arte de pesca y la llegada de este soldado, hizo que las circunstancias  empeorara para nosotros; aquella misma mañana supimos y nos aclararon las motivaciones de nuestro cautiverio.Si bien era verdad que estábamos pescando con licencia de pesca expedida por la Ayudantía Militar de Marina del Puerto de Santa María, también era verdad la exposición que nos argumentó las autoridades marroquíes.

En el convenio de pesca entre el reino marroquí y España, se convenía que los pesqueros pagaran la Licencia de Pesca en las Ayudantía de Marina de sus respectivas bases y su recaudación fuese mandada a Marruecos a fin de dar facilidades a los pesqueros y evitar la necesidad de tener que ir a Tánger o a Casablanca para solicitarlo.

      Pero, según las autoridades marroquíes, a Rabat no llegaba ningún dinero y la cantidad de pesqueros en las costas marroquíes cada vez era mayor. ¿Dónde se quedaba dicho dinero?. Desde esta fecha en adelante, todos los pesqueros que quisieran pescar en sus costas, tendrían que desplazarse a Casablanca para adquirir dicha Licencia. Y fue así que, estando todavía nosotros retenidos en Tánger, una noche durmió a bordo de nuestro barco el padre de Francisco Rivera Paquirri que, procedente de Casablanca traía las Licencias para sus Traiñas solicitada en dicha capital porque ya no se la expedían en Barbate.

            El otro motivo de nuestras desgracias fue el dichoso soldado; como ya se ha dicho, estando navegando a la altura de Arcilas, el día de nuestro apresamiento, una de las lanchas que nos escoltaban, al divisar un punto en el horizonte por fuera en la mar, se desplazó hacía el mismo, llegó al barco y después de ser identificado, dejó un soldado a bordo para que lo escoltara hacía Tánger marchándose la lancha en busca de nosotros entrando en el puerto a la vez nuestra.

            A partir  de este momento, el barco se retrajo en lo que pudo esperando la noche navegando a media marcha y, una vez que sol desapareció por el horizonte, en las primeras horas de la noche, con el soldado muerto de hambre y descontrolado con las luces que se divisaban en tierra por todos lados, los marineros empezaron a darle confianza y comida, mientras que el soldado preguntaba y afirmaba que las luces que veía eran las de Cádiz y no las de Tánger, hasta que le quitaron el mosquetón Mauser que llevaba y lo metieron en la nevera continuando el barco rumbo a Sanlúcar de Barrameda donde llegaron a primera hora de la mañana.

            El barco era el Chuquibea, (cuyas características ya ha sido publicada en otra ocasión), éste estaba mandado por José Monge “El Flecha”, y había salido a la mar recién construido en los Astilleros de Bonanza, a realizar las pruebas de máquinas y de los artes de pesca pero en vez de quedarse en la Bahía de Cádiz como era preceptivo, navegó hasta las costas marroquíes donde fue descubierto  por la patrullera de dicha nacionalidad ordenándole que se dirigiera al puerto de Tánger y dejándole un soldado a bordo.

            Una vez llegado a Sanlúcar el patrón puso en conocimiento de las autoridades de Marina tal hecho entregando al soldado  y quedando el patrón a disposición de las autoridades española, mientras que el soldado era escoltado dos días más tarde desde Sanlúcar a Algeciras y de aquí en el Ferry hasta Tánger, acompañado por un Comandante de la Legión Española sanluqueño ya jubilado que, una vez llegado a Tánger, lo entregó a las autoridades marroquíes, y así fue cómo nosotros lo vimos llegar al muelle donde sus mandos le apalearon sin miramiento.

             Después de esto, se le puso en conocimiento a nuestro patrón que, si el barco  que se había llevado al soldado para España, no volvía a Marruecos y se entregaba a las autoridades, nosotros no volveríamos a España.

            Esta era nuestra situación a los diez días de ser apresados. No teníamos noticias de nuestra familia, ni nuestra familia sabían nada de nosotros, ni las autoridades de Marina de Sanlúcar las recibían, ni el propietario del barco en el Puerto menos. Se manifestaron varias veces pero nadie las escuchaban, se encontraron solas y desamparadas por parte de las autoridades y por el mismo pueblo, estábamos en 1.969.

            El ambiente a bordo cada vez era más difícil, el mal humor florecía a doquier y por nada, no entendíamos las razones para pagar nosotros las consecuencias de otros y sabiendo que nuestras familias estarían pasando hambre, pues no ganábamos ningún dinero y el dueño del barco no atendía a las familias y los días transcurrían lentos e inseguros, consolándonos solamente por el echo de que la lancha salía de vez en cuando a la mar dejándonos sólo en el muelle dejando la vigilancia más distendida.

            Esta situación no podía durar, así que una mañana, Antonio Lagomazzini y yo, después de hacer la compra cogimos derecho a la Embajada Española y nos presentamos al Embajador en Tánger manifestándole nuestra situación para que nos diera alguna explicación del por qué teníamos que estar presos sin ningún motivo.

            Nos dijo que, la tripulación no tenía por qué estar en Tánger, que nos podíamos ir cuando quisiera pero que el barco tenía que quedarse allí y custodiado, al menos por dos hombres y que al resto se le darían un Salvoconducto para ponerlo en España.

            La tripulación no se lo creía, pero una vez convencido, se hizo los preparativos y al día siguiente a primera hora me desplacé a la Embajada española, con la relación de los hombres que nos íbamos y al medio día estábamos montados en el Ferry de Tánger Algeciras, menos el patrón y el primer motorista que se quedaron en el barco custodiando la propiedad de una persona que no les dio a las familias ni un sola pesetas mientras duró el apresamiento.

En las playas de Marruecos (1ª parte), ( 2ª parte ), ( 3ª parte )

 
 
 
 

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