Jota Siroco.-A la niña se le había antojado.
La niña lo había visto en una revista o en un videoclip, no sé, el caso es que tenía el capricho.
El negro vendía baratijas por las calles de la pequeña ciudad y el negro la debería tener como el de la foto o como el del videoclip, por lo menos.
Bueno la niña tenía ya treinta años y aunque andaba en brazos de su segundo matrimonio, aún no se había dado el caprichito.
Le persiguió una tarde por las calles, le acosó, él tampoco puso excesivo empeño en dejar pasar la ocasión y acabaron en el hotel más cercano, no sin soportar la mirada de guasa del recepcionista.
Mientras le iba desabrochando la bragueta soñaba dimensiones colosales, como las de la foto, ya digo, o el videoclip, y dejaba correr encandilada su lengua entre los labios.
El hombre venía de Sierra Leona y allí por desgracia una bomba le había volado sus secretos.