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Pequeño homenaje a un cofrade sanluqueño
 
 
 
 
 
 
 
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05 de Febrero de 2015
Un cristiano comprometido
Conocí a Manolo Dorado hace muchos años. Aquella época en la cual yo venía de vacaciones  desde Sevilla a Sanlúcar. Por las tardes solía ir a nuestro convento para acompañarnos a una pequeña tertulia con Fray Alejandro, y algún que otro pariente. Las reuniones las hacíamos en la cocina del convento donde  hablábamos y comentábamos distintos temas. Para mí era una gran alegría, porque a pesar de haberme llevado más de veinte años en Sevilla nunca dejé de llevar a Sanlúcar en mi corazón.
Después de mis años en Sevilla me trasladan a Sanlúcar, momento a partir del cual las vivencias con Manolo Dorado se tornan diarias. Él solía venir todas las tardes a la Eucarística y postrarse ante la Divina Zagala a la cual le tenía tantísima devoción.

También nos uniría aún más, el tiempo que estuvimos trabajando mucho,  cuando la remodelación de la Plaza de la Divina Pastora  -antigua de la Almona- ocasionó la desaparición del azulejo de la Virgen. El empeño que puso hasta no volver a ver aquel azulejo nuevamente en su sitio, fue tenaz y constante, cosa que yo se lo agradecía, como cuando tuve la oportunidad de realizar un programa especial en la cadena Ser sobre los azulejos de Sanlúcar. Pero la verdad sea dicha, yo lo que iba buscando era que volviese a estar presente la Divina Pastora en ese azulejo tan bonito, recordando cuando esta plaza fue dedicada a la nuestra Divina Zagala. Recuerdo cuando Manolo me contaba que siendo novio de su señora, Dña. Gertrudis, iban por las tardes a echar un paseíto y rezarle a aquél azulejo. Imagen vidriada que se colocó en aquél lugar con la intención de que muchas de las personas que venían de la Jara y otros campos  viesen en la noche oscura la Virgen alumbrada por dos farolitos.
El año de 1988  fue declarado Año Santo Mariano por San Juan Pablo II. La Hermandad de Ntro. Padre Jesús Cautivo promocionó junto al Guardián de aquella época, Fray Diego Díaz Guerrero -que también era párroco de Ntra. Sra. de los Ángeles- la procesión. Porque para ser sincero y hacer honor a la verdad, si no hubiese sido por el Guardián del convento, no hubiese salido la procesión de aquel año. Después gracias a Manolo Dorado y el nuevo Guardián que viene al nuestro convento de Capuchinos, la Virgen sigue saliendo, esa misma procesión que hasta la fecha seguimos viviendo cada domingo o sábado de Mayo.
Manolo Dorado ha sido un gran luchador por la Divina Pastora propagando su devoción con rifas, la venta lotería, y con todo lo que conlleva este mundo para poder poner un paso en la calle.
No podemos olvidar también su propaganda al que es hoy Beato Fray Leopoldo de Alpandeire, los almanaques, las estampas. No olvidando tampoco que el Provincial de Capuchinos en el año de 1999 le otorgó a Manolo el privilegio de Carta de Hermandad de la Orden Capuchina. Honor para un cristiano y seguidor de San Francisco de Asís.
Pero la devoción de Manolo Dorado no queda solo en la orden Franciscana capuchina. Este hombre fue un adelantado en la religiosidad popular de la que hoy tanto se habla. Era un gran devoto de la Virgen de los Dolores. Hermano de Jesús Cautivo; de Ntra. Sra. de las Angustias; del Señor del Consuelo, de su Iglesia del Carmen. Y no podemos olvidar a nuestra Patrona, la Caridad, su gran devoción y fervor religioso. Y todos los años, el día 8 de septiembre, se acercaba hasta Chipiona con su hija Mercedes, ya que le mantenía gran devoción a la Virgen de Regla.
Manolo Dorado, como todo sanluqueño y cofrade,  le tenía muchísima devoción a Jesús Nazareno,  gustaba de verlo cuando pasaba por su Pradrillo, porque él me comentaba que imaginativamente veía a Jesús Nazareno desde el Pradillo bendecir su barrio, Capuchinos o todos los campos y caminos de la Jara. Es más, incluso de aquellos campos desde los cuales los jornaleros vienen esa mañana Santa a rezarle a Jesús Nazareno.
Con este pequeño homenaje quiero resaltar a esos sanluqueños, que son muchos,  a veces anónimamente, como era el caso Manolo Dorado, lo que han significado para todas las devociones sanluqueñas, y no podemos olvidar la gran devoción que le tenía a Santa Ángela de la Cruz y como veneraba a las hermanas de esta Orden.
Un cristiano comprometido. Una familia, él y su mujer Gertrudis -que falleció hace dos años- y sus hijos Mari Paz y Manolo. Una familia que la podemos poner de modelo.
Manolo Dorado se ha sumado a todas las almas que desde el cielo siguen intercediendo y rezando por este pueblo de Sanlúcar, y por las vocaciones capuchinas.
Tu amigo de siempre.
Fray José de Sanlúcar.
 
 
 
 
 

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