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Plaza del Cabildo
 
 
 
 
 
 
 
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06 de Abril de 2008

Plaza del Cabildo 

Jota Siroco.-A los Plómez se les va cogiendo cariño porque se quieren y porque tienen la buena costumbre de no amargar con penas la noche del viernes.
Tienen la buena educación de los muchos hermanos, de las familias numerosas de toda la vida, de la crianza compartiendo lo mucho o lo poco que trajera el destino y eso se nota en saber elegir lo caprichos y en no ser caprichoso.

Rosala me cuenta las cosas más disparatadas de este disparatado pueblo, pero además sabe hacerlo con gracia y entre carcajadas; la gorda valora el cubata y el marlboro y estas cosas hoy en día son de agradecer.

Juan y Rosalía son ya parte del mobiliario urbano del Cabildo y del mobiliario humano de mi corazón.

Luis Paporra, con el paso de los años, va formando parte de su propio inventario, va adquiriendo la solera de sus antigüedades y  cualquier día de estos un japonés con posibles se lo lleva a su tierra.

Luis tiene su harén místico en la calle Tartaneros donde anuncia un Velázquez con las notas cascadas de un viejo organillo y a veces, se acerca a la esquina de La Gitana a buscar clientes o a seguir conmigo el ritmo de alguna falda perseguida por el levante, que aún guarda las hechuras del gallo que fue.Luis me compró hace años un sillón de barbero que acabó en Shauen, ni se sabe cómo ni por cuanto, pero sí sé que al moro le engañaría con arte, machadianamente, engañando sin mentir.

El Niño del Arte torea por naturales a las cabrillas de Balbino, arrimándose con tiento y por derecho, como si de miuras se tratase.

Aunque Antonio fue sólo torero por un día, pero, como el albero no sabe de tiempo, será torero allá donde vaya, porque eso se lleva en los andares y en los ojos.

Cuando me confesó que  había pasado su tren y que no se montó, comprendí que no era aquella época de “Aves” que van y vienen sin mirar deseos e ilusiones.

Eran otros tiempos y los trenes sólo pasaban muy de vez en cuando, con retraso, con nocturnidad y, sólo a veces, cuando tenían que pasar.

Hoy sigue mirando a Clavelargo, a Histrión y a Limato, los toros disecados que presiden el bar, con empaque de paseillo.

 
 
 
 

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