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Adiós a Fray Víctor
 
 
 
 
 
 
 
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05 de Julio de 2015
Fray Víctor seguirá en el Santuario
El Santuario de Nuestra Señora de Regla, es un referente en mi vida, allí he tenido días de gozo, de alegría y también de dolor.En estos días, para mí, el Santuario se viste de un fino velo de seda negra. En estos días, mi corazón se embriaga de una tristeza especial, debido a que el pasado jueves, 2 de julio ascendió a los cielos, entre lágrimas de dolor y alegría quien fuera para mí un referente espiritual. Este pasado jueves, me desplazaba hasta Regla para dedicarle mi adiós al Padre Fray Víctor de la Peña.
Este sacerdote franciscano, hermano y amigo, se vino desde las tierras del Perú para terminar sus días en esta Tierra Santa que lo vio nacer como religioso un 3 de Julio de 1959, cuando se ordenó sacerdote. Su vida ha sido una continua entrega a los demás como fraile franciscano, como sacerdote, como misionero y como Obispo en la Amazonia Peruana. Como decía, un espíritu curtido por tantos soles en una continúa entrega a los demás.

 
Sus últimos años los ha pasado viviendo junto a sus hermanos franciscanos de Chipiona, quienes con tanto cariño lo han cuidado, siguiendo las santas recomendaciones de San Francisco de Asís y al amparo siempre de Ntra. Sra. de Regla.
 
Cuantas veces he subido a la enfermería a visitarlo, o incluso cuando ha estado hospitalizado en Sanlúcar, en el Virgen del Camino, me acercaba a disfrutar de su compañía, pues hasta en la enfermedad uno aprendía de su paz espiritual.
 
Cuando me acercaba al Santuario y lo encontraba sentado en uno de aquellos bancos de piedra mirando la playa de Regla, el mar, aquel inmenso horizonte, me acercaba a pedirle su bendición, pues siempre que me encontraba con el Padre Víctor me transmitía el espíritu franciscano en completa alegría. Nadie podía sospechar que aquel hombre, quien se sentaba en un banco de piedra mirando la inmensidad de la Creación, era un Obispo cargado de méritos ante el Buen Padre Dios.
 
Nuestros caminos ya se había cruzado incluso antes de conocernos en persona. Siempre he recordado el día que Fray Víctor se ordenó sacerdote en el Santuario de Chipiona, pues ese día, y con quinces años, yo recibía la confirmación en el mismo lugar, y de la mano del Obispo Don Antonio Añoveros.
 
Pese a la enfermedad que lo estaba apagando poco a poco, el Padre Fray Víctor transmitía paz y alegría, además de una exquisita bondad. Incluso cuando se le preguntaba por su salud se esforzaba porque en sus palabras y en el tono de éstas, no hubiera un ápice de pesimismo. Ciertamente digo que estábamos ante un auténtico profeta que transmitía paz y alegría.
 
En este mundo moderno en el que nos ha tocado vivir y donde la malicia es el factor predominante, encontramos continuas fuerzas que intentan apartar a Dios de nuestras vidas, intentan sacarnos del lado de la Santa Madre Iglesia.
 
El Padre Víctor es un claro ejemplo -hablo en presente, pues siempre estará con nosotros- de autentica humildad; de obediencia, pues aceptó con amor el camino de sufrimiento que Dios marcó para sus últimos años; de pobreza, pues pese a ser Obispo nunca hizo ostentación alguna. Y de lo que aquí digo podemos dar testimonio sus amigos y hermanos franciscanos..
 
La ceremonia de despedida de Fray Víctor, fue una autentica manifestación de afecto, con la presencia del Sr. Obispo de Jerez, D. José Machuelo; de muchos hermanos venidos de la Nueva Provincia de la Inmaculada; representantes de la Corporación Municipal del Ayuntamiento de Chipiona, y de la Hermandad de la Virgen de Regla del Pinar, a la que todos los domingos le celebraba la Eucaristía.
 
Cuando lo encontraba mirando la inmensidad del mar, me imaginaba que además de acordarse de sus años en las tierras que fueron una vez las del Nuevo Mundo, daba gracias al Buen Padre Dios. Lo hacía, como lo hacían el canto de las criaturas de San Francisco. Las daba por aquella maravillosa tierra que era Chipiona; por aquellas puestas de Sol y las buenas gentes de este pueblo; por el futuro de una nueva vida que son las niñas y niños; por las flores; por los hermanos franciscanos, alma y vida de Chipiona; por el Cristo de la Misericordia, que salvó al pueblo de las aguas; por la Virgen de Regla, que nos quiere sin distinción de color o bandera.
 
Loado sea mi Señor para que el Padre Fray Víctor siga bendiciendo desde el cielo, al Santuario, a la buena gente de Chipiona, y porque los hermanos franciscanos no falten nunca del Santuario de Ntra. Sra. de Regla.
 
 
Fray José de Sanlúcar
 
 
 
 

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