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Cartas de una sombra
 
 
 
 
 
 
 
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23 de Agosto de 2015
A Fray José de Sanlúcar
José Antonio Córdoba-Quizás sea el menos indicado para hacer una semblanza o repaso a la vida de este amigo y fraile. No hace mucho, que otro buen amigo, en relación a las pérdidas de hermanos religiosos, franciscanos y capuchinos, el último, mi padre, el Buen Amado y querido Fray Alejandro de Málaga, me comentaba que últimamente estos hermanos tenían prisas por reunirse con el Buen Padre, y mi respuesta, ¡que tal y como estaban las cosas por aquí abajo, casi fuera lo mejor! Pero ese no es el caso hoy. 
A Fray José, aún le quedan muchos pregones y charlas que ofrecer a vecinos y foráneos. Y siempre, con ese espíritu franciscano que le caracteriza y que algún otro, en estos lares, parece haber olvidado en pos de su propia vanidad. 
Fray Jose, ¡Pepe!, entre cafés y grabaciones, cumplía el pasado 12 de agosto 55 años de vida religiosa. Me consta que lo celebró entre un reducido grupo de amigos, que por otros problemas un servidor no estaba. Un desayuno en petit comité, tras el cual y como no podía ser de otra manera en el quehacer espiritual de Pepe, se trasladaron hasta el Santuario de Regla, en Chipiona.

Me supongo y conociéndolo por las innumerables charlas que nos dispensamos a lo largo del año, que fue a escuchar misa bajo la mirada de la Virgen de Regla, a dar gracias por estos años como capuchino, y a pedir por todas las personas que a él se acercan, conviven y disfrutan de su labor espiritual. Una labor espiritual, basada en la HUMILDAD, algo que se hecha de menos actualmente en el convento de Capuchinos de Sanlúcar. 
Quienes le conocemos, le hemos oído hablar de sus distintas etapas en ciudades como Sevilla, donde entre otras labores solía acercarse a los hospitales para acompañar a enfermos sanluqueños. Pues era una manera de acercar Sanlúcar al enfermo en Sevilla, en una época en la que pasar de Sanlúcar a Sevilla era una aventura, ya que no existía la facilidad de comunicación actual. Una cosa que siempre me ha llamado la atención y de hecho me ha gustado, es que pese a su edad, siempre ha pensado que las puertas de un convento deben de estar abiertas, tanto al necesitado como al visitante. Me consta que ya en Sevilla atendía a jóvenes con problemas e inquietudes. Una labor que continuaría con los años en nuestra localidad, y que reafirmo durante su etapa de Guardián en el convento sanluqueño. Para él, los jóvenes eran los principales invitados, y no es que fuera una inventiva suya, simplemente se limitó a practicar lo que refieren   las antiguas Crónicas de la Orden Capuchina, y siempre con gran alegría por su parte ─recordemos aquí sus años como profesor de Religión en Sanlúcar de Barrameda─. 
En un apunte de una de sus charlas que guardo por mis archivos, me encontré con la siguiente cita que él refería así: «...dicen que San Francisco María de Camporosso, ganó el cielo dando agua a todo aquel que llegaba a su convento...» Fray José además de agua, daba de comer, en aquel convento de Sevilla. Eran otros tiempos donde se practicaba la AYUDA al necesitado. No como actualmente, en el de Sanlúcar, donde toda ayuda se destina a colocar cámaras de seguridad. 
Es curioso, la otra mañana tomaba un refresco con un amigo, para más inri, de izquierda, y hablando de temas variados, me comentaba lo siguiente: “...los capuchinos, aquí en Sanlúcar, quitaron mucha hambre regalando helados a la población. Un producto inventado por ellos antes, incluso,  que los heladeros locales se proclamasen inventores del mismo...” Sobra que siga explicando sobre la actualidad del Convento de Capuchinos de Sanlúcar. 
Recuerdo otra vez, donde me hablaba como en aquella época suya de Sevilla, recibía en el convento gentes de toda condición, curiosos, necesitados espirituales, militares, hambrientos, familias sin recursos ni hogar, y él dentro de sus posibilidades hacia lo posible por ayudarlos. Me contaba, que no era una cosa suya, sino del convento, pues todo lo que él hacía pues contaba con la aprobación de los demás hermanos y del Guardián. Aquí, no se recibe ni al cartero. 
De Sevilla, si mal no recuerdo haberle escuchado, pasó a Jerez de la Frontera, en esta ocasión llegó con el tan querido en estos lugares y quien fuera celebrante de mi boda, Fray Alberto de Galaroza. Pues como decía, este dúo de frailes provenientes de Sevilla se encontraron un convento de Jerez, como el de Sanlúcar hoy, cerrado a cal y canto, que solo abría sus puertas para el oficio religioso. Pues ellos, pusieron en práctica la misma “política” que tenían en Sevilla y al día de hoy les puedo garantizar que fue de buena acogida, y de gran éxito, prueba de ello, esa Hermandad del Cristo de la Defensión, Manos Unidas o el Belén Viviente cuayo inventor fue Fray Antonio Ruiz de Alba y que ha sido visitado incluso por Canal Sur TV. 
Aunque todo lo que relato es por mis innumerables ratos de charlas con él, se que estudió Teología en el Palacio de San Telmo, en Sevilla. Fue gran aficionado a la fotografía, por aquella juventud suya, obteniendo algunos premios. Incluso me consta que a algún que otro sanluqueño le contagió esa afición. He tenido la oportunidad de tener entre mis manos una cantidad ingente de fotografías suyas, en diapositivas ─pero no de PWP, no, de las de proyector, aquellos proyectores de nuestra niñez con los que la mayoría hemos estudiado─ donde el paisaje, pero sobre todo la imagineria cofrade era el tema principal en sus trabajos fotográficos. 
No hay momento que al referirse a sus años en Sevilla, no te hable de sus visitas a Sor Ángela de la Cruz; a la Reina de los Reyes; al Cardenal Espínola; o de su Cristo, el Señor de la Penas. ¡Ah, que se me olvidaba!, la Esperanza Macarena. Todas ellas, devoción de este buen capuchino. 
Decía mas arriba de su relación vocacional con los jóvenes, ésta va desde, el grupo del coro del Padre Alberto (Sevilla), pasando el grupo de la Virgen de las Lágrimas, sus años de docencia en el colegio Virgen de la Caridad y el colegio Blas Infante, actualmente continúa como catequista en la Parroquia de Ntra. Sra. de los Ángeles. 
Y estimado lector, no es elogiar, por elogiar. Un servidor ha tenido la oportunidad de estar en muchos lugares de nuestra localidad con Fray José, y ver como se acercan personas con la veintena de años superada y decirle a este capuchino: “¿Fray José, se acuerda de mí?, yo fui alumno suyo”, la más de las veces sabe quien es, pero si no, el susodicho le dice su nombre y acto seguido Fray José desempolva en su mente el expediente de ese antiguo alumno, y se inicia una charla entre adultos pero con ese aire de maestro-alumno, que al observador de dicha escena no deja indiferente. 
Yo conocí ha Fray José hace pues aproximadamente 18 años, ¡nada en el tiempo!, pero si que hemos calado mucho, en cuanto que nos entendemos y compartimos unos valores muy similares y sobre todo ese amor por el mundo conventual, en mi caso, y religioso en el suyo. 
Recuerdo un pregón de la Navidad, creo que fue recién nombrado Fray José Guardián,  precisamente estaba presente el difunto Juan Rodríguez, quien fuera alcalde de Sanlucar, y donde refería que el convento iba a estar como aquella Sanlucar amurallada, pero que permanecía con las puertas abiertas al visitante, recordando aquellas puertas de Rota, de Jerez o la de Sevilla. 
Conocí el convento antes de que Fray José fuera Guardián, un convento de puertas abiertas como lo estuvo durante su mandato, y que en la actualidad permanece cerrado  a cal y canto, salvo el tiempo justo para ofrecer las misas. Un convento que antaño era lugar de obligada visita en esa ruta local de belenes. Un lugar que en su salón de actos se daban conferencias y estaba a disposición de quien lo solicitara al convento. Un lugar donde visitar ese humilde, pero rico museo Mariano, obra del recientemente difunto Fray Alejandro de Málaga, quien tanto hizo por el belenismo local. Esos jardines, donde pasear y realizar bellos reportajes fotográficos. Hoy todo eso está comido por las telarañas, por la “ineptitud”, de quien no entiende la situación por la cual pasa la vocación religiosa, y que toda oportunidad de abrir el convento al pueblo como a los visitantes, es una manera de promocionar su riqueza, y porqué no, de fomentar la vocación religiosa, en este marco natural inmejorable. 
Pero no solo el mundo del belenismo disfrutaba de este convento, sino que la familia cofrade sanluqueña también lo hacia. Se me olvidaba el Grupo de la Divina Pastora, pero disculpad, en cuanto que esto que escribo es de memoria y con extractos de algunos textos archivados, pues quizás sea el menos indicado para hablar de la figura de este fraile y menos aún del mundo cofrade, belenista o de los Grupos en los que ha estado presente. 
Sirva recordad que el Convento de Sanlúcar ha sido a lo largo de su existencia punto de referencia social e históricamente en nuestra cultura, tanto a nivel local, nacional como internacional, desde aquellas Carreras de Indias. 
Quizás la enfermedad que le sobrevino a Fray José en su último tiempo como Guardián, le hicieran relegar del cargo  y decidiera ante la incertidumbre retirarse de la vida pública, y permanecer un poco más relajado, así es que desde su Pregón de la Semana Santa de 2012, poco viene haciendo en público. 
Su vida es más extensa de lo que aquí relato, pero es lo que puedo permitirme escribir sin caer en equivocaciones alguna. Quien sabe, si algún día una de las calles de esta villa pudiera llevar su nombre, ¿Quien sabe? 
 
 
 
 

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