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Pleito por el legado de la Duquesa
 
 
 
 
 
 
 
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18 de Septiembre de 2015
El legado de la Duquesa
Daniel Lebrato.-Ficha técnica. Pleito por el legado de la Casa de Medina Sidonia. Por un lado, los descendientes Leoncio, Pilar y Gabriel, los tres hijos de Luisa Isabel Álvarez de Toledo y Maura, duquesa de Medina Sidonia (1936‑2008). Por otro, Liliane Dahlmann Westermayer (1956), viuda y presidenta y secretaria vitalicia de la junta del patronato de la Fundación Casa Medina Sidonia (FCMS), que gestiona contenido y continente del Palacio Ducal, lo que incluye el archivo, hospedería y cafetería. Base legal. ‑Testamento y legislación española. ‑R.D. 727/1978 que declara monumento histórico artístico de carácter nacional el Palacio de Medina Sidonia, situado en la Plaza Condes de Niebla nº1, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), con todas las obras de arte, libros, archivo y mobiliario que contiene. ‑Estatutos del Patronato firmados el 2 de julio de 2005. La duquesa murió el 7 de marzo de 2008, once horas después de haberse casado con Liliane Dahlmann.

Comentario. Aunque el legado y el archivo adquieren una dimensión muy pública (ese fue el carácter que Luisa Isabel quiso darle a su patrimonio), lo que digan partidos, políticos, Junta de Andalucía, amigos, consejeros y colaboradores que tuvo en vida la duquesa, al final acaba en lo que diga el juez y la justicia mande. Estamos ante un pleito habitual entre familia política y familia de sangre a cuento de una herencia. El muerto muere y los vivos se matan, dice una medio sentencia que circula por ahí. Lo más parecido y lo más reciente en España ha sido el pleito entre Marina Castaño, viuda de Camilo José Cela, y el hijo de este, Camilo José Cela Conde, también con fundación por medio. En octubre de 2014, el Supremo falló a favor del hijo y en contra de la viuda y, parcialmente, de la Fundación Pública Gallega Camilo José Cela (El País, 07/10/14).

Los jueces necesitan leyes y el Psoe no puede ahora legislar lo que tendría que haber legislado en 1982 cuando sumó amplias mayorías (se llegó a hablar del ‘rodillo socialista’) para poner orden en algo que la Transición había dejado por hacer: inventariar los bienes y legislar sobre el patrimonio de la Iglesia y de la nobleza, con vistas a su devolución o integración en Patrimonio Nacional. Poderes tiene el Estado y legislación para declarar, calificar, recalificar, incautar o apropiarse una finca por donde pase una autopista, la demarcación de un parque nacional, o un documento colombino, que ya ningún particular puede tener en su poder sin declararlo. En Sevilla, no se entiende el caso del palacio de la marquesa de Lebrija, en calle Cuna, que te cobren 8 euros por ver lo que la graciosa marquesa se hizo traer de Itálica, suelos enteros para adornar su casa hurtándolos a las miradas de quien en Santiponce visita el conjunto arqueológico de Itálica, por cierto, gratis. En materia de patrimonio, se da el mismo doble lenguaje que en derechos de autor. El Cid, Cervantes no tienen copyright y Cela sí lo tiene, con la agravante de que los bienes de la nobleza y de la nobleza no son fruto de un esfuerzo o de un talento personal, sino de un expolio y de una injusticia que vienen de siglos y que alguna vez habrá que reparar devolviéndole al pueblo, mediante sus instituciones políticas, el disfrute de lo que le fue robado por la Iglesia y por la nobleza (se dice así: robado). De haber esa conciencia, no dudaríamos sobre el futuro del archivo de la FCMS, porque sería patrimonio del Estado, no que, ahora, es de una fundación, de la que somos entusiastas, pero privada, o de los herederos, más privados todavía. Eso es lo que debería preocuparnos. Cómo los grandes de España, Casa Real a la cabeza, siguen mandando en España y, en Andalucía, con el visto bueno de la Junta y de la consejera de Cultura, Rosa Aguilar, por muchas visitas, muchas declaraciones y muchas fotos de apoyo a la FCMS: no hará nada. Y para el mando que sigue teniendo la Iglesia, vámonos a Córdoba y al chuleo que se permite la diócesis sobre la catedral, que el obispo no quiere que sea mezquita, cuando debería ser ni para moros ni para cristianos, para Patrimonio del Estado, y para uso cultural y laico. Iglesias y parroquias sobran en Córdoba, siempre que la Iglesia y fieles corran enteramente con los gastos de mantenimiento y conservación. Y mezquitas, qué quieren, que se las apañe el islamismo mismo mismamente. No es asunto del Estado darle templo a cultos privados.

“Rosa Aguilar afirma que el Archivo de Medina Sidonia debe estar y permanecer en su totalidad en Sanlúcar”. Dentro de la noticia en Europa Press, “Rosa Aguilar ha añadido que el ‘lugar natural’ del Archivo es la Fundación Casa de Medina Sidonia en Sanlúcar de Barrameda”. Desconfío de Rosa Aguilar. Quien abandonó a los suyos dos veces (PCE, IU), corre el riesgo de transfugismo crónico. Rosa Aguilar, consejera de Cultura, anda flojita en las caras apasionantes de la cultura andaluza: los toros y la mezquita catedral de Córdoba, sin olvidar Canal Sur, que aun dependiendo de Presidencia, ya me dirán si no es cultura, y hasta Educación. Los toros siguen siendo un bien cultural en Andalucía, sigue habiendo escuelas de tauromaquia, programas por la tele taurinos y subvenciones a festejos que estaría por ver si no fueran apoyados desde arriba. ¿Se ha enfrentado la consejera al proceloso mundo de la alta ganadería? En caballos, 10.200 euros invirtió la Junta en dotar el Gran Premio de Andalucía de las carreras de Sanlúcar de este año, como si las carreras fuesen un objetivo social o cultural y como si no supiésemos qué se mueve alrededor del caballo y del toro. ¿Qué opina Rosa Aguilar? “Me gustan los toros, voy cuando puedo, y me gustaría que se superara esta polémica y no suprimieran las corridas. Yo no entiendo eso de suprimirlos en las plazas y dejarlos en las fiestas populares”. ¿Hablamos de la mezquita catedral de Córdoba? No tiene Rosa Aguilar para enfrentarse al arzobispado de Córdoba, diócesis como todas que se aprovecha del marco del Concordato para lucrarse la Iglesia y que pague el Estado. Tanto hablar de las tres culturas, no será capaz Rosa Aguilar de hacer que el viernes se abra la mezquita al culto musulmán ni, menos aún, para la reconducción del monumento hacia la titularidad pública y el uso laico y cultural de un espacio que la Iglesia no mantiene sin ayudas públicas y que inscribió como suyo en el Registro de la Propiedad el 2 de marzo de 2006. Sobre el legado de Medina Sidonia, Rosa Aguilar, muy astuta ella, ha dicho en letra grande que el Archivo debe estar y permanecer en su totalidad en Sanlúcar y, en letra chica, que su lugar natural debe ser la Fundación. Han leído bien: la Fundación, por estatutos, real decreto y BOE, es un lugar, además de una persona jurídica. Y de lugares hablamos. No descarten que Rosa Aguilar dé por bueno el traslado del Archivo al antiguo convento de la Merced. En una historia de mujeres fuertes (Luisa Isabel, Liliane), al final van a ganar las monjitas. Dicho lo cual, no es culpa suya. En 1982 el Psoe no modificó el carácter y el estatus medieval y predemocrático de la nobleza. Al revés, el cerebro del Psoe, Gregorio Peces Barba, había declarado España monarquía republicana poniendo como modélica a la Casa Real, saltando su machismo sucesorio, Borbones que tiraban de la Grandeza de España. La de Alba, en el ¡Hola!, y la de Medina Sidonia, en la mala lengua de las marquesas de tronío. La casa de Medina Sidonia la conocíamos desde el colegio y por el cerco de Tarifa, aquel Guzmán el Bueno, antes muerto que sencillo, tirándoles el cuchillo desde la torre a los perros sarracenos para que sacrificasen a su hijo. Nada que ver este Guzmán, fundador de la dinastía, con la penúltima y 21 duquesa de Medina Sidonia, a quien conocimos en su palacio de Sanlúcar. Isabel Álvarez de Toledo (1936-2008), la duquesa roja o la duquesita, empeñó su vida en luchar contra el franquismo y los grandes de España, y su prosa en desmentir la conjura de Andalucía de 1641, conspiración contra el rey Felipe IV que el conde duque de Olivares imputó al marqués de Bayamente y al noveno duque de Medina Sidonia, Gaspar Pérez de Guzmán y Sandoval. Al término del ruidoso proceso, el de Bayamente fue degollado y el de Medina Sidonia, absuelto por la gracia del rey, pero el perdón le costó a Gaspar doscientos mil ducados, pena de destierro y el señorío de Sanlúcar y la Capitanía general del mar océano y costas de Andalucía. Historia de una conjura (1985). La duquesa Isabel hablaba tantas lenguas, que escribía en una prosa mezcla de todas ellas. La estirpe de su estilo era de otra época, como de Azaña en El jardín de los frailes (1926). A la duquesa la acusaban de incoherente (sus hijos, de ser una mala persona). Recetas contra la incoherencia, hay dos tipos. Tipo Jesús de Nazaret: Coge tu cruz y sígueme, y tipo Isabel Álvarez de Toledo: El día del reparto me tocará perder, pero para eso estamos. Voces hipócritas y fariseas quisieron que la duquesa roja se aplicase a sí misma la coherencia cristiana, poco menos que dejar palacio y ducado de Medina Sidonia y, hala, a vivir como jornalera del campo. (Tinta de Calamar, 204). En el partido que se juega entre la Fundación y la familia, declara uno de los hijos: “Si los nobles (mi madre) pueden hacer estas cosas (ser malas personas), ¿qué diferencia hay entonces entre aristócratas y quienes no lo son? La gente debiera pensarse muy mucho llevar un título”. Joder. Yo no había caído en la cuenta de que tenía que pensármelo muy mucho antes de llevar el título de Lebrato (Lebrato contra Lebrato). Grande, Isabel Álvarez de Toledo; chico, este descendiente que vive del cuento, y, medianía, Rosa Aguilar, que dejará Sanlúcar tirada en un descuido. Y al pueblo de Sanlúcar, no le reiré las gracias. Aún recuerdo cuando se inauguró el castillo de Santiago recién restaurado. Se había dado la concesión a una empresa de El Puerto de Santa María y ni un solo día tienen los vecinos de visita libre al castillo con dni o acreditando su residencia. Supongo que alguna sangre de albañiles y peones corrió para el levantamiento de esas murallas de Santiago. Pues a nadie he oído quejarse. Las relaciones del pueblo con su aristocracia dan para largo y tendido. Tendido taurino, por supuesto.

 

 

 
 
 
 

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