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La huella de San Fco. de Asís
 
 
 
 
 
 
 
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02 de Octubre de 2015
San Francisco de Asís
A D. Antonio Díaz Prieto, franciscano de corazón. El otoño nos ha llegado, ha entrado por las rendijas del tiempo y con él nos viene una época donde los días cada vez agonizan con más prontitud, dejando paso a la oscuridad de la noche. Atrás quedó el largo y tórrido verano con sus días festivos, ajetreados y, a veces, enloquecidos. Con la estación otoñal todo parece relajarse, como si después de una tormenta llegara la calma. Nos llega el relax, la paz y el remanso de los atardeceres esplendidos de la mar de Sanlúcar. Mientras, en las entrañas de las bodegas, va fermentando el mosto exprimido en los lagares sanluqueños. 

El mes otoñal de octubre, elegido por la iglesia como el dedicado al rezo del Rosario, cuenta con otras festividades de extraordinaria devoción para el pueblo creyente español. No es mi intención en este artículo realizar un recorrido por las diferentes celebraciones que van a tener lugar en estos 31 días de octubre. De ahí que me detendré en la festividad del día 4, dedicado a conmemorar la vida de San Francisco de Asís, quizá el santo más grande de la historia de la cristiandad.

La infancia de Francisco estuvo marcada por la de un niño que vivió en un clima familiar acomodado, ya que su padre, Pedro Bernadote, fue un rico comerciante y empresario textil. Su adolescencia y juventud se desarrolló en un ambiente alegre, su posición social y económica, le permitía un nivel desahogado en el que las fiestas y celebraciones estaban a la orden del día. Su corazón magnánimo y su espíritu jovial, hacía que sus amigos lo tuvieran como un auténtico líder. Recorría las calles de Asís (donde nació) cantando ataviado con lujosos y llamativos trajes, piropeando a las jovencitas y haciéndoles halagos.

Pero Francisco tenía un corazón compasivo, no era un joven superficial y materialista, y así, estando tras el mostrador del negocio de su padre, Francisco inició su trato con la gente vendiendo lujosas telas. Ocurrió un día que un mendigo se le acercó y le pidió limosna “en nombre de Jesucristo”. Por un momento Francisco miró de lado y dejó que el mendigo siguiera su camino sin reparar en él. De pronto, emergió desde lo más profundo de su ser una lacerante idea: “Si el mendigo hubiera mendigado en nombre de un personaje, seguro que se la hubiera concedido”. Sacudido por semejante sentimiento, dejó el negocio y corrió tras el mendigo… le pidió perdón y le dio una suculenta limosna. Es cuando toma la decisión de no repudiar a ningún mendigo que en nombre de Cristo le pidiera una limosna.

SERVIR AL SEÑOR.

Estando Francisco descansado en Espoleto; una noche escucha en sueños una voz que le interroga sobre su destino. Allí se encuentra bajo la autoridad del Caballero Gentile y se le pregunta: ¿Qué es mejor servir al Señor o al vasallo? Responde: al Señor, naturalmente. Y prosigue la voz: ¿Por qué, entonces, abandonas al Señor y sirves al vasallo? Francisco preguntó: ¿Qué debo hacer? La voz le responde: regresa a la ciudad y te diré lo que has de hacer. Pasaron siete meses, y un día en Asís le vino una señal del cielo en plena calle. Recorría sus calles en comparsa bulliciosa con sus amigos, cuando, de repente, queda en éxtasis. Sus amigos le preguntaron burlonamente, de quien se ha enamorado. Piensa él, en su interior, se trata de una dama, la más rica y fantástica que se pueda dar en la tierra. Luz amorosa del cielo que ha tocado su corazón. Íntima experiencia que a nadie puede comunicar y que se escribe en lo más hondo de su alma. Busca una Iglesia abandonada donde poder orar y meditar. La búsqueda por encontrar un elevado ideal no cesa. Francisco espera, aguarda, ora y reza al Señor. ¡Oh omnipotente y glorioso Señor, ilumina las tinieblas de mi corazón! Y es en la pequeña iglesia de San Damián, donde, el Señor, desde una cruz, le dice a Francisco: “Francisco, mira que la iglesia amenaza ruina. ¡Levántate, socórrela! Tembloroso y espantado le responde Francisco: Señor, ¿que quieres que haga? Y recibe como respuesta esa frase que al principio Francisco no llegó a entender, o mejor dicho, entendió literalmente. Esa respuesta del Cristo de San Damián que le dijo: ¡Repara mi iglesia!

¡Francisco, repara mi iglesia!, le musita el Cristo de San Damián… Y Francisco, ante el deterioro que sufreel templo, toma a la letra las palabras del Señor. Sin embrago, no era ese el tipo de reparación que el Señor le encomendó a Francisco, sino que su mensaje era otro muy distinto. Su misión era reparar a la Iglesia en lo espiritual y no en lo material. Cuando llegó a entender el verdadero mensaje del Cristo de San Damián, Francisco pone manos a la obra y comienza una auténtica “revolución” para la Iglesia de su tiempo. Comienza su vida espiritual y de entrega para con los demás, con tanto empeño que pronto empezó a recibir adhesiones de otros hermanos que poco a poco consigue hacer crecer toda una comunidad de cristianos seguidores del mensaje evangélico de Jesús. Así empezó la obra de Francisco en aquel pequeño pueblecito de Asís. Había nacido la orden franciscana, que con el paso del tiempo se extendería por todo el orbe. Y, también con el paso del tiempo, Francisco se convertiría en el santo más grande de la historia de la cristiandad.

La huella de Francisco de Asís caló profundamente en Sanlúcar hasta recorrer imaginativamente lo que fue Casa Grande de San Francisco, convento franciscano de lo Alto de las Cuevas, y el bello recinto de San Diego.

Pero su presencia viva hoy, puede palparse en el espíritu francisco de las Hermana de la Cruz y el continuo trabajar y orar de las clarisas de Regina y de las hermandades franciscanas.

Quizás el lugar donde San Francisco se muestre más claramente a Salúcar sea en el austero Convento de Capuchinos, fiel reflejo del origen del franciscanismo.

Los capuchinos llegaron a nuestra ciudad un lejano día de 1635 y construyeron su convento junto a la ya existente ermita de Santa María del Buen Viaje. Siempre al amparo de María; en Asís, Santa María de los Ángeles y en Sanlúcar, la virgen del Buen Viaje.

Es la única orden religiosa que vuelve a nuestro pueblo tras el paréntesis de los años de la exclautración. Fue el segundo convento de España que se restauró tras este período histórico. En ello tuvo decisiva intervención el Venerable Padre Esteban de Adoáin, muerto en olor de santidad y cuyos restos reposan desde el 7 de octubre de 1880 en este convento, actualmente en la capilla del Santísimo Cristo de la Misericordias de la iglesia conventual.

A pocos kilómetros de Sanlúcar, Francisco irradia con fuerza, desde la casa-santuario de Regla en Chipiona. Apenas dos pasos separan Sanlúcar de Chipiona, que en cuestión de fe, no es distancia. Los hermanos franciscanos llegaron allí por el año de 1882 desde Santiago de Compostela, de la mano del Padre José Lerchundi, para fundar un colegio misionero para Marruecos y Tierra Santa.

Es el cariño tan grande que le tiene Chipiona a los seguidores de San Francisco, que son parte de su historia junto a la Virgen de Regla.

TÚ ERES, VIRGEN DE REGLA ¡MI SAGRARIO!

VALEDORA… DE TODO EL QUE TE AMA.

¡FLOR PURÍSIMA… LIRIO FRANCISCANO!

POR SIEMPRE ME TENDRÁS AQUÍ A TUS PLANTAS.

El mensaje franciscano es Paz y Bien, y siendo instrumento de la Paz del Señor. Llevando amor donde hay odio, llevando perdón allí donde hay una ofensa, fortaleciendo la unión donde aparece la discordia, acrecentando la fe donde nace la duda, poniendo alegría en la tristeza y llevando luz en medio de las tinieblas. Procurando siempre no ser consolado sino consolar, porque dando se recibe. Intentando siempre no tanto ser comprendido como comprender, ser amado como amar, porque es perdonando como uno es perdonado; es muriendo como uno resucita a la vida.


Fray José de Sanlúcar
 
 
 
 

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