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Apuntes de Historia CXLIX
 
 
 
 
 
 
 
Apuntes de Historia CXLIX PDF Imprimir E-mail
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08 de Noviembre de 2015
La Casa de los Arcos (Calle Zárate 2) (VII)
Manuel Jesús Parodi..-Seguimos considerando en estos párrafos la Historia del que puede ser uno de nuestros edificios de obra civil de mayor antigüedad conocida, la Casa de los Arcos, el número 2 de la Calle Zárate, objeto de un estudio histórico y arqueológico recientemente publicado por quien suscribe junto con los colegas arqueólogos Jesús Rodríguez y Mercedes Herrera, gracias al patrocinio de los propietarios del inmueble, D. Jesús Barba y Dª. María Luisa de Contes, Insignia de Oro de la Ciudad de Sanlúcar de Barrameda.
Junto a los ya contemplados en líneas anteriores, otro interrogante que surge en torno a la cuestión de los arcos propiamente analizados, es la de las alturas de los mismos y los niveles de suelo. Las dos roscas visibles hoy en día, con prolongación con toda seguridad hacia Calle Regina, descansan sobre un pilar, también de ladrillos, cuya base de cimentación (con toda probabilidad, igualmente) se encuentra entre metro y medio y dos metros bajo  la cota actual de suelo de la planta baja de la casa, como se aprecia a simple vista.
Ello podría llevar a plantearnos algunas cuestiones como las siguientes que apuntamos ahora; a saber: ¿por qué la base de los arcos está (según parece) por debajo del nivel aparente de las edificaciones de las cercanas iglesias de La Trinidad y de Regina Coeli? Y, de otra parte, si eran comunes las inundaciones (de ahí la construcción de dichos edificios religiosos a una cota superior), ¿por qué se construyó en lo que a todas luces parece ser un nivel inferior al de estos citados edificios monumentales?

En primer lugar debemos pensar que un terreno no debe ser siempre lineal, horizontal, sino que los cambios de cotas pueden variar en pocos metros, y máxime si pensamos que los arcos se sitúan en los aledaños de lo que se presume pudo ser un arroyo (o incluso lindando con él, en la calle Zárate, o en su trasera, la calle Don Román), por lo que no es de extrañar que las señaladas iglesias pudieran estar a niveles superiores (especialmente considerando la dinámica de los navazos del litoral sanluqueño).
 
 Igualmente, la funcionalidad del edificio (industrial, residencial...) podría arrojar más pistas sobre todo aquello que venimos tratando (permitiendo afinar aún más lo relativo a su origen, su evolución con el paso de los años, de los siglos, su naturaleza, su funcionalidad en el tiempo…). De este modo, sin un estudio más profundo (con un sondeo arqueológico) es difícil saber con mayor certeza la funcionalidad de las estructuras y, por ende, dar respuesta de una manera cerrada y rotunda a dichos interrogantes.
 
No obstante, llama relativamente la atención el hecho de que el crecimiento urbano del casco de ese Arrabal de la Ribera bajomedieval y moderno (al menos hasta la conformación en firme de la calle Ancha de los Mesones) marchase tan en paralelo (y tan cercano) al curso (y a la evolución de la ribera, de la orilla misma) del río, ya que los comportamientos del Guadalquivir (los desbordamientos del mismo) han sido tan agresivos en tiempos recientes, algo que sin embargo no debió suponer un obstáculo para que los habitantes de estas riberas buscasen la proximidad, cuando no la inmediatez, del río para forjar su espacio de desenvolvimiento habitual, al calor incluso de las oportunidades (económicas, ecológicas) que ofrecía ese mismo río cuyos ocasionales enfados podían acarrear consecuencias terribles para los mismos pobladores de su orilla izquierda en el marco de su desembocadura: de este modo el poblamiento en altura (que coronaba el cénit de la Barranca) se ve completado y complementado por (y con) el poblamiento en la ribera del río, en el Arrabal de la Ribera, en el Barrio Bajo...
 
Hemos de reparar en que los ritmos de ese crecimiento urbano (marcados por el testimonio, por ejemplo, de algunos de los monumentos históricos sanluqueños, como nuestras iglesias, entre las cuales las de Regina, Trinidad, San Jorge o, en otra parte de la ciudad (ya más lejos, hacia el Levante, la de Santo Domingo) sí marcharon en paralelo a la "retirada" del río en dirección norte, pareciendo a priori no tener mucho sentido que en el pasado (siglos XV a XVII) se edificasen iglesias (o construcciones de funcionalidad económica, como La Chanca, o las Atarazanas Nuevas) en zonas susceptible de correr un peligro inmediato de inundaciones (aunque no es de descartar que éstas fuesen ocasionales, como ha sucedido en tiempos más recientes) merced a la acción del río y sus posibles desbordamientos por crecidas o por la acción de las tormentas y el mar.
 
 Lo que sí queda claro, por el material cerámico estudiado, es que entre el siglo XVIII y principios del XIX parece evidenciarse un intenso trabajo de relleno en el terreno de la vivienda hasta llegar al nivel actual de solería, pero... ¿por qué se procede a dicho relleno?
Tal vez pudiera deberse a que los niveles de calle han evolucionado y son superiores a la cota de la casa (más baja ya respecto al nivel de la calle, algo de lo que a veces se suele huir, especialmente en un entorno como éste, en el que los desbordamientos del río y las consiguientes inundaciones -tan destructivas hasta bien entrado el siglo XX- aconsejan no tener una casa en un nivel más bajo respecto al río), bien porque se obrase y se tapara el posible arroyo que por allí discurriera (siquiera fuese ya residualmente en época moderna -incluso en el XVIII), o simplemente porque quedara aquello a un nivel realmente bajo para funcionalidad de la casa (siempre es mejor guardar la horizontal -al menos- con el nivel de la calle), sin exclusión de que se tratase de una obra de reforma general del inmueble (como parece) que conllevase no sólo el relleno y consiguiente elevación de la cota base de la casa, sino una reforma integral de la misma.
  Para finalizar, no cabe duda de la singularidad y relevancia del edificio por sus características y excepcionalidad respecto a su entorno (tratándose de un edificio civil, o cuando menos, de un edificio de naturaleza no religiosa), suponiendo un hito importante para el conocimiento de la dinámica poblacional en ese mismo Arrabal de la Ribera.
 
No obstante, como venimos refiriendo a lo largo de todos estos textos que hemos dedicado a la Casa de los Arcos (y por ende, a la conformación del Arrabal de la Ribera, en época medieval ya cristiana), los datos con los que hemos podido trabajar se presentan aún como un tanto exiguos para poder dar respuesta cumplida y completa a muchos de los interrogantes planteados por la propia investigación, haciéndose claramente necesario un ulterior estudio arqueológico más profundo mediante, al menos, la realización de un sondeo (o sondeos) que pueda proporcionar una secuencia estratigráfica lógica y, por tanto, arrojar algo más de luz respecto a su funcionalidad y relación con el entorno que rodea a la casa y del que forma parte desde su origen.
 
Así pues, cabe decir que sólo la Arqueología permitirá abundar en el estudio y avanzar en el conocimiento no sólo de la Casa de los Arcos, sino del conjunto del Casco Histórico de Sanlúcar, del entorno del viejo Arrabal de la Ribera.
 
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