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Apuntes de Historia CCXXXI
 
 
 
 
 
 
 
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10 de Junio de 2017
A Francisco Pacheco Isla. In memoriam
Manuel Jesús Parodi Álvarez..-El pasado viernes dos de junio por la tarde me encontraba en Cádiz, como ponente en un acto. Impartía una conferencia en unas Jornadas organizadas en el contexto de las actividades organizadas para la conmemoración del Tricentenario del Traslado de la Casa de la Contratación desde Sevilla a Cádiz en 1717, unas Jornadas de históricas dedicadas a Cádiz (la ciudad, la Bahía, toda esta amplísima región costera, en realidad, que comprende desde el Gibraltar hasta el Cabo San Vicente, por el Norte, y desde Ceuta hasta Larache y Arcila, por el Sur, esto es, el Estrecho de Gibraltar y su proyección atlántica) en la Edad Moderna, y celebradas bajo el título de “La colonia de extranjeros del Cádiz del siglo XVIII: una mirada de los descendientes”.

Organizadas por distintas entidades, entre las que cabe destacar a la Casa de las Cuatro Torres y a la anfitriona del acto, la Excma. Diputación Provincial de Cádiz, en cuya sede del Palacio Provincial (donde residiera la Casa de la Contratación en su fase gaditana), estas Jornadas contaban con la coordinación científica y académica de mi buena amiga y colega Lourdes Márquez, historiadora, arqueóloga subacuática, gran especialista en la Historia naval moderna de la Bahía de Cádiz y la Andalucía Atlántica, quien había desarrollado la actividad conjuntamente con Miguel Ramos Grosso, de la Casa de las Cuatro Torres.

Esa tarde interveníamos dos ponentes; me tocaba a mí en suerte abrir la sesión, con una ponencia titulada “Genoveses, una forma de ser gaditanos”, y a continuación cerraba la velada y las Jornadas el amigo José Luis de la Rosa Barrasa, quien disertaría sobre “La huella dejada por los portugueses en el Cádiz de los siglos XVII y XVIII: los Barrios y los de la Rosa”. A José Luis le tocaba hablar de sus antepasados portugueses (algarbeños más en concreto) y a quien suscribe correspondía hablar de mis antepasados genoveses, poniéndose de manifiesto en nuestras respectivas intervenciones el papel de cada una de esas colonias y las personas de sus respectivas naciones en la Cádiz de la época Moderna.

    Acabada mi intervención, escuchaba atentamente desde la mesa presidencial (donde había permanecido sentado al terminar mi charla), compartiendo espacio con los organizadores y coordinadores de la actividad, al ponente que me seguía en el orden de intervenciones, el citado José Luis de la Rosa, cuando el móvil comenzó a vibrar de manera insistente (puesto en silencio como estaba).

    Poco podía hacer (y debía: sentado frente al público, junto al os organizadores, en un acto en el que yo era uno de los ponentes, y mientras cerraba su intervención el ponente en uso de la palabra), pero era tal la insistencia del aparato en su agitación que no pude por menos de, tan subrepticiamente como me resultaba posible, echar un vistazo rápido a los orígenes de tanta vibración.

    Dos personas con las que trabajo muy estrechamente, ambas merecedoras de toda mi confianza y de todo mi afecto, estaban tratando de localizarme a la vez, cada una por su lado; supe inmediatamente que debía tratarse de algo serio: ambos sabían dónde estaba, lo que me encontraba haciendo, un viernes pasadas las nueve de la noche…, y no me buscarían de ese modo sin una poderosa razón.

    Finalmente y al tiempo que rompían los aplausos dedicados por el público a mi compañero de la tarde, me llegó la noticia, fatal: así supe del fallecimiento de Francisco Pacheco Isla, del amigo Paco Pacheco, quien tanto abogó por la divulgación histórica, en el seno de una conferencia de Historia, y me costó reaccionar a tal mazazo.

    Conocía a Paco Pacheco desde hace quince años, y ya por aquellos entonces preconizaba la relevancia de la Circunnavegación como hecho histórico y el papel esencial de nuestra ciudad en la Vuelta al Mundo. No pocas fueron las ocasiones en las que tuvimos modo, de una u otra forma, en uno u otro contextos, de hablar acerca de temas históricos, entre los cuales el mar, la Historia de la navegación, de las navegaciones en general, y muy en particular la Historia de las navegaciones y los descubrimientos de los siglos XV y XVI, fueron un tema estrella.

    Ha sido, lo sabemos todos, un gran divulgador histórico, empeñado con todo su ánimo en que se conociera más y mejor la Historia de Sanlúcar de Barrameda, y muy especialmente del gran hito de la I Vuelta al Mundo, de la I Circunnavegación de la Tierra, el Viaje de Magallanes y Elcano, la expedición que haría que las cosas cambiasen para siempre en la Historia de la Humanidad.

    Conferencias, charlas, ponencias, actividades, tertulias, y su edición del texto de Pigafetta, su libro “En busca de las especias. La Primera Vuelta al Mundo” (publicado hace tan solo dos años, y que supone la más reciente edición de la Crónica del Viaje), y numerosas iniciativas y actividades, de la mano de la Fundación Puerta de América, de la cual era presidente, primer impulsor (dicho sea sin demérito de los demás patronos de la misma) y verdadero alma mater, todo ello (sería prolijo detallarlo, pero mencionemos los premios “Capitán de Galeones”, instituidos por la Fundación) es parte de su legado, era parte de su infatigable trabajo en pro de la Conmemoración del V Centenario de la I Vuelta al Mundo.

    Dedicamos una reseña a su libro en el número 4 de la revista “Gárgoris”, en diciembre de 2015 (mismo año de la publicación del volumen), y asimismo dedicamos varios artículos de esta misma serie, en esta misma cabecera, a los contenidos de dicho libro de Paco Pacheco; asimismo trabajamos sobre la base de su edición del texto de pigafettiano de cara a la redacción de nuestro artículo titulado “Sanlúcar en Pigafetta”, presentado como comunicación al I Congreso Internacional sobre la Vuelta al Mundo y publicado en las “Actas” del mismo, un Congreso (celebrado en el Castillo de Santiago de nuestra ciudad en septiembre del pasado año 2016) en el que Paco participó moderando una de las sesiones científicas del mismo.

    Sincero, cabal, capaz de reconocer méritos ajenos, de compartir los propios, y de reconocer noblemente aciertos y errores, y de saludar al amigo y felicitarlo cuando correspondía, entusiasta, cordial, vehemente, desprendido, recordaré siempre la tarde en que, a brazo, “desembarcamos” (junto a otros dos colegas) la réplica de la Nao Victoria elaborada por internos del complejo de El Puerto de Santa María en el Centro Cultural La Victoria, una más de sus iniciativas, una más de sus singladuras afortunadas.

    Navega en Paz, Paco. Que los mares de aquellos descubridores y navegantes a los que tanto has defendido te sean leves.

 
 
 
 

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