Si la historia tiene como objeto de estudio los sucesos ocurridos  al hombre en tiempo pasado, el género dramático, como fenómeno artístico, contempla el hecho de la ficción como circunstancia fundamental y necesaria que viene determinada por la esencia misma _una modelización secundaria de la artificial y física: realidad, que diría Iuri Lotman_ y por las características que determinan la dimensión de su composición espacio y tiempo.  Es, pues, el uso de la ficción  de la que marca la diferencia entre el estudio real y su documentación, con la creación _ en este caso dramatizada_ de una obra que contemple lo histórico y lo describa.

Me refiero, casi en exclusiva, al tema a tratar _en este caso personajes que puluraron por el Castillo de Santiago_ y cómo el autor y los actores se enfrentan al hecho histórico que vamos a ver.  

Una forma de enfrentarse a la Historia es presentándola, con el único interés de mostrar el acontecimiento que surge de la realidad fiel a los hechos. Estaríamos hablando, por ejemplo, de autores románticos Schiller o Víctor Hugo. Aunque la creación dramático-histórica española entró en el siglo XX, con gran éxito, de la mano de José Echegaray, que centró su atención en utilizar la Historia, principalmente, como juego de apariencia y ambientación de época.

Vengo a contar con este prolegómeno, que lo que hemos hecho con la historia en el Castillo de Santiago con las visitas nocturnas teatralizadas, ha sido utilizar hechos, personajes y referencias para construir un espectáculo de sueños que sean significativos y reveladores del alma, pero sin dejar de olvidar que se trata de teatro, por tanto de ficción.

Mañana martes hablaremos de… A menudo, se falsea la historia a sabiendas.