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Apuntes de Historia CCXLIX
 
 
 
 
 
 
 
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14 de Octubre de 2017
La Primera Vuelta al Mundo, un antes y un después en la Historia de    la Humanidad (VI)
Manuel Jesús Parodi Álvarez .-Venimos dedicando estas últimas semanas a abordar algunos de los elementos de cambio que se dieron cita en el proceso diacrónico de largo radio (extendido entre los mediados del siglo XV y la primera mitad del siglo XVI) que condujo al cambio, al paso de la Edad Media a la Edad Moderna en Europa.
La Primera Vuelta al Mundo, la Primera Circunnavegación de la Tierra que fue consecuencia del éxito de la Expedición Magallanes-Elcano (1519-1522), sería el colofón de una serie de eventos, sucesos y procesos que formaron parte de dicha diacronía y que finalmente llevaron a que la cosmovisión europea sobre el Mundo cambiase para siempre.

 Hemos hablado, así pues, de acontecimientos históricos acontecidos en dichos momentos tales como la caída de Constantinopla, la vieja capital del Imperio Romano de Oriente (de la “Pars Orientalis” de Roma) en manos de los turcos otomanos en 1453, algo que sin duda produjo un sentimiento de enorme pérdida, de orfandad, entre las élites culturales del Mediterráneo que se consideraban herederas de Roma: la pérdida de la vieja ciudad del Bósforo para la Europa que se consideraba continuadora de la romanidad contribuyó a marcar un antes y un después en la mitad del siglo XV en la mente de no pocos intelectuales europeos, conscientes de que ya nada habría de ser como antes.

    Otro de los puntos determinantes de ese proceso diacrónico sería el de la invención de la imprenta y su inmediata consecuencia: la extensión de la palabra escrita y, con ello, del conocimiento, por la Europa del momento, como una ola imparable que coadyuvaría a trastocar los cimientos del poder de la sociedad medieval tal y como hasta esos entonces se encontraba organizada y se la conocía, desde la desembocadura del Tajo hasta el Vístula, desde las brumas de Northumbria hasta el Estrecho de Messina.

    El invento de Gutenberg hizo posible que se materializase, pese a todas las limitaciones técnicas aún existentes en el momento, pese al control ejercido sobre la imprenta por los poderes de la época, una gran extensión y difusión del conocimiento respecto a lo que hasta entonces había sido posible, y con ello se provocaría una ruptura de barreras para la reflexión, para la crítica, para el conocimiento, que llevaría (junto a otras cuestiones de carácter económico e ideológico) a la quiebra del monopolio de la Iglesia Católica sobre las conciencias y, con ello, a la Reforma religiosa liderada por personajes como Martín Lutero, Juan Calvino o, a qué ignorarlo, Enrique VIII de Inglaterra.

    Así, la Reforma “protestante” sería otro de los elementos de cambio fundamentales en el ámbito de la transición de los siglos XV a XVI en Europa; este fenómeno religioso (e intelectual, y moral, e ideológico…), que tendría un perfil económico de primera magnitud (baste recordar en este sentido la desamortización de bienes eclesiásticos llevada a cabo por la Monarquía inglesa a principios del siglo XVI, o cómo el control sobre las rentas de los obispados alemanes pasaría de las manos de Roma a las manos de los nobles alemanes que, entregados a la causa de la Iglesia Reformada, podrían ahora ya disponer de dichas sedes episcopales (detraídas al control de Roma), que serían ocupadas por personajes salidos del ámbito de dichas aristocracias germanas directamente (esto es, por miembros de los propios linajes nobiliarios alemanes, lejos ya de las designaciones episcopales emanadas por y desde la lejana Roma).

    Otro de los elementos de cambio fundamentales en la transición de la Edad Media a la Edad Moderna sería el representado por las navegaciones oceánicas encabezadas por portugueses y castellanos, especialmente desde las décadas finales del siglo XV.

    Y llamamos oceánicas y no simplemente “atlánticas” a estas navegaciones, a estas grandes aventuras (por no decir odiseas, epopeyas náuticas) porque las naves portuguesas se lanzaron al Atlántico para, doblando el africano cabo de Buena Esperanza, alcanzar el océano Índico y los mares del Extremo Oriente desde finales del siglo XV, al tiempo que los castellanos conseguirían, primero por tierra (a través del Itsmo de Panamá) y luego por vía acuática (gracias, precisamente a la Expedición Magallanes-Elcano), alcanzar el gran “Mar del Sur”, el océano Pacífico ya a principios del siglo XVI, de modo que son varios los océanos implicados en el desarrollo y curso de estas navegaciones luso-castellanas emprendidas esencialmente desde la segunda mitad del siglo XV.

En cualquier caso, es de señalar que el océano Atlántico se venía navegando desde mucho tiempo atrás, con toda certeza desde la Antigüedad, como ponen de manifiesto los testimonios arqueológicos romanos –y no sólo romanos- existentes en, por ejemplo, las Islas Canarias, amén de lo que señalan las fuentes clásicas sobre las navegaciones romanas y, especialmente, fenicio-púnicas: no es de olvidar en este sentido que los fenopúnicos –los cartagineses, en especial, pero no únicamente- navegaron los mares del Norte quizá hasta Escandinavia, y fueron capaces de circunnavegar el continente africano por encargo del faraón Necao II de Egipto, todo ello entre los siglos VI y IV a.C., sentando unas bases y recogiendo unos laureles que habrían de reverdecer y fructificar siglos, muchos siglos más tarde, de la mano de los marinos portugueses y castellanos.

    La batalla de Diu, en las costas occidentales de la India, en 1507, victoria portuguesa sobre turco-egipcios (apoyados por los venecianos), marcaría el ritmo de la hegemonía lusa sobre el Índico en perjuicio de los poderes musulmanes (incluidos los de la propia India), pero esa hegemonía no conseguiría (por más que se intentó) impedir que Juan Sebastián de Elcano consiguiese, al mando de la nao Victoria, completar un seis de septiembre de 1522 al regresar a Sanlúcar de Barrameda, la gran aventura que cinco naos (la misma Victoria, acompañada por la Trinidad, la San Antonio, la Concepción y la Santiago) al mando del portugués Hernando de Magallanes, habían comenzado al zarpar de Sanlúcar de Barrameda un 20 se septiembre de 1519.

    Ese viaje, la Expedición Magallanes-Elcano (1519-1522), completaría la Primera Vuelta al Mundo conocida, la Primera Circunnavegación del Orbe Terrestre, haciéndose a la mar desde Sanlúcar y completando el viaje en la misma Sanlúcar de Barrameda, y haciendo que la cosmovisión del planeta, la forma en que los humanos entendemos al planeta, cambiara de una vez y para siempre.

 

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