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Apuntes de Historia CCLXXVIII
 
 
 
 
 
 
 
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06 de Mayo de 2018
La Primera Circunnavegación, un proyecto globalizador (III)
Manuel Jesús Parodi Álvarez.-La Historia conoce hechos de muy diferente proporción de escala. Sucesos y procesos que trascienden de lo puntual y que forman parte de una dimensión de escala global, entre otras razones porque sus derivadas tienden a afectar al conjunto de la Humanidad, al conjunto general del planeta en el curso de su devenir histórico, de su transitar por el tiempo.
Venimos haciendo hincapié en esta circunstancia a lo largo de los artículos precedentes de esta serie porque entendemos la oportunidad (cuando no incluso la necesidad) de considerar el hecho de la Primera Circunnavegación de nuestro planeta como un hecho histórico de naturaleza, características y trascendencia verdaderamente global, algo que rebasa los límites no solamente de lo local, lo regional, lo nacional o lo europeo, alcanzando proporciones de escala auténticamente  globales.

La Europa de finales del siglo XV estaba tratando de romper las barreras económicas a las que había venido estando abocada a lo largo de la Edad Media, que incluían la dependencia (por no decir la supeditación -e incluso la servidumbre) de este continente respecto a los grandes poderes económicos del Lejano y el Medio Oriente, China y La India, dos grandes motores económicos desde la Antigüedad, y los imperios turco y persa, los grandes intermediarios territoriales por cuyas manos pasaba la parte del león del comercio entre Europa y Asia, con la Serenísima República de Venecia como principal cabecera mediterránea de dicho comercio de gran escala con Oriente que venía a definir en buena medida los contornos de la “economía-mundo” entre los siglos XIII/XIV y XV.
 
Ni los portugueses navegaron el Atlántico y el Índico, circunnavegando el continente africano y alcanzando las Indias Orientales a capricho (al amparo de la voluntad caprichosa de sus soberanos), ni los castellanos se lanzaron asimismo y por su parte a la aventura oceánica al albor y al calor del mero afán de aventura de unos pocos (hombres de fortuna, como se les ha querido hacer aparecer principalmente…), como a veces ha querido hacer ver una determinada literatura histórica de carácter y tono quizá más romántico que riguroso, que ha primado los aspectos más coloridos de la aventura frente al grueso y nudo de la cuestión, que tiene en lo esencial una naturaleza profundamente ligada a la economía y a la geoestrategia global de la Europa de la época.  
 
El hecho histórico de la Primera Vuelta al Mundo naturalmente tiene que ver con el espíritu de aventura de los marinos castellanos, portugueses, europeos, de finales del Cuatrocientos, sí, pero sobre todo (y además) tiene que ver con los pulsos y las pulsiones de un momento clave de transformación del mundo, con un proceso que sería liderado por Europa, por la Cultura europea al fin y al cabo, y que habría de acarrear notabilísimos cambios en el caminar histórico de la Humanidad, unos cambios cuyos primeros pasos, en efecto, habrían de darse precisamente en aquellos momentos históricos y cuyas consecuencias se dejan sentir aún hoy, pues han contribuido grandemente a dar forma en buena medida al mundo moderno, al mundo actual, al mundo tal y como lo conocemos y como lo vivimos (para lo bueno y lo menos bueno, todo sea dicho…).
 
De cara a la propia Expedición, al propio Viaje de Magallanes-Elcano, este perfil global de la misma se refleja además y por ejemplo (ya de partida) en la propia naturaleza de las dotaciones de los barcos que conformaban la Armada que se hizo a la mar el 20 de septiembre de 1519 desde Sanlúcar de Barrameda, las naos Trinidad, Victoria, San Antonio, Concepción y Santiago buscando circunnavegar el contorno del Orbe terrestre.
Un promotor e inversor español, castellano, Cristóbal de Haro, un artífice e ideólogo portugués, Hernando de Magallanes, un cronista italiano, Antonio Pigafetta (luego afincado en Malta con los caballeros de la Orden de Rodas), un piloto griego, Francisco Albo (responsable del derrotero del viaje), un capitán (luego comandante) español, vasco, Juan Sebastián de Elcano, que culminaría la hazaña tras tres años de travesía azarosa, regresando a Sanlúcar, a la desembocadura del Guadalquivir con la sola nao Victoria (y el reducido puñado de hombres que la marineaban a esas alturas) el 6 de septiembre de 1522…
 
Y unas dotaciones en las que junto a los marinos españoles habrían de navegar otros europeos de muy diversos orígenes entre los que se contaban portugueses, italianos, franceses, algún inglés, alguno procedente de los Países Bajos, y Enrique, el esclavo de Magallanes que procedía de las Indias Orientales, de las fabulosas Islas de las Especias y que habría de regresar a sus islas de origen con la Expedición, desempeñando allí un papel determinante a la muerte de Magallanes (en Filipinas, en 1521), un papel estrechamente relacionado con la emboscada tendida por los indígenas a los oficiales de la Expedición y que causaría la muerte de no pocos de los referidos oficiales, tras lo cual el citado Enrique desaparecería de la Historia y el euskaldún Juan Sebastián de Elcano se vería encumbrado a la alta responsabilidad de comandar el Viaje hasta su favorable resolución en las orillas sanluqueñas a principios del mes de septiembre del año 1522, como hemos señalado y sabemos.
 
Todo ello sin olvidar, en el contexto de este perfil global de la Primera Vuelta al Mundo tanto la propia geografía del Viaje como el hecho de que su impulsor fue el rey-emperador, Carlos I de España y V de Alemania, bajo el paraguas de cuya soberanía se encontraban (en todo su ámbito territorial actual o en parte del mismo) estados europeos del momento presente tales como España, Italia, Alemania, Austria, Hungría, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Francia, Eslovenia, Eslovaquia o la República Checa, nada menos.
 
Mas en cualquier caso -y como venimos señalando en estos y en los precedentes párrafos- el carácter global del Viaje no sólo viene dado por la composición de las tripulaciones de las naos de la Expedición, que ya sería por sí mismo un botón de muestra de dicha globalidad, sino que se apoya esencialmente en la naturaleza del espíritu que guía y da origen y forma a esta aventura, un espíritu que precisamente tiene que ver con las transformaciones culturales que se estaban produciendo en la Europa de finales del siglo XV, un proceso de generación de transformaciones culturales, económicas, geoestratégicas, de las cuales el propio hecho de la Primera Circunnavegación de la Tierra formaba parte y en el conjunto de las cuales se insertaba.
 
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