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Colisionador de hadrones
 
 
 
 
 
 
 
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11 de Septiembre de 2008
Despublicado apetición del autor el 5 de nov 2015
Jugando a ser Dios
Domingo Rguez. Lagomazzini.-El ser humano, como todos sabemos, puede llegar a alcanzar límites insospechados de estupidez. Todavía me sorprendo cuando, al arrasar un huracán el Caribe, o al haber una riada y llevarse cuantas casas y coches encuentra en el camino, verbigracia, nos echamos las manos a la cabeza y decimos qué injusta es la vida. Culpamos a los gobiernos, o al mismísimo Dios si hace falta ­–incluso aquellos que no creen–, pero nosotros somos inocentes. Yo más bien pienso que somos ignorantes. Ahora mismo quien no sabe es porque no quiere. Ya me entienden: educación gratuita, bibliotecas públicas, 3.000 años de memoria escrita, internet, etcétera.

¿Por qué nos sorprendemos de que haya huracanes en el Caribe? Ya Colón relataba en sus memorias hace 5 siglos los destrozos que ocasionaban esos frecuentes vientos y tempestades en el Nuevo Mundo. No es algo de dos días. Pero hasta hoy, en el año 2008, seguimos empeñándonos en vivir en esas zonas tropicales y paradisíacas, como también nos empeñamos en construir casas y bloques de pisos en cauces de ríos secos ­–por cierto, la Avenida del Quinto Centenario está en uno de ellos­–, y aún no nos hemos dado cuenta de que las aguas siempre vuelven a su cauce. Total, qué más da. Cuando llegue una tromba de las fuertes nos iremos al cuerno. Y, por supuesto, le echaremos la culpa al Ayuntamiento, que para eso está.

Pero lo que más me asusta es cuando el hombre juega a ser Dios. Cuando intenta manipular la naturaleza a su antojo. Véase la clonación y manipulación de embriones humanos, o el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) que tan de moda ha estado estos últimos meses por su construcción en la frontera franco-suiza y puesta en marcha ayer 10 de septiembre.

Este nuevo acelerador de partículas –el más grande jamás construido y en cuyo proyecto participan más de 2.000 físicos– tiene el tamaño de una circunferencia de 27 kilómetros, y está diseñado para saber más acerca de los átomos, la materia oscura y la existencia de dimensiones extras, entre otras cosas. Uno de los experimentos que pretenden llevar a cabo con el LHC –imagínense la cantidad de energía utilizada– es recrear las condiciones del Big Bang que supuestamente creó el Universo hace millones de años, para «intentar conocer mejor de dónde venimos», según palabras del presidente del Comité de Política Científica del Centro Europeo de Investigaciones Nucleares, el español Enrique Fernández.

El caso es que los mismos científicos que dirigen el proyecto hablan de la posible creación de agujeros negros, o los monopolios magnéticos de los que ya habló Einstein, algo que eliminaría la Humanidad de un plumazo. Imagínense: un agujero negro, como los del Universo, pero a un par de miles de kilómetros de aquí.

Los científicos más críticos con el LHC –uno de ellos también español, Luis Sancho– han llegado a denunciar las actividades de este laboratorio europeo ante un tribunal estadounidense, afirmando que «tiene un 75% de probabilidad de extinguir la Tierra». Por su parte, los partidarios aseguran que la probabilidad de que esto ocurra es tan sólo de una entre un millón. O sea. Posibilidades hay.

Sancho denuncia que con el LHC pueden ocurrir dos cosas: bien se prueba la Radiación de Hawking –los agujeros negros se evaporan viajando al pasado, al absorber partículas, y son puertas a universos paralelos–, que es lo que en realidad se pretende demostrar con el experimento, o bien seremos espectadores de primera fila de la Teoría de la Relatividad de Einstein: el colisionador creará materia extraña y/o agujeros negros y en unos segundos la Tierra se convertirá en una nova.

No pretendo alarmar. Además, no soy quién para hablar de ello. Pero es que entre los propios científicos hay discrepancias. Lo que sí opino es que sólo una especie tan arrogante como la nuestra puede decir que recrear las condiciones de energía del Big Bang en la Tierra no conlleva ningún riesgo. Y en eso estaremos de acuerdo

 
 
 
 

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