¡¡ Viva la República¡¡
Gallardoski.-Nada será desinteresado, fortuito, azaroso en lo que al poder se refiere y en lo que refieren las palabras sobre el poder. Por eso no es casual, ni desinteresado ese fingido desdén de algunos por el valor de las palabras, por lo que las palabras contienen. Toda la rosa está, como sabemos por Borges, en la palabra rosa y todo el Nilo en la palabra Nilo.
Así , cuando se te sienta, pongamos en una comida de trabajo, un bocazas y afirma con pretendida suficiencia : “Pero chaval, en los tiempos que estamos ya no se puede hablar ni de derechas ni de izquierdas” El bocazas- que siempre hace honor a su condición- está inmediatamente definiéndose.
No es habitual que una persona de izquierdas haga un comentario de ese tipo. La persona de izquierdas , por serlo, está tomando claramente partido y posiciones frente a la realidad, sea esta social, cultural o económica. No puede negarse a sí mismo. Si además uno viene declarándose a poco que le pregunten Republicano, la carcajada de los modernos modernísimos puede tronar en el aire como una amenaza. Risa de la exclusión que jamás busca ser compartida, sino ser oída desde la jactancia, ya digo; Como una amenaza.
Y es que, por estupendos que nos pongamos, produce risa defender no ya revoluciones, que tienen – Víctor Hugo dixit- como los volcanes sus días de llamas y sus años de humo, sino obviedades ilustradas como la fraternidad ¡ qué palabra! , la igualdad ¡ qué palabro! y la libertad ¡qué palabrota!, rindiendo pleitesía a una forma de gobierno como la Monarquía.
No se pretende aquí una quirúrgica guillotina anti Borbónica, porque ahí están el hombre y su familia y ningún mal se les desea, vienen cumpliendo su papel (papel couché) como una suerte de embajadores socioculturales del país allá por donde van. Se le reconoce al monarca cierta simpatía – los borbones nunca fueron antipáticos, simplemente negados para los asuntos de estado- y ganas de agradar.
Hombre tampoco se van a poner farrucos viniéndoles el cargo de donde les viene: Por gracia divina. Y aquí, en la gracia divina, es donde hay que pararse para comparar las dos formas de gobierno o mejor; de Estado.
A la República la legitima la soberanía popular ejercida directamente por el pueblo. Incluso ya en sus formas más primitivas (Grecia, la Roma anterior al imperio de Augusto y posterior a la expulsión de los etruscos) la República era un canon de civilización y progreso frente a la horda bárbara y la tiranía cafre de sus caudillos.
La Monarquía se sustenta desde siempre en las brumas intelectuales más célebres de la especie, a saber; La Gracia divina, el poder de las armas y el dinero, el oscurantismo religioso, la obediencia ciega y el respeto irracional a unos personajes que – pese a sus majestades- no dejan de ser nada más y nada menos que individuos con sus culos, sus atributos sexuales, sus neuralgias y sus picores.
Frente a esta dicotomía histórica entre razón y fe, ilustración y superstición, progreso y conservadurismo, Monarquía y República, es sintomático de la decadencia intelectual decir eso de qué más da. Lo mismo da una cosa que la otra.
Admitiremos que quizá- en atención a cómo se va moviendo el mundo y de que al fin y al cabo no somos sino virreinatos del Gran amigo Americano y cualquier crisis internacional así lo demuestra- admitiremos , decía que da igual una cosa que otra. Pero lo que no debemos admitir- en atención a nuestras ideas- es que sea lo mismo. No señor: No es lo mismo.
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