Gallardoski.-Lo tengo todo un poco abandonado: La parte esta mía del arte y el ensayo. Nos produce cierto temor esta indolencia, como si fuésemos a perder la práctica, el oficio, la gracia. Vemos abismarse las poquísimas certezas económicas y sociales que nos iban quedando, sufrimos las consecuencias del timo monumental con el que nuestro abúlico presidente consiguió los votos de una población que quería ser feliz, que anhelaba esa mirada positiva que con la sonrisa meliflua, nos vendían desde las tribunas sociatas.
Ahora miran hacia otro lado, silban disimulando como ya hizo en los ochenta esta misma ralea que cumplió a la perfección su destino social- demócrata de mamporreros de la derecha y de los poderes fácticos, que ya, como la Santísima Trinidad, convergen todos en uno: El dinero. Cuando las personas a las que se les ha vendido el caramelo del bienestar, una piñata envenenada en la que como chiquillos en un cumpleaños dramático, todos participamos y compramos nuestros dúplex, nuestros automóviles y nuestras parcelitas de recreo, cuando esa “Mirada positiva” nos poetizó las cosas más cotidianas y podíamos entregarnos a las domésticas utopías; podíamos ser vagamente solidarios con los inmigrantes, ahora ya somos enemigos otra vez, podíamos hacer grandes planes para estructurar el estado, ahora somos otra vez desconfiados y centralistas porque tememos que en el pastel de la financiación nos vuelvan a timar. Cuando los gobernantes se quitan la máscara de su inoperancia y, otra vez como niñatos malcriados, afirman que todo lo que pasa es por culpa del vecino, y por culpa de ese vecino que es el mundo en general, vemos que hay gente que se va a la calle en las fábricas, en las obras, en los talleres. La mirada positiva nos parece un asqueroso sarcasmo, un cinismo cruel de los que jamás pierden sus trabajos, de los que tienen apellidos que llevan siglos gobernando un país, de esta aristocracia de altos funcionarios, de secretarios de estado adscritos a ministerios inútiles que le solucionan la papeleta y el jornal a una banda de inútiles que, a pesar de su probada ineficacia, han conseguido ir medrando a base de perreo, inmoralidad y avaricia. He vuelto a recuperar, por más que me pese, la repugnancia profunda que durante años sentí por los políticos profesionales y de la que me redimió ese buenismo oportunista de ZP. He vuelto a sentirme tan estafado como cuando el otro encantador de serpientes nos la metió a todos doblada con lo de la OTAN . Ahora ya puedo volver a decirles con todas las letras que se vayan a la mierda, sabiendo que no serán ellos los que concurran a esa bacanal nauseabunda de la porquería. Sabiendo que seremos otra vez nosotros, los pobres, los que nos veamos inmersos hasta las trancas en esa asquerosa diarrea. ¡Puaj!
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