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07 de Septiembre de 2008

Imagen activa  Gallardoski.-Dejando a un lado las enfermedades de transmisión sexual, obviando las modernísimas depresiones matutinas que gozan de gran predicamento entre la afición, haciendo las delicias de psicólogos ociosos que jamás negarán ninguna de las enfermedades mentales con que el paciente sanciona su propia existencia, mientras pague el paciente la minuta de tan abruptas confesiones al sonriente doctor.
Desdeñando el ardor de estómago, el insomnio, la halitosis y otras patologías más o menos confesables, si sufre nuestra contemporaneidad una epidemia de la que ni el más avezado o precavido de los mortales puede salvarse es la de los pelmazos.

Hablamos de ese personaje que cuando entras en el bar, exclama “Pero mira a quien tenemos por aquí”.

Nada importa que finjas despiste, que mires continuamente por encima de su cabeza como si buscaras a alguien que te espera, que ostentosamente consultes el reloj cada poco.

Ninguna de estas vacunas del comportamiento te libraran de su abrazo titánico.

Él , poseso de sí mismo, habla y habla sin parar. Habla sin parar y a destiempo como un músico torpe que se carga las posibilidades de la humana y variopinta orquesta nocturna.

Y es que además, oh mundo insolidario,...todos los parroquianos saben de qué va el pelmazo y nadie se acercará a ti para echarte una mano.
Nadie querrá correr el riesgo de que los multiformes tentáculos del pelmazo le toquen.

Así, mientras envidias la alegre conversación de la pandilla, mientras oyes sus risas y ocurrencias; el pelmazo cada vez más pegado a ti, adherido a tu chaqueta como una lapa, no suelta un instante tu brazo y te sugiere: “Gallardoski, deberías ser más comedido en el lenguaje que utilizas en tus artículos; un hombre con tus lecturas, con tu educación”

Porque como carecen tanto de respeto por los demás como de sentido del ridículo exhiben sus dudosas habilidades para todo. El pelmazo si eres músico rockero te habla de sus discos de “Los Pekenikes” y de que en su primera juventud montó un conjunto que hacía las delicias de las muchachitas ye yés en los guateques .

Si, por mal del demonio, resultas ser poeta lírico o literato , te cuenta que tiene muchos libros (veinte o treinta durmiendo el sueño de los justos en el mueble bar de la salita) y que todos son de un interés tremendo. Te relata con detalle, casi con sadismo, las circunstancias que rodearon la adquisición de cada uno de sus libros o te pregunta con vivísimo interés : “¿Has leído las poesías de Federico García Lorca?

Y si nada de esto lo sacia, termina poniéndose chistoso y cuenta chascarrillos infames de los que él solo se ríe.

El pelmazo ha hecho de todo en esta vida y lo que él no ha tenido tiempo de coronar lo hizo su cuñado o su primo, el del zumosol..

El pelmazo además no necesita compañía. Sabe que hace siglos que nadie escucha lo que dice. ¿A qué entonces esa profusión? ¿Crueldad? ¿Saña?.

La única forma de combatirlos – os lo dice uno que posee la extraña habilidad de atraer sobre sí a los pelmazos de todo tipo, pese a lo circunspecto de mis costumbres- es enfrentarlo con uno de su estirpe.

Cuando dos pelmazos coinciden se sienten mutuamente anulados.

Si uno replica el otro esgrime contrarréplicas y así hasta el infinito.

Ellos gustan de nosotros, de nuestra santa paciencia, de esta cortesía pusilánime con que los soportamos. Pero entre ellos mismos terminan por lo general cabreados o tristes y – lo que es más importante en atención a la salud mental de la ciudadanía- por fin, y felizmente, callados.

 
 
 
 

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