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09 de Noviembre de 2008 |
El cerebro humano es una maravilla, una máquina rarísima por la que miles de fantasmas y fantasmagorías pululan y bullen.
Gallardoski.-Yo puedo ir por la calle y estar pensando en Obama, así: impunemente. Puedo estar en la puta cola de un banco para ver si mis ahorros están seguros y no darme cuenta hasta que me llegue el turno de que no tengo ahorros, y esto sucede porque el cerebro humano es un cachondeo y el bombardeo de los medios me ha ido enajenando y me he plantado aquí, a que me garanticen mis setenta y nueve euros con cincuenta que es lo que me ha pagado una institución cultural muy respetable por un artículo que es de los tiempos de Maricastaña pero lo he cobrado ahora, al año.
Uno, en su infinita modestia, no considera su propio cerebro gran cosa, pero hace unos años estaba más sano, más cachas… y no era raro que mientras silbaba una melodía, estuviera a la vez pensando en la difícil situación de los territorios ocupados. En estos días pensamos solamente en la difícil situación de los territorios de nuestras casas, hipotecadas hasta las trancas.
O en la difícil situación de nuestras despensas, otrora colmadas de chocolatinas y cosas ricas y al día de hoy expuestas a una melancolía cuartelera de legumbres y galletas de oferta. Los gobiernos del mundo han sido ocupados por una cohorte de humoristas crueles, a veces asesinos y a veces no, pero todos ellos crueles, que bromean mucho en las altas cumbres y que dedican enormes partidas presupuestarias para sus gastillos.
Todas estas teorías – y más que no me caben- las ha ido generando mi cerebro (humano) mientras caminaba por las calles de nuestra ciudad. He pisado una enorme deposición (no humana) y se me ha parado el pensamiento justo en la mierda. ¿Será grave?.
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