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Apuntes de Historia LXXIX
 
 
 
 
 
 
 
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06 de Julio de 2014
Embarcaciones romanas por el Baetis (XII)
Manuel Jesús Parodi Álvarez.-Junto a las grandes naves comerciales romanas (y las militares) contempladas en los párrafos de los capítulos anteriores y cuyas siluetas perfilarían buena parte del paisaje visual del antiguo Baetis en su curso inferior (debido a las características del propio río, a la feracidad de las tierras del ingente valle y al comercio imperial), habrían de ser las embarcaciones menores las que configurasen la parte del león del paisaje “baetico” en la Antigüedad.
Los ligeros cascos de estas embarcaciones menores poblarían las aguas del río y formarían parte de la realidad y el paisaje cotidiano de quienes, hace dos mil años, poblasen estas tierras, dando forma a la vida diaria de yacimientos actuales como los de Évora o La Algaida.
De otra parte, es de señalar que la gran variedad de tipos y modelos de embarcaciones menores que muestran los distintos testimonios romanos conservados puede inducir incluso a una cierta indeterminación sobre los distintos modelos y ejemplares.

Estos tipos, modelos y ejemplares podrían ser precisamente los que descansaran en las orillas de nuestro río, los que surcasen los canales, esteros y caños del ámbito del Bajo Guadalquivir que retrata en sus textos el grecolatino Estrabón a comienzos de nuestra Era, los mismos modelos de embarcaciones sutiles que pudieron comunicar el entorno del Luciferi Fanum con los emplazamientos humanos de las riberas, los que permitieran comunicar Nabrissa (Lebrija) con Gades (Cádiz), el Portus Menesthei (El Puerto de Santa María) con la zona de la Turris Caepionis (en Chipiona), los que desde Evora llegasen en sus leves singladuras hasta Caura (Coria)…, los que en fin de cuentas desarrollasen una ingente e incesante actividad relacionada con el comercio, con el transporte de personas y mercancías, con la pesca, con la interrelación de las riberas entre sí y con las tierras del interior bañadas por los mencionados esteros, caños y canales del estuario del río Baetis en la Antigüedad.
 
En el capítulo de las embarcaciones menores que tanto peso tuvieron en el contexto de la economía del río Guadalquivir en época romana, un primer tipo a considerar es el de los lintres (o lyntres; ver P. Gauckler, en el diccionario Daremberg-Saglio, voz linter); se trata de un tipo de barcas construidas inicialmente a partir de un solo tronco de árbol y que habrían experimentado una paulatina evolución técnica hasta devenir embarcaciones formadas por piezas ensambladas.
Acerca de este tipo de barcas excavadas en un tronco de árbol (modelo básico de los lintres, que acabarían evolucionando hasta una mayor complejidad en su factura, como hemos señalado) nos hablan autores antiguos como Plinio (en su Historia Natural, VI.26.10), o Estrabón (en su Geografía, III.2.3).
 
Sabemos de la existencia y el empleo de piraguas monóxilas (categoría a la que pertenecerían las versiones originales de los lintres) en varios lugares de la Península Ibérica en la Antigüedad (y hasta época medieval), como en el actual Portugal (con un linter en el río Lima-Limia, en un contexto cuya datación se remontaría a los siglos X-XI d.C., en la Edad Media) respondiendo tipológicamente al modelo de los primeros lintres, en un testimonio de la continuidad de uso de los mismos; contamos con otros testimonios sobre la continuidad del empleo de estas monóxilas en la Península, destacando el hallazgo de una embarcación de dichas características en el marco del Bajo Guadalquivir, pero con menciones de su uso igualmente en el Cantábrico septentrional y noroccidental, y ya fuera del marco ibérico, en Europa Occidental (Francia, Países Bajos, Italia, Alemania, Inglaterra), así como en otras partes del Mundo (Egipto, Mesopotamia, India, África Oriental...).
 
Este tipo de nave menor, el linter de tablas ensambladas, serviría para el transporte de pasajeros y mercancías (con las limitaciones marcadas por su naturaleza y dimensiones) por cursos interiores (y tramos de cursos mayores) donde otras embarcaciones de mayor envergadura y desplazamiento (como las anteriormente consideradas codicariae y los pontones, por ejemplo)no podrían internarse debido a las propias características de los ríos (escasa profundidad, velocidad de la corriente, rápidos...) y de las naves.
 
De fondo redondeado, sin puente, sin velas, dotada de una escasa estabilidad, es conocida la referencia de Cicerón relativa a este tipo de embarcaciones en la que el orador de Arpino se burla de aquellos oradores que se agitan al hablar y se balancean como si estuviesen embarcados en uno de estos pequeños botes (Cicerón, Brutus 60), lo que nos habla de la relativa inestabilidad de los lintres en su desenvolvimiento ordinario, o al menos de la mala fama con la que al respecto contaban estos barquitos ya en la Antigüedad.
 
En el ámbito del río Baetis, y sin menoscabo de su papel en el curso del tercio inferior del río, loslintres contarían con un gran papel a la hora de comunicar los asentamientos humanos entreIlipa Magna (hoy Alcalá del Río, límite de la acción de las mareas y de la influencia marina en la Antigüedad, como hemos señalado en párrafos anteriores) y Corduba; a pesar de que su capacidad de desplazamiento debía ser relativamente limitada, su número, que podemos imaginar notable, compensaría su corto desplazamiento, sirviendo para el transporte ordinario de personas e igualmente para el de mercancías.
 
Contamos con la noticia de la existencia de un tráfico fluvial organizado merced a estas barcas menores y de la presencia de corporaciones de barqueros (corpora de lyntrarii) aguas arriba de Hispalis); cierta información sobre este particular nos la ofrece  la  inscripción (CIL II, 1182) que dedicaron a su patrono, C. Aelius Avitus, los barqueros que, desde distintas ciudades ribereñas del Baetis, usaban este tipo de barcas en el curso del río (los canamenses, oducienses y naevenses, esto es, los barqueros de Canama –hoy Alcolea del Río-, Oducia -la moderna Tocina- y Naeva –la actual localidad de Cantillana).     
     
Aun existiendo indicios ciertos sobre la navegación de altura (marítima) de los lintres, nos inclinamos a pensar que podría tratarse de un uso extendido de una determinada denominación a otros modelos de embarcaciones, las cuales originalmente no responderían ni a la nombre ni a las características del tipo, si bien no es de excluir el empleo de los lintres como embarcaciones auxiliares (como botes salvavidas) de naves mayores.
 
De acuerdo con J. Le Gall (en su libro, ya clásico, Le Tibre, fleuve de Rome dans l'Antiquité, publicado en París en 1953 -pp. 216-ss.), los lintres no habrían perdido algunas de sus señas de identidad originales, tales como su poca manga, su escaso calado y su baja borda, factores todos que debían incidir en su inestabilidad, como sabemos que señalase Cicerón, lo que sin duda se acentuaría al encarar una navegación marítima.
 
La capacidad de pasaje de estos lintres (siempre de acuerdo con el mencionado Le Gall) podría alcanzar hasta un máximo de siete personas, lo que coincidiría con los cálculos para la equivalencia entre pasaje y la carga de mercancías que estas embarcaciones podrían transportar.
 
Los lintres, entre otros tipos de embarcaciones sutiles, debían ser protagonistas con mayúsculas de la navegación por el curso del río Guadalquivir en época romana, no sólo en los tramos del río donde los barcos mayores no pudieran navegar (esto es, aguas arriba de Hispalis), sino también en el tramo Bajo del río, en las aguas que bañan las actuales riberas sanluqueñas.
 
 
 
 

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