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Mis viejos
 
 
 
 
 
 
 
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31 de Agosto de 2008

Imagen activa  Jota Siroco.-Las viudas jóvenes de los viejos escritores van encerrando su memoria en el panteón de las fundaciones.
Guardan celosamente su recuerdo y su obra bajo siete llaves, quizá con la intención de hacerlos más rentables por la escasez de oferta.
A mí me duelen especialmente dos “cadáveres exquisitos”: el de Rafael, saltando desnudo como un delfín junto al “vaporcito” del Puerto, y el de D. Camilo, escandalizando a Rosalía de Castro en los humedales de Iria Flavia.

De pronto parece que nunca hubieran existido, que su obra no esté ahí, que su recuerdo lo haya borrado el tiempo… tan rápidamente.
Ya sólo Umbral cita a D. Camilo muy de vez en cuando. En el tiempo que le deja libre su estúpida diatriba con Pérez Reverte, ese guionista de culebrones a lo Dick Turpin.
Y a Alberti, nadie. A Alberti no lo cita nadie. No hay quien lo vuelva a traer desde el eterno exilio de la muerte.
Leo a los nuevos poetas y ni uno solo de sus versos sirve para la inmensa mayoría, se enredan todos en la pequeñez de su yo maltrecho o a sus amores en tiempos de otoño; leo a los nuevos narradores que reducen su literatura a un juego de entrepiernas.
Yo me tuve que comer la fe en todos los dioses en “ertiempolajambre”, dejé de creer en los políticos demócratas en cuanto llegaron al poder, me aburrí como una ostra con las geniales creaciones de los nuevos santones y de las nuevas matronas.
La verdad es que me estoy haciendo un viejo cascarrabias al que sólo le queda el refugio de la Plaza del Cabildo, donde al menos el violín decrépito de Teodoro, el cante repetido de el Cordobés y las desgracias de las rumanas con mechero, añaden capítulos vivos al Buscón, a La Colmena y a una Sanlúcar “peligro para caminantes” y reata de truhanes.
…y encima Sabina ha perdido la voz. ¡Hay que joderse!.

NOTA: Conste que hoy no he hablado del Ayuntamiento, ni de “su” el repugnante botellón.

 
 
 
 

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