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España en Paz
 
 
 
 
 
 
 
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13 de Diciembre de 2015
Dos policías españoles muertos en atentado en Kabul
Daniel Lebrato.-La diplomacia es o debería ser contraria a la guerra. En respuesta a la muerte en atentado de dos policías españoles en la embajada de España el Kabul, hay que preguntarse cómo se pueden tener relaciones con países que no garantizan la seguridad de sus sedes diplomáticas, que tienen que ser protegidas por policías propios traídos de sus países de origen. En Afganistán, alguien estará pidiendo spanish, go home y tal vez aquí en España se levanten voces cuestionándose qué pintaban esos dos policías en un país incapaz de garantizar la seguridad de sus huéspedes. Spanish, go home, España, neutral, España en paz.
España en paz es un largo poema de Antonio Machado que él escribió con ocasión de la Gran Guerra, que llegada la Segunda, sería numerada Primera Guerra Mundial. En aquel conflicto, España hizo lo mejor: no entrar en guerra con ni uno ni otro bando y permanecer neutral. Eso fue en 1914. 

En 1931 la Constitución Española recogió en su artículo 6 que “España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional”. No decía ‘internacional’, no instituyó la renuncia al ejército y su reconversión en fuerza de seguridad, pero algo era mucho. Eso fue en la Constitución de la Segunda República. Ya quisiera la del 78, que nos oprime, expresar una máxima semejante por hacer una España en paz.

 

 

 

ESPAÑA EN PAZ
Baeza, 10 de noviembre de 1914

En mi rincón moruno, mientras repiquetea
el agua de la siembra bendita en los cristales,
yo pienso en la lejana Europa que pelea,
el fiero Norte, envuelto en lluvias otoñales.

Donde combaten galos, ingleses y teutones,
allá, en la vieja Flandes y en una tarde fría,
sobre jinetes, carros, infantes y cañones
pondrá la lluvia el velo de su melancolía.

Envolverá la niebla el rojo expolario
-sordina gris al férreo claror del campamento-,
las brumas de la mancha caerán como un sudario
de la flamenca duna sobre el fangal sangriento.

Un César ha ordenado las tropas de Germania
contra el francés avaro y el triste moscovita,
y osó hostigar la rubia pantera de Britania.
Medio planeta en armas contra el teutón milita.

¡Señor! La guerra es mala y bárbara; la guerra,
odiada por las madres, las almas entigrece;
mientras la guerra pasa, ¿quién sembrará la tierra?
¿Quién segará la espiga que junio amarillece?

Albión acecha y caza las quillas en los mares;
Germania arruina templos, moradas y talleres;
la guerra pone un soplo de hielo en los hogares,
y el hambre en los caminos, y el llanto en las mujeres.

Es bárbara la guerra y torpe y regresiva;
¿Por qué otra vez a Europa esta sangrienta racha
que siega el alma y esta locura acometiva?
¿Por qué otra vez el hombre de sangre se emborracha?

La guerra nos devuelve las podres y las pestes
del Ultramar cristiano; el vértigo de horrores
que trajo Atila a Europa con sus feroces huestes;
las hordas mercenarias, los púnicos rencores;

la guerra nos devuelve los muertos milenarios
de cíclopes, centauros, Heracles y Teseos;
la guerra resucita los sueños cavernarios
del hombre con peludos mammuthes giganteos.

¿Y bien? El mundo en guerra y en paz España sola.
¡Salud, oh buen Quijano! Por si este gesto es tuyo,
yo te saludo. ¡Salve! Salud, paz española,
si no eres paz cobarde, sino desdén y orgullo.

Si eres desdén y orgullo, valor de ti, si bruñes
en esa paz, valiente, la enmohecida espada,
para tenerla limpia, sin tacha, cuando empuñes
el arma de tu vieja panoplia arrinconada;

si pules y acicalas tus hierros para, un día,
vestir de luz, y erguida: heme aquí, pues, España,
en alma y cuerpo, toda, para una guerra mía,
heme aquí pues, vestida para la propia hazaña,

decir, para que diga quien oiga: es voz, no es eco,
el buen manchego habla palabras de cordura;
parece que el hidalgo amojamado y seco
entró en razón, y tiene espada a la cintura;

entonces, paz de España, yo te saludo. Si eres
vergüenza humana de esos rencores cabezudos
con que se matan miles de avaros mercaderes,
sobre la madre tierra que los parió desnudos;

si sabes cómo Europa entera se anegaba
en una paz sin alma, en un afán sin vida,
y que una calentura cruel la aniquilaba,
que es hoy la fiebre de esta pelea fratricida;

si sabes que esos pueblos arrojan sus riquezas
al mar y al fuego -todos- para sentirse hermanos
un día ante el divino altar de la pobreza,
gabachos y tudescos, latinos y britanos,

entonces, paz de España, también yo te saludo,
y a ti, la España fuerte, si, en esta paz bendita,
en tu desdeño esculpes como sobre un escudo,
dos ojos que avizoran y un ceño que medita.

Antonio Machado

Baeza, 10 de noviembre de 1914

Recogido en Manuel Machado & Antonio Machado, Obras Completas, Biblioteca Nueva, 1983. ISBN (de la 2ª edición): 978-84-70302-67-1.

 
 
 
 

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