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Las playas de Marruecos (1ª parte)
 
 
 
 
 
 
 
Las playas de Marruecos (1ª parte) PDF Imprimir E-mail
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12 de Octubre de 2008

Imagen activaEn el mes de julio de 1.969 me encontraba embarcado en un pesquero del Puerto de Santa María cuyo nombre era “Juan y Felipe”,  de 57 toneladas, tenía unos 18 metros de eslora y llevaba un motor Volum de doble cilindro de 120 C.V.

José Glez Parada.-Recuerdo que salimos del puerto base navegando el lunes día 15 de julio hacía las costas de Marruecos donde  trabajábamos durante todo el año y, si es verdad que no me acuerdo de toda la tripulación, ésta estaba compuesta por los siguientes marineros.

Patrón.........................  Antonio Rosa Gallardo (El Quinina).

1º Motorista................. (El cañita) del Puerto Santa María.

2º Patrón...................... (El Cañizo)

2º Motorista................  José González Parada.

Contramaestre............  José Carrucho  (El Carrucho).

Cocinero...................... José Raposo Muñoz (El Gringo)

Marinero..................... Antonio Lagomazzini.

Otro............................. Manuel Casado Martín  (El Corona).

Otro............................. Juan Marín (Juan Lámame).

Habíamos llegado el mismo día 15 al mediodía a las costas de Marruecos, calando  la red en el caladero conocido por “Los Coreanos”, entre Arcilas y Larache,  corriendo el arte hacía el sur hasta la caída de la tarde en la que chorramos y después de correr suelto algunas millas hacía el Sur, sobre las 02.00 horas de la mañana, volvimos a calar al norte de Kenitra por tierra en dirección Sur en un fondo de aguas clara con sonda de 15 brazas con ánimo de volver a chorrar al alba una vez amanecido.

Como era natural por esa fecha, la mar estaba en calma y la visibilidad era total; sobre las siete y media de la mañana, el cocinero ya se encontraba preparando los enseres para la comida, mientras el Cañizo, desde el puente vigilaba el rumbo, la sonda y los cables por popa, los cuales venían abierto como era de esperar que vinieran por aquellas playas tan limpias de obstáculos y enrroscaderos, y yo, desde el tambucho del guardacalor controlaba la máquina a la vez que oteaba el horizonte así como las playas de Kenitra de arenas limpia y rubias y que se encontraba al través a unos trescientos metros de distancias del barco.

Mirando hacía el Sur, empieza a divisarse un punto negro que viene navegando paralelo a la costa a nuestro encuentro, hasta que se hace visiblemente su fisonomía tratándose de un patrullero Marroquí, que a toda marcha, y sin cambiar el rumbo, se nos viene encima.

Al ver venir al patrullero, empiezo a dar gritos al puente para llamar la atención del Cañizo y, éste, nervioso, al igual que el cocinero y yo, empezamos a llamar a la gente que, a los gritos corríamos cada uno a su destino en el barco para realizar las maniobras habituales, a  toda prisa,  tratando de meter el arte a bordo y correr  hacía fuera para buscar las millas reglamentarias y legales para la pesca.

Pero no da tiempo para nada; la patrullera llega a nuestro costado abarloándose y espera que terminemos las maniobras de chorrar para abordarnos.

Nuestro temor en un principio no era el apresamiento del barco, ya que estábamos pescando legalmente, pues teníamos Licencia de Pesca pagada en la Ayudantía Militar de Marina del Puerto de Santa María cuyo valor mensual era de 14.000 pesetas para dedicarnos a esta actividad en dichas costas, además de llevar a bordo siempre una caja de bebidas, normalmente de coñac, más algún dinero con que pagar a los oficiales de las patrulleras siendo ésta la forma en que  nos dejaban trabajar por tierra.

Pero esta vez no nos sirvió de nada, mientras el patrón y el primer oficial de la patrullera negociaban en el puente, otra patrullera es divisada por el Sur rumbo a nosotros llegando rauda a nuestra altura y echando a perder las negociaciones que de ésta manera se cambiaron rápidamente en orden de salir navegando con rumbo a Tánger apresado y escoltado por las dos patrulleras que nos seguían a corta distancia a pesar de habernos dejado en la cubierta, en la proa, un marinero de la patrullera que nos controlaba y vigilaba nuestros movimientos.

Durante todo el día 16 de julio (Día de Nuestra Señora del Carmen), el “JUAN Y FELIPE”, navegó hacía Tánger, mientras los marineros a bordo recogían el pescado capturado de la cubierta, lo preparaban en la nevera, recogían los artes de pesca y los amarraban en cubierta pegado a las amuras del barco, baldeaban la cubierta,  almorzaban y se turnaban en el puente para realizar sus horas de timonel hasta que, sobre las 15.00 horas, una de las patrulleras que nos escoltaban, nos deja y pone rumbo a la mar abierta hacía un punto negro que se observaba en el horizonte y que nos pareció un barco de arrastre trabajando.

Próximo Domingo 2ª parte

 
 
 
 

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