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Chatono y el Callejón del Trapo
 
 
 
 
 
 
 
Chatono y el Callejón del Trapo PDF Imprimir E-mail
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22 de Abril de 2016
Teatro para ser leído
Chatono Contreras.-CERVANTES. - En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor...
NARRADORA. - Con estas palabras comienza una de las más preclaras obras de la literatura universal. La narración que inicia, las aventuras en que se mete el personaje a que se refieren, han sido leídas por miles de hombres desde que las escribió la mano cansada, de un español viejo, pobre, y golpeado sin misericordia por la vida. El «Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha» es un mensaje para todos los espíritus...
CERVANTES. - Es de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda...
NARRADORA. - He aquí un hidalgo de aldea, digno, de vida parva, como todos los de su clase, sin una función determinada, en la soledad del campo manchego. Apretado por lo cotidiano, ¿dónde encontrará el escape? Ya lo hemos visto: En los libros, en la literatura. He ahí un factor esencial en el Quijote, la literatura, como modelo de la vida. Por ello se ha dicho que Don Quijote es el prototipo de lector.
CERVANTES. -En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro y los días de turbio en turbio, y así del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio... Rematado ya, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue el de hacerse caballero andante, e irse por todo el mundo a buscar las aventuras.
NARRADORA. - Don Quijote ha verificado la primera trasmutación. En su mente las incitaciones de los libros de caballería, las hazañas de ilustres peleadores, y el romancero tejen un mundo en que las ventas se hacen castillos. Y surge la parodia, en duro contraste.
VENTERO. - Si vuestra merced, señor caballero, busca posada, amén de lecho porque en esta posada no hay ninguno; todo lo demás se hallará en ella en mucha abundancia.
DON QUIJOTE. - Para mí, señor castellano, cualquiera cosa basta, porque «mis arreos son las armas, mi descanso el pelear»...
VENTERO. - Según eso, las camas de vuestra merced serán duras peñas, y su dormir siempre velar; y siendo así, bien se puede apear, con seguridad de hallar en esta choza ocasión y ocasiones para no dormir en todo un año, cuanto más en una noche. ..
DON QUIJOTE. - No me levantaré jamás de donde estoy..., fasta que la vuestra cortesía me otorgue un don que pedirle quiero... El don es que mañana me habéis de armar caballero, v esta noche en la capilla de este vuestro castillo velaré las armas...
 
MÚSICA
 
VENTERO. - Mozuela, cíñele la espada...
TOLOSA. - Dios haga a vuestra merced muy venturoso caballero, y le dé ventura en lides.
DON QUIJOTE. - ¿Cómo os llamáis, por saber con quién quedo obligado en tanto honor?
TOLOSA. - Me llaman la Tolosa, y soy hija de un remendón de Toledo.
DON QUIJOTE. - Por mi amor os pido, señora, que os pongáis don y os llaméis doña Tolosa.
VENTERO. - Tú, cálzale la espuela.
DON QUIJOTE. - ¿Cómo os llamáis, señora?
MOLINERA. - La Molinera.
DON QUIJOTE. - Lo mismo os digo, que os pongáis don y os llaméis doña Molinera.
 
 RÁFAGA MÚSICA
 
CERVANTES. - La del alba sería cuando Don Quijote salió de la venta tan contento, tan gallardo, tan alborozado por verse ya armado caballero, que el gozo le reventaba por las cinchas del caballo.
RÁFAGA MÚSICA
NARRADORA. - Don Quijote no escarmentó con el mal fin de su primera salida. En su segunda buscó un buen escudero, Sancho. Desde este momento la obra empezará a enriquecerse y aparecerán dos perspectivas de la realidad entremezcladas, haciendo oscilar todo. Aquí tenemos la primera.
En la llanura manchega, han surgido unas extrañas formas. Eran molinos de viento, artificio muy nuevo entonces. Pero Don Quijote los trasmutará, en su continua interpretación del mundo como escenario de libros de caballería. Serán gigantes, y él, transmutándose a sí propio, con fe en la fortaleza de su brazo, se lanzará sobre ellos.
DON QUIJOTE. - La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertábamos a desear; parque ves allí, amigo Sancho Panza, dónde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla...
SANCHO. - ¿Qué gigantes?
DON QUIJOTE. - Aquellos que allí ves...
SANCHO. - Mire vuestra merced que aquellos que allí se parecen, no son gigantes, sino molinos de viento...
DON QUIJOTE. - Si tienes miedo, quítate de ahí y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla...
DON QUIJOTE. - Non fuyades, cobardes y viles criaturas; que un solo caballero es el que os acomete...
SANCHO. - ¡Que son molinos! ¡Que son molinos!...        ¡Válgame Dios! ¡Qué caída! ¿No le dije a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza?
 RÁFAGA MÚSICA
 
NARRADORA. - Don Quijote y Sancho, adentrados por la montaña, recibirán amable acogida de los pastores. El ambiente es de paz. La humildad no aparece toscamente. Al contrario todo será digno. Y ahora no es el enloquecido aventurero quien habla, sino el buen hidalgo, lector de los clásicos, quien, solemnemente, desarrollará un tema esencial del humanismo, el de la edad dorada.
DON QUIJOTE. - Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quienes los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa, sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes. A nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquiera mano sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo... Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia...
NARRADORA. -El tema pastoril es esencial en Cervantes. Parece como si se expresase una plenitud de vida. Pero no hay que olvidar que lo que se dice es esencialmente una nostalgia, un contraste con la dura edad presente...
Cuando estamos bien convencidos, Cervantes da un rápido cambio de enfoque, e introduce la corrección irónica.
CERVANTES. - Toda esta larga arenga - que se pudiera muy bien excusar -, dijo nuestro caballero, porque las bellotas que le dieron, le trujeron a la memoria la edad heroica, y antojósele hacer aquel inútil razonamiento a los cabreros, que sin respondelle palabra, embobados y suspensos, le estuvieron escuchando. Sancho asimismo callaba y comía bellotas, y visitaba muy a menudo el segundo zaque, que porque se enfriase el vino, le tenían colgado de un alcornoque...
 
MÚSICA
 
EL EPISODIO DE LOS GALEOTES.
CERVANTES. - Por el camino que llevaban venían hasta doce hombres a pie, ensartados como cuentas, en una gran cadena de hierro, por los cuellos, y todos con esposas a las manos...
 
RÁFAGA MÚSICA
 
SANCHO. - Esta es cadena de galeotes, gente forzada del rey, que va a galeras...
DON QUIJOTE. - ¿Cómo gente forzada? ¿Es posible que el rey haga fuerza a ninguna gente?
SANCHO. - No digo eso, sino que es gente que por sus delitos va condenada a servir al Rey en galeras, de por fuerza.
DON QUIJOTE. - En resolución, como quiera que ello sea, esta gente, aunque los llevan, van de por fuerza y no de su voluntad.
SANCHO. - Así es.
DON QUIJOTE. - Pues de esa manera aquí encaja la ejecución de mi oficio: desfacer fuerzas y socorrer y acudir a los miserables.
SANCHO. - Advierta vuestra merced que la justicia que es el mesmo Rey, no hace fuerza ni agravio a semejante gente, sino que los castiga en pena de sus delitos.
NARRADORA. - Don Quijote va por el camino, y en la cadena de galeotes ve tan sólo a unos hombres a los que se lleva por fuerza. Su huída de la realidad, apoyada en las imágenes que de sí mismo se ha ido forjando, le mueven a preguntas y reflexiones, de las que sólo sacará en consecuencia que debe liberar a los oprimidos...
DON QUIJOTE. - De todo cuanto habéis dicho, hermanos carísimos, he sacado en limpio, que aunque os han castigado por vuestras culpas, las penas que vais a padecer no os dan mucho gusto y que vais a ellas contra vuestra voluntad... Pero porque sé que una de las partes de la prudencia es que lo que se puede hacer por bien no se haga por mal, quiero rogar a estos señores guardianes y comisarios sean servidos de desataros y dejaros ir en paz, porque me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres...
COMISARIO. - ¡Donosa majadería! ¡Bueno está el donaire con que ha salido al cabo de rato! ¡Los forzados del Rey quiere que le dejemos, como si tuviéramos autoridad para soltarlos, o él la tuviera para mandárnoslo! Váyase vuestra merced, señor, norabuena su camino adelante, y enderécese ese bacín que trae en la cabeza, y no ande buscando tres pies al gato.
 DON QUIJOTE.- ¡Vos sois el gato, el rato y el bellaco!...
 
MÚSICA
 
CERVANTES. - Y diciendo y haciendo, arremetió con él tan presto, que, sin que tuviese lugar de ponerse en defensa, dió con él en el suelo, malherido de una lanzada... Las demás guardas arremetieron a Don Quijote, que con mucho sosiego los aguardaba, y sin duda lo pasara mal, si los galeotes, viendo la ocasión que se les ofrecía de alcanzar la libertad, no la procuraran, procurando romper la cadena donde venían ensartados...
DON QUIJOTE. -De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben y uno de los pecados que a Dios más ofende es la ingratitud... Es mi voluntad que, cargados de esa cadena que quité de vuestros cuellos, os pongáis en camino y vayáis a la ciudad del Toboso, y allí os presentéis ante la señora Dulcinea...
GALEOTE. - Ya se contentará la señora Dulcinea con alguna cantidad de avemarías y credos, que nosotros diremos por la intención de vuestra merced, y esta es cosa que se podrá cumplir de noche y de día, huyendo o reposando, en paz o en guerra; pero pensar que hemos de volver a tomar nuestra cadena y a ponernos en camino de Toboso, es como pedir peras al olmo...
DON QUIJOTE. -Pues ¡voto a tal... que habéis de ir vos solo, rabo entre piernas, con toda la cadena a cuestas!...
CERVANTES. - Ginés de Pasamonte, que no era nada bien sufrido, estando ya enterado de que Don Quijote no era muy cuerdo..., hizo del ojo a los compañeros, y apartándose, comenzaron a llover tantas piedras sobre Don Quijote que no se daba manos a cubrirse con la rodela...
DON QUIJOTE. - Siempre Sancho, lo he oído decir, que el hacer bien a villanos es echar agua a la mar.
 
RÁFAGA MÚSICA
 
NARRADORA. - Y pronto llega el desengaño. El alma pura, de adolescente alocado de Don Quijote, se enfrenta duramente con la más hosca y feroz forma de existencia, el mundo de la picaresca, que aquí no es gracia o color local, sino contraste extremo para mostrar cómo el acierto en la intención no basta. Dura, violenta, amarga escena.
 
DISCURSO DE LAS ARMAS Y LAS LETRAS. EL REMEDIO CONTRA EL TURCO.
 
 MÚSICA
 
NARRADORA. - Ahora, de nuevo, Don Quijote no es el alocado imitador de fantásticas aventuras. A través de la obra ha ido creciendo en hondura humana, en dignidad. Y aquí se hace eco de todo el humanismo de las armas, de la afirmación de la nobleza de ese oficio, al servicio de la paz. Las armas, además, han de servir a la justicia y a la virtud, en suma, al mejoramiento del hombre.
 DON QUIJOTE. - Verdaderamente, si bien se considera, señores míos, grandes e inauditas cosas, ven los que profesan la orden de la andante caballería... Quiténseme delante los que dijeren que las letras hacen ventaja a las armas; que les diré y sean quien se fueren, que no saben lo que dicen. Porque la razón que los tales suelen decir y a lo que ellos más se atienen, es que los trabajos del espíritu exceden a los del cuerpo, y que las armas sólo con el cuerpo se ejercitan, como si fuere su ejercicio oficio de ganapanes, para el cual no es menester más de buenas fuerzas, o como si en esto que llamamos armas los que las profesamos, no se encerrasen los actos de la fortaleza, los cuales piden para ejecutarlos mucho entendimiento, o como si no trabajase el ánimo del guerrero que tiene a su cargo un ejército, o la defensa de una ciudad sitiada, así con el espíritu como con el cuerpo. Si no, véase si se alcanza con las fuerzas corporales a saber conjeturar el intento del enemigo, los designios, las estratagemas, las dificultades, el prevenir los daños que se temen; que todas estas cosas son acciones del entendimiento, en quien no tiene parte alguna el cuerpo. Siendo, pues, así que las armas requieren espíritu, como las letras, veamos ahora cuál de los dos espíritus, el del letrado o el del guerrero, trabaja más... Es el fin y paradero de las letras, y no hablo ahora de las divinas que tienen por blanco llevar y encaminar las almas al cielo, que a un fin tan sin fin como éste, ninguno otro se le puede igualar. Hablo de las letras humanas, que es su fin poner en su punto la justicia distributiva y dar a cada uno lo que es suyo; entender y hacer que las buenas leyes se guarden. Fin, por cierto, generoso y alto y digno de grande alabanza; pero no de tanta como merece aquel a que las armas atienden, las cuales tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida...
 
RÁFAGA MÚSICA
 
NARRADORA. - Y ahora estamos de nuevo en el hogar del hidalgo que reposa su cuerpo, pero que deja volar su alma. De nuevo las armas. Frente al Estado moderno, a los ejércitos colectivos, la afirmación del valor del caballero aventurero..., como en un sueño.
CURA. - Vienen nuevas de la Corte de que el Turco baja con una poderosa armada. Dios sabe dónde descargará tan gran nublado. Su Majestad ha hecho proveer las costas de Nápoles y Sicilia y la isla de Malta.
DON QUIJOTE. - Su Majestad ha hecho como prudentísimo guerrero en proveer sus estados con tiempo, porque no le halle desapercibido el enemigo; pero si tomara mi consejo, aconsejárale yo que usara de una prevención, de la cual su Majestad, la hora de agora, debe estar muy ajeno de pensar en ella.
BARBERO. - Veamos ese consejo, no sea uno de los muchos advertimíentos impertinentes que se suelen dar a los príncipes...
DON QUIJOTE. - ¡Cuerpo de tal! ¿Hay más sino mandar su Majestad por público pregón que se junten en la Corte para un día señalado todos los caballeros andantes que vagan por España, que aunque no viniesen sino media docena, tal podría venir entre ellos, que sólo bastare a destruir toda la potestad del Turco ?...
SOBRINA. - ¡Ay! ¡Que me maten si no quiere mi señor volver a ser caballero andante!
DON QUIJOTE. - Caballero andante he de morir y baje o suba el Turco cuando él quisiere y cuán poderosamente pudiere; que otra vez digo que Dios me entiende.
NARRADORA. - ¿Ese sueño no era el ensueño hecho de recuerdos en Cervantes? ¿No afirmó con su valor propio, con las heridas de su pobre carne enferma, la fuerza del espíritu ? ¿Aquel día, como en Mühlberg, no fué cada hombre un caballero? ¿No fué el triunfo del esfuerzo bélico heroico en actos individuales? La más alta ocasión que vieron los siglos aparece aquí como nostalgia en el alma de Cervantes, por boca de Don Quijote.
 
 MÚSICA
 
SANCHO Y TERESA.
 
NARRADORA. - No puede concebirse a Don Quijote sin Sancho. La narración irá enfrentando al caballero con el escudero, o bien descubrirá en juego de matices y contrastes, la cambiante personalidad de cada uno. Sancho no llega a quijotizarse, como se ha dicho, sino más bien oscilará entre su fe utópica en Don Quijote, y la busca de la seguridad. En este diálogo con su mujer, aparecerá en esa oscilación, en la que la aspiración suprema, la ínsula, se contrasta con los ideales burgueses de seguridad y pompa. ¡Qué vacilación entre la fe en Don Quijote y su ideal de vida segura y lujosa para su familia! En este diálogo, como en todos, resplandece el arte de Cervantes, en la caracterización de personajes, en sus gestos y palabras.
TERESA. - ¿Qué traés, Sancho amigo, que tan alegre venís?
SANCHO. - Mujer mía, si Dios quisiera, bien me holgara yo de no estar tan contento como muestro.
TERESA. - No os entiendo, marido, y no sé qué queréis decir con eso de que os holgáredes, si Dios quisiera, de no estar contento, que magüer tonta, no sé yo quien no recibe gusto de no tenerle.
SANCHO. - Mirad, Teresa, yo estoy alegre, porque tengo determinado de volver a servir a mi señor Don Quijote, el cual quiere la vez tercera salir a buscar las aventuras...
TERESA. - Mirad, Sancho: después que os hicisteis miembro del caballero andante, habláis de tan rodeada manera que no hay quien os entienda.
SANCHO. - Basta que me entienda Dios, mujer, que El es el entendedor de todas las cosas, y quédese esto aquí; y advertid, hermana, que os conviene tener cuenta estos tres días con el rucio, de manera que esté para armas tomar..., porque no vamos a bodas, sino a rodear el mundo y a tener dares y tomares con gigantes, con endriagos y con vestiglos...
TERESA. - Bien creo yo, marido, que los escuderos andantes no comen el pan de balde; y así quedaré rogando a nuestro Señor os saque presto de tan mala ventura.
SANCHO. - Yo os digo, mujer, que si no pensase antes de mucho tiempo verme gobernador de una ínsula, aquí me caería muerto.
 
TERESA. - Eso no, marido mío: viva la gallina aunque sea con su pepita: vivid vos y llévese el diablo cuantos gobiernos hay en el mundo; sin gobierno salisteis del vientre de vuestra madre, sin gobierno habéis vivido hasta ahora, y sin gobierno os iréis o os llevarán a la sepultura, cuando Dios fuere servido.. . Pero mirad, Sancho: si por ventura os viéredes con algún gobierno, no os olvidéis de mí y de vuestros hijos...
SANCHO. - A buena fe que si Dios me llega a tener algo qué de gobierno, que tengo de casar, mujer mía, a Mari Sancha tan altamente, que no la alcancen sino con llamarla señoría.
TERESA. - Eso no, Sancho; casadla con su igual, que es lo más acertado.
SANCHO. - Calla, boba, después le vendrá el señorío y la gravedad como de molde...
TERESA. - ¡Por cierto que sería gentil cosa casar a nuestra María con un condazo, o con un caballerote que cuando se le antojase la pusiese como nueva, llamándola de villana, hija de destripaterrones y de la pelarrueca!
SANCHO. - Ven acá, bestia y mujer de Barrabás: ¿por qué quieres tú ahora, sin qué ni para qué, estorbarme que no case a mi hija con quien me dé nietos que se llamen señoría...? Y en esto no hablemos más; que Sanchica ha de ser condesa, aunque tu más me digas...
TERESA. - El día que la viese condesa, haré cuenta que la entierro; pero otra vez os digo que hagáis lo que os diere gusto; que con esta carga nacemos las mujeres, de estar obedientes a sus maridos, aunque sean unos porros...
 
   MÚSICA
 
EL ENSUEÑO DE DULCINEA.
 
NARRADORA. - Vamos a llegar al momento esencial de la obra. Si quisiéramos buscar la clave del soberbio arco que es el Quijote, aquí está. Por fin el caballero ha llegado al Toboso. Recordad la búsqueda de los palacios de Dulcinea, que ya no es, ni siquiera en el recuerdo, Aldonza Lorenzo. . . Recordad ese caminar por las calladas calles campesinas al filo de la aurora, con el fondo de ruidos humildes y cotidianos, y como contraste la voz del labrador cantando uno de los romances que encendían a Don Quijote... Pero no había palacios, no hay Dulcinea, y al otro día, Sancho tiene que ir a buscar a su propia invención. No, no es tan fácil inventar, amigo Sancho. No se vuelve loco et que quiere, sino el que puede. Si se transforma la realidad en otro mundo hay que saber andar por él, y así te ves, hermano Sancho.
 
RÁFAGA MUSICAL
 
CERVANTES. - Y en esto salieron de la selva y descubrieron cerca a tres aldeanas. Tendió Don Quijote los ojos por todo el camino del Toboso y como no vio sino a las tres labradoras, turbóse todo, y preguntó a Sancho si las había dejado fuera de la ciudad.
SANCHO. - ¿Cómo fuera de la ciudad? ¿Por ventura tiene vuesa merced los ojos en el colodrillo, que no ve que son éstas, las que aquí vienen, resplandecientes como el mismo sol a medio día?
DON QUIJOTE.- Yo no veo, Sancho, sino a tres labradoras sobre tres borricos.
SANCHO. - ¡Agora me libre Dios del diablo! Y ¿es posible que tres hacaneas o como se llamen, blancas como el campo de la nieve, le parezcan a vuesa merced borricos? Acérquese que aquí llegan...
SANCHO. -Reina y princesa y duquesa de la hermosura, vuestra altivez y grandeza sea servida de recibir en su gracia y buen talante al cautivo caballero vuestro, que allí está hecho piedra, mármol, todo turbado y sin pulsos, de verse ante vuestra magnífica presencia...
LABRADORA 1.ª. - Apártense nora en tal, del camino, y déjennos pasar; que vamos de priesa.
SANCHO. - ¡Oh princesa y señora universal del Toboso! ¿Cómo vuestro magnánimo corazón no se enternece viendo arrodillado ante vuestra sublimada presencia a la columna y sustento de la andante caballería?
 LABRADORA 2.ª. - Mas ¡jo que te estrego, burra de mi suegro! ¡Mirad con que se vienen los señoricos ahora a hacer burlas de las aldeanas, como si aquí no supiésemos echar pullas como ellos! Vayan su camino e déjennos hacer el nuestro, y serles ha sano.
DON QUIJOTE. - Levántate Sancho..., y tú, oh término de la humana gentileza, único remedio de este afligido corazón que te adora. Ya que el maligno encantador me persigue y ha puesto nubes y cataratas en mis ojos..., no dejéis de mirarme blanda v amorosamente...
LABRADORA 3.ª. - ¡Tomá qué, mi agüelo! ¡Amiguita soy yo de oir resquebrajos! Apártense y déjennos ir y agradecérselo hemos...
SANCHO. - ¡Vive Roque que es la señora nuestra ama más ligera que un alcotán y que puede enseñar a subir a la jineta al más diestro cordobés o mejicano... Y no le van en zaga sus doncellas, que todas corren como el viento.
DON QUIJOTE. - Sancho, ¿qué te parece cuán mal quisto soy de encantadores? Y mira hasta dónde se extiende su malicia y la ojeriza que me tienen, pues me han querido privar del contento que pudiera darme ver en su ser a mi señora...
SANCHO. - ¡Oh canalla!  ¡Oh encantadores aciagos y mal intencionados, y quién os viera a todos ensartados por las agallas; como sardinas en percha! Mucho sabéis, mucho podéis y mucho mal hacéis... Aunque para decir verdad nunca yo ví su fealdad, sino su hermosura, a la cual subía de punto y quilates un lunar que tenía sobre el labio derecho a manera de bigote, con siete u ocho cabellos rubios como hebras de oro y largos de más de un palmo.
DON QUIJOTE. - Y ¡que no viese yo todo eso, Sancho! Ahora torno a decir, y diré mil veces, que soy el más desdichado de los hombres.
NARRADORA. - Sí, el más desdichado de los hombres. Porque en todas estas escenas, se ha invertido la relación entre Don Quijote, contemplando el mundo transformado por sus imaginaciones, y Sancho viendo las cosas en su habitual apariencia. Ni siquiera estará convencido Don Quijote de que sea cosa de encantadores. Don Quijote es el más desdichado de los hombres porque ha empezado a dudar... Algo muy querido se le está yendo del alma. Y, sin embargo...
 
   MÚSICA
LEONES EN LA MANCHA.
 
NARRADORA. - Y sin embargo he aquí la gran aventura, la aventura real. No hay encantos que valgan, ni hay el modelo de la apacible existencia del Caballero del Verde Gabán. ¡Qué enorme desdén se expresa aquí para la nueva forma de la vida burguesa, desde la afirmación del heroísmo cervantino ya inactual!...
CERVANTES. - Llegó en esto, el carro de las banderas, en el cual no venía otra gente que el carretero, en las mulas, y un hombre sentado en la delantera. Púsose Don Quijote delante...
DON QUIJOTE. - ¿A dónde vais, hermanos? ¿Qué carro es este, qué lleváis en él y qué banderas son aquestas?
CARRETERO. - El carro es mío; lo que va en él son dos bravos leones enjaulados, que el General de Orán envía a la Corte, presentados a Su Majestad; las banderas son del Rey nuestro señor, en señal de que aquí va cosa suya.
DON QUIJOTE. - Y ¿son grandes los leones?
CARRETERO. -Tan grandes que no han pasado mayores, ni tan grandes, de Africa a España jamás; y yo soy el leonero y he pasado otros; pero como éstos, ningunos. Van hambrientos porque no han comido hoy; y así vuesa merced se desvíe, que es menester llegar presto donde les demos de comer.
DON QUIJOTE. - ¿Leoncitos a mí? ¿A mí leoncitos y a tales horas? Pues ¡por Dios que han de ver esos señores que acá los envian si soy yo hombre que se espanta de leones! Apeaos, buen hombre, y pues sois el leonero, abrid esas jaulas y echadme esas bestias fuera, que en mitad desta campaña les daré a conocer quién es Don Quijote de la Mancha, a despecho y pesar de los encantadores que a mí los envían. . . ¡Voto a tal, don bellaco, que si no abrís luego, luego, las jaulas, que con esta lanza os he de coser en el carro!...
CERVANTES. - ¡Oh fuerte y sobre todo encarecimiento animoso Don Quijote de la Mancha, espejo donde se pueden mirar Iodos los valientes del mundo!... ¿Con qué palabras contaré esta tan espantosa hazaña, con qué razones la haré creíble a dos siglos venideros, o qué alabanzas habrá que no te convengan y cuadren, aunque sean hipérboles sobre todos los hipérboles?...
CERVANTES. - Visto el leonero ya puesto en postura a Don Quijote... abrió de par en par la primera jaula, donde estaba el león, el cual pareció de grandeza extraordinaria y de espantable y fea catadura. Lo primero que hizo fuérevolverse en la jaula donde venía echado y tender la garra, y desperezarse todo; abrió luego la boca y bostezó muy despacio, y con casi dos palmos de lengua que sacó fuera se despolvoreó los ojos y se lavó el rostro; hecho esto, sacó la cabeza fuera de la jaula y miró a todas partes con los ojos hechos brasas, vista y ademán para poner espanto a la misma temeridad. Sólo Don Quijote lo miraba atentamente, deseando que saltase ya del carro y viniese con él a las manos, entre las cuales pensaba hacerle pedazos.
Hasta aquí llegó el extremo de su jamás vista locura. Pero el generoso león, más comedido que arrogante, no haciendo caso de niñerías ni de bravatas, después de haber mirado a una y otra parte, volvió las espaldas y enseñó sus traseras partes a Don Quijote, y con gran flema y remanso se volvió a echar en la jaula.
DON QUIJOTE. - Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible.
 
MÚSICA
 
IDEAS JUSTAS SOBRE EL BUEN GOBIERNO CONSEJOS DE DON QUIJOTE A SANCHO
 
NARRADORA. - Sí, de pronto la fe en sí mismo se afirmó. Había algo que había sucedido tal como debiera suceder. A pesar de nuevos fracasos, a través de las burlas, también a Sancho le llega su prueba de ilusión, la ínsula. Y ahora Don Quijote será el caballero sabedor de leyes, con ideas justas sobre el buen gobierno.
DON QUIJOTE. - Primeramente, ¡oh hijo!, has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada. Lo segundo has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte...
Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje y no te desprecies de decir que vienes de labradores; porque viendo que no te corres, ninguno se pondrá a correrte; y préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio... Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre...
También, Sancho, no has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que sueles.
SANCHO. - Eso Dios lo puede remediar, porque sé más refranes que un libro, y vienénseme tantos juntos a la boca cuando hablo, que riñen por salir unos con otros; pero la lengua va arrojando los primeros que encuentra, aunque no vengan a pelo. Mas yo tendré cuenta de aquí adelante de decir los que convengan a la gravedad de mí cargo; que en casa llena, presto se guisa la cena; y quien destaja, no baraja; y a buen salvo está el que repica; y el dar y el tener seso ha menester.
DON QUIJOTE. - ¡Oh maldito seas, Sancho! ¡Sesenta mil satanases te lleven a ti y a tus refranes! Yo te aseguro que estos refranes te han de llevar un día a la horca; por ellos te han de quitar el gobierno tus vasallos...
SANCHO. -Señor, si por ser gobernador me ha de llevar el diablo, más quiero ir Sancho al cielo que gobernador al infierno.
DON QUIJOTE. - Por Dios, Sancho, que por sólo estas últimas razones que has dicho, juzgo que mereces ser gobernador de mil ínsulas: buen natural tienes, sin el cual no hay ciencia que valga.
 
 MÚSICA
 
EL DESENGAÑO DE SANCHO
 
NARRADORA. - Pero al buen Sancho también le llegará el desengaño... Y ante él reaccionará con estoica dignidad, con la sobria aceptación de que tampoco a él le podrá romper nada su eje diamantino, su propio ser afirmado en el desengaño.
 
RÁFAGA MUSICAL
 
VOCES. - ¡Victoria! ¡Victoria!
VOZ. - ¡Los enemigos van de vencida!
OTRA VOZ. - ¡Ea, señor gobernador, levántese vuesa merced, y venga a gozar del vencimiento y a repartir los despojos que se han tomado a los enemigos por el valor de ese invencible brazo!
 SANCHO. - Levántenme. . . El enemigo que yo hubiere vencido quiero que me le claven en la frente. Yo no quiero repartir despojos de enemigos, sino pedir y suplicar a algún amigo, si es que le tengo, que me dé un trago de vino, que me seco, y me enjugue este sudor... ¿Qué hora es?
VOZ. - Señor; está amaneciendo.
SANCHO. - Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad... Vuesas mercedes se queden con Dios v digan al Duque, mi señor, que desnudo nací, desnudo me hallo: no pierdo ni gano; quiero decir que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de como suelen salir los gobernadores de otras ínsulas...
 
 RÁFAGA MUSICAL
  
MUERTE DE ALONSO QUIJANO, EL BUENO
 
NARRADORA. - Los desengaños han ido dejando caer lo velos de la verdad. Ya para nada le sirve al caballero fingir si propio personaje. Ya está solo, ya acepta la dura lección de se él mismo.
 
RÁFAGA MUSICAL
 
CERVANTES. - Como las cosas humanas no sean eternas, yendo siempre en declinación de sus principios hasta llegar a su último fin, especialmente las vidas de los hombres, y como la de Don Quijote no tuviese privilegio del cielo para deterner el curso de la suya, llegó su fin y acabamiento cuando él menos lo pensaba.
 
RÁFAGA MUSICAL
 
DON QUIJOTE. - ¡Bendito sea el poderoso Dios que tanto bien me ha hecho! Sus misericordias no tienen límite, ni las abrevian ni impiden los pecados de los hombres.
SOBRINA. -¿Qué es lo que vuesa merced dice, señor? ¿Tenemos algo de nuevo? ¿Qué misericordias son éstas o qué pecados de los hombres?
DON QUIJOTE. - Las misericordias, sobrina, son las que en este instante ha usado Dios conmigo. Yo tengo ya juicio libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia... Yo me siento, sobrina, a punto de muerte. Querría hacerla de tal modo que diese a entender que no había sido mi vida tan mala, que dejase renombre de loco; que puesto que lo he sido, no querría confirmar esta verdad en mi muerte. Llámame a mis buenos amigos el Cura, al bachiller Sansón Carrasco y a maese Nicolás, el barbero, que quiero confesarme y hacer testamento...
 
RÁFAGA MUSICAL
 
SANCHO. - ¡Ay! No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más... Mire, no sea perezoso, sino levántese de esa cama y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado; quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora Dulcinea desencantada...
 DON QUIJOTE. - Señores, ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño. Yo fui loco, ya soy cuerdo: fui Don Quijote de la Mancha y soy ahora Alonso Quijano, el Bueno.
 SANCHO. - Señor, señor...
 NARRADORA. - Y ahora los que estamos solos somos nosotros. Sí, todos los que nos reíamos tanto. Ahora ya todo ha pasado, estamos tranquilos. ¿Quién predicará el amor, el humanismo de las armas, la paz entre los hombres, el amor a Dulcinea? Sí, estamos solos... Y sin embargo, ¿no sentís dentro de vosotros cómo Don Quijote está ahí? ¿Le entendimos? No sabemos. Pero la vida, que es ensueño y fracaso, aparece con más fuerza, con más realidad. Sí, Don Quijote nos acompaña ya. Y esta es la mejor victoria del caballero de la Triste Figura...
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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