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Cartas de una sombra
 
 
 
 
 
 
 
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02 de Febrero de 2021
La muerte del romántico
José antonio Córdoba.-Quizás sea carencia de cariño, de un abrazo, de un beso a tiempo; de una palmadita a la espalda; de una sonrisa de satisfacción, por algo bien hecho, porque te vean llegar. Pero que sea sincero, que de hipocresía está el patio tan a rebosar, como el jardín de la foto, con las malas hierbas.
Quizás sea por lo anterior que siempre se había fijado y planteado ser romántico. Pero con el paso de los años su decepción es cada vez más grande. Porque al final y, aún a sabiendas de que el verdadero romanticismo o ese que se ha etiquetado como tal no es más que, un inmenso océano en la noche más oscura y tempestuosa que podamos llegar a imaginar quien jamás ha navegado por los grandes océanos.
 
Románticos, caballeros, adalid de causas nobles, van siendo en la vida más que meros engaños de leer libros de literatura como le ocurría al  hidalgo de La Mancha. Un pobre muerto de hambre que soñaba la Gloria, las riquezas, a una bella dama, calzar lustrosa armadura a lomos de un gran corcel.
Los románticos vamos muriendo conforme ganamos en conocimiento, en edad y prejuicios.
 
Los románticos, son meros indigentes de una sociedad hipócrita. Pero aun así luchan contra el mundo, sin un gran corcel, sin más Gloria que esperando su muerte;  su armadura jamás relució al sol, jamás fue de joyas o acero pulido. La armadura del romántico apenas son jirones de lo que una vez fue esperanza por vivir, pero eso no quita de que luchen como el más aguerrido caballero, porque al caballero, como al monje, no le hace mejor y más valiente la vestimenta.
Quizás los románticos de hoy, no sean más que el resultado de  residuos de una juventud, de una infancia, de una inmadurez -que en mi caso-  a la que se niegan a renunciar por muchos años que vayan cumpliendo.
 
Cada día quiero, morir, romántico. Morir a cada minuto y lo hago. Pero todo sea por no hacerme un adulto maduro, por convertirme en una mera aplicación de un móvil que se llama sociedad.
En algún lugar, habrá una o un romántica/o librando con una armadura hecha jirones de esperanza, pero con su espada en alto, su lanza clavada en el suelo, soportada con su pie, esperando la siguiente carga de estos enemigos, ese ejército de una sociedad hipócrita.
Quizás hoy, esta carta que lees solo sea la carta de una o un  romántica/o que yace inerte en el lodo de lo que una vez creyó que era…
 
 
 
 

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