Cuando el hombre es un lobo para el hombre

                                                                     Antonio Romero Glez.-Hace ya algunos días en los que los GEO liberaron a nuestro conciudadano Rafael Ávila. Ahora, con la frialdad del paso del tiempo, y con la información que los medios de comunicación van mostrándonos, nos vamos dando cuenta de la magnitud del sufrimiento que ha tenido que soportar este sanluqueño.
Parece que las noticias de esta índole nunca van a tocar tan cerca, pero como hemos visto, en cualquier momento puede tocar en nuestra ciudad y a gente más cercana de lo que piensas.

Este caso es especialmente doloroso, un hombre casado, con tres hijos, uno de ellos muy pequeño. Persona que de todos es conocido que está bien situada, pero como buen hombre de negocios, suele tener más inversiones que dinero líquido.

Además, lo escabroso del caso comienza cuando se sabe que uno de los detenidos mantenía relaciones comerciales con el secuestrado, es más, tuvo la sangre fría de ir a interesarse por los movimientos que estaba realizando la familia.Hace unos días, pudimos ver el momento de la liberación del empresario, y si nunca pensábamos que un secuestro pudiese darse en Sanlúcar, menos aún podríamos pensar que un sanluqueño pudiese estar en esas condiciones.

La escena en la que el propio liberador le abraza entre los sollozos de Rafael, y en la que se puede entrever o escuchar levemente como el propio policía, también se emociona. En estos momentos piensas que “tó el mundo es güeno”, pero  con la frialdad de la distancia vemos las barbaridades que el hombre es capaz de hacer solo por dinero.

El daño que han hecho los secuestradores al rehén será más emocional que físico, está claro, y por desgracia lo veremos con el tiempo. Esperemos equivocarnos. También es duro ver y oír rumores maliciosos, que lo único que podían hacer era mermar la moral de una familia totalmente hundida.

Lo mejor, el apoyo de los ciudadanos de a pie, de los empleados de sus empresas, del comportamiento de sus amigos, y de la clase política, en la que por un día confiaremos que no han actuado de manera partidista.Esperemos que el hombre no vuelva a darle la razón a Thomas Hobbes con la frase que popularizó en el siglo XVIII perteneciente a Plauto, “homo homini lupus”.