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27 de Octubre de 2009

Imagen activaNuevo mercado de Sanlúcar, patrimonio vivo

Desde la más remota antigüedad, los mercados son lugares de intercambio y sociabilidad. Su importancia no radica en la construcción que los alberga, sino en las relaciones entre compradores y vendedores. Nuestra historia está llena de ejemplos elocuentes y en Sanlúcar tal ha sido el caso. El espacio que hoy ocupa el mercado ha experimentado numerosos avatares hasta convertirse en lo que hoy conocemos: un edificio de escaso valor arquitectónico, que ha ido creciendo sin planificación y a costa  de su inmediato entorno monumental.

Sus sucesivas reformas no han hecho más que pervertir un diseño original, funcional para su época, pero que se ha ido sobrecargando al extremo en detrimento de los accesos y de la propia circulación interna. Asimismo, esos añadidos han ido restando importancia a los dos edificios emblemáticos de la ciudad: Covachas y Palacio Ducal. A pesar de ello, el mercado de Sanlúcar juega un papel primordial para entender la dinámica de la localidad: el flujo de compradores y mercancías sigue marcando el tono de la vida cotidiana en el centro histórico.

No obstante, el deterioro tanto del edificio como de las instalaciones ponen hoy en peligro al propio mercado. Resulta insostenible mantenerlo por más tiempo en su situación actual. Efectivamente, el edificio no es lo más importante para definir al mercado, pero su estado puede acabar con él. Ante todo ello, parece indiscutible la necesidad de una intervención profunda. Nadie puede cuestionarlo. ¿Qué hacer para asegurar el intercambio y la sociabilidad inherentes a todo mercado vivo?

Sólo caben dos posibilidades: cambiarlo de lugar o reformularlo sobre el mismo espacio. El cambio de lugar supondría un completo atentado patrimonial ya que el mercado en sí dejaría de dinamizar el centro histórico y por tanto éste se vería resentido en su significación para la localidad. Su reformulación debería salvaguardar fundamentalmente el sentido del mercado: intercambio y sociabilidad. En el siglo XXI habría que remediar los males de los que adolece el actual edificio: funcionalidad, salubridad e integración con el patrimonio circundante. Todo ello significa articular necesidades e intereses distintos y a veces contrapuestos.

El mercado debe contribuir a ensalzar los edificios limítrofes y devolverles el espacio que tuvieron para su lucimiento y disfrute. Además, debe mantener intacto su potencial comercial y adaptarse a las condiciones de salubridad e higiene exigidas por ley. No menos importante, tiene que garantizar la comodidad de los ciudadanos con accesos y formas de tránsito adecuadas. Y por último, el mercado, que siempre es referente singular para cualquier ciudad, debe responder estéticamente a su tiempo. Todo ello garantiza su continuidad como hito en la trama patrimonial del centro histórico y como lugar de intercambio y sociabilidad. No hay mayor protección del patrimonio que cumplir con todos estos preceptos.

El conservadurismo patrimonial que guiado por palabras hueras no quiere ver que el mejor patrimonio es el patrimonio vivo, hace flaco favor para la conservación del mismo. Un mercado que se “mantenga” a costa de sacrificar su carácter vital -flujo de intercambio y sociabilidad adaptado a los tiempos- no es más que candidato a edificio mortecino.

El proyecto de reforma del mercado de Sanlúcar persigue cabalmente la salvaguarda patrimonial, ya que su objetivo no es secuestrar al centro histórico con un edificio mediocre y que desmerece su entorno monumental, sino asegurar la continuidad de una actividad tradicional que esta sufriendo una competencia feroz y regenerar con ello el corazón de la ciudad. Así el nuevo edificio será ante todo diáfano como son tradicionalmente los grandes mercados europeos, en oposición a la opacidad de los centros comerciales.

Centrarnos en la conservación del actual mercado -un edificio sin valor en sí mismo- es perder la perspectiva del mercado como hecho social y de la protección del centro histórico sanluqueño en su conjunto. Para nosotros, protección significa asegurar la vitalidad comercial del mercado y lo que ello comporta a nivel cultural. El mercado esta llamado a ser el alma de la ciudad como lo fue desde siglos, esa es la apuesta patrimonial del nuevo proyecto: el patrimonio como realidad viva.

Pedro A. Cantero Martín , Esteban Ruiz Ballesteros. Profesores de Antropología Social Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla

 
 
 
 

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