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Cartas de una sombra
 
 
 
 
 
 
 
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30 de Octubre de 2014
Omnes oceanus III
José Antonio Códoba.-Del aparato desciende un grupo de 11 hombres -uniforme azul marino, con la salvedad de portar la hombrera izquierda de rojo un intenso, ese rojo que tanto nos recuerda a la sangre, pero sin ningún otro tipo de identificación que mostrara su nacionalidad- acompañados por oficiales rusos. El grupo de hombres es dirigido a la sala de reuniones del buque. Después de cuatro horas platicando, tres de los hombres recién llegados salen acompañados por dos oficiales rusos y se desplazan por la cubierta del crucero, se dirigen a estribor, cuando se acercan al costado del buque, pueden contemplar la majestuosa silueta de un Thypoon semi sumergido, entre el costado del navío y el muelle.
El grupo de hombres recorren la cubierta del crucero de proa a popa, observando el submarino. A la indicación de un oficial ruso los hombres se introducen en una jaula metálica, suspendida de una grúa, cuando todos han accedido a este improvisado ascensor la jaula es alzada y en pocos segundos depositada sobre la cubierta del Thypoon.

 Los recién embarcados recorren la cubierta del submarino, que se encuentra inmerso en labores de mantenimiento. Si ya de por sí las dimensiones de sumergible son impresionantes no lo son menos con las compuertas de cubiertas abiertas de par en par. El grupo de visitantes acceden al interior del buque por la torre de mando. Ya en su interior y tras visitar los distintos compartimentos, comprobando según especificaciones remitidas a los rusos, que estos habían desmantelado el arsenal. El Jefe de mantenimiento les indicó que el submarino estaría preparado para hacerse a la mar en seis horas. La comitiva volvió a la cubierta del Typhoon y tal como había accedido a él, se marcharon.

En la sala de reuniones del crucero ruso, se terminaba de ultimar la venta del submarino, cuando los observadores regresaron a la sala y confirmaron el estado del buque, se cerró la operación financiera.

Hasta la hora de hacerse a la mar los compradores del Typhoon fueron adiestrados en las características del sumergible. Compartieron mesa en el comedor con el resto de la marinería del crucero, a excepción de uno de ellos que acompañó al capitán en su mesa.

El momento había llegado, los hombres uniformados de azul accedieron al submarino y ayudados por marineros rusos realizaron las labores de desatraque y acompañamiento hasta la bocana del puerto. Aquí la marinería subió a un bote y se dirigieron al crucero ruso, que les seguía a corta distancia. La compra del sumergible incluía una operación de apoyo y encubierta del submarino, hasta una bases secreta. Para ello una vez el Typhon se sumergió esperó a que el crucero navegara y se puso bajo su casco. El rumbo del crucero era ordinario en su misión de guardia de las aguas del Báltico, lo único no corriente

 
 
 
 

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