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Expolio e incompetencia
 
 
 
 
 
 
 
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07 de Septiembre de 2015
El expolio del baluarte de San Salvador de Sanlúcar de Barrameda
Antonio Cabrera Salamanca.-Sanlúcar de Barrameda. Al final de Bajo de Guía, sobre las dunas de la playa de Bonanza, en la desembocadura del río Guadalquivir, semienterrado en la arena aún se alza el castillo o fuerte de San Salvador, también denominado baluarte de San Salvador de Bonanza. De piedra de sillería, planta cuadrangular y abaluartado, fue construido en 1627 por orden de Felipe IV como parte de la línea de fortificaciones levantadas a lo largo de la costa atlántica para su defensa de los ataques de los piratas de la época, que asaltaban los galeones que subían hasta Sevilla aprovechando las dificultades de navegación de la barra de Sanlúcar. Levantado durante la época del VIII Duque de Medina Sidonia, Manuel Guzmán el Bueno, el baluarte es obra del arquitecto Jusseppe Gómez de Mendoza, Maestro Mayor de las fortificaciones de Cádiz. En 1645 pasó, junto con Sanlúcar de Barrameda, a la Corona.

Por su privilegiada situación estratégica para la defensa de la entrada del Guadalquivir, las tropas napoleónicas lo ocuparon en 1810, junto al castillo del Espíritu Santo –la principal fortaleza costera de Sanlúcar, hoy tristemente desaparecido para vergüenza de todos–  fijando en aquél su centro de mando. En el siglo XIX tiene lugar su declive. Popularmente conocido como castillo de la Pantista por haberlo utilizado como residencia una delincuente así llamada -una prostituta portuguesa según otras versiones-, que lo ocupa por el resto de sus días. En 1985 es declarado BIC (Bien de Interés Cultural) en su categoría de monumento. Hasta aquí la historia.
 
Sin embargo lo que no han podido lograr el paso de los siglos, el abandono secular de las autoridades, la desidia insoportable de las diferentes administraciones competentes –Ayuntamiento de Sanlúcar, Junta de Andalucía y Gobierno central– o el estrago permanente de los vientos y las arenas del Guadalquivir lo está consiguiendo la mano del hombre. Como siempre. Según denunció la escritora sanluqueña Carmen Chamizo durante la presentación de su último libro, Donde se esconden las brujas –encuentro que tuvo lugar en el café El Paraíso por gentileza de su propietario, Antonio García Dorado, excelente anfitrión y  desinteresado patrocinador del arte y la cultura locales–, vecinos de Sanlúcar roban literalmente la piedra del baluarte de San Salvador.
 
La noticia es brutal. El expolio de las piedras centenarias del baluarte por desaprensivos vecinos sanluqueños. Auténticos delincuentes, sin paliativos. Piratas de nuevo cuño que arrasan la auténtica memoria histórica y esquilman de forma irreparable  el patrimonio de todos.  Sinvergüenzas de la peor ralea que, pico en mano, saquean las murallas para llevarse la piedra de sillería de sus muros como trofeos de caza para sus casas o adorno de sus jardines.
 
Con todo, lo peor es la inacción, la desidia cómplice de las autoridades competentes, empezando por Víctor Mora como primer edil de Sanlúcar de Barrameda. No sólo no cuidan esta fortaleza centenaria para evitar su progresivo deterioro; no la recuperan, la restauran y conservan como preciosa herencia para futuras generaciones de sanluqueños y españoles. Permiten que vecinos sin escrúpulos la expolien y saqueen sin hacer nada por evitarlo. Vergonzoso.   
 
 
 
 
 

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