"Lo que más rabia da es que alguien siga creyendo que esta señora ( Susana Díaz) o su partido son o tienen algo de izquierda."
Daniel Lebrato.-Susana Díaz anuncia que bajará el tramo autonómico del IRPF. Cuando el sueño recaudatorio de la izquierda ha sido siempre una fiscalidad progresiva, es decir, que pague más quien más tiene, bien porque lo gane generando empleo y riqueza (capital dinámico) o porque lo acumule por rentas y herencias recibidas (capital parásito). Se admite que una fiscalidad absoluta y fielmente progresiva es inviable. Los tipos de impuestos y de interés tendrían que ser los mismos en todas partes y que no haber paraísos fiscales, pues nada impide al capital migrar o deslocalizar hasta el país donde más le guiñe el beneficio. Pero, aun suponiendo una fiscalidad única y universal, quién querría meterse a empresario si de 100 que gane le quitan 50 en impuestos, para que quien esté en el paro reciba esos 50. La pregunta que se hace el empresario está respondida: me apunto al paro o al salario social y que le vayan dando a la empresa. De acuerdo, entonces, algún aliciente tiene que haber, a costa de la progresividad.
Es la cuerda de la que tira el bando partidario de bajar los impuestos, que alega que, a menos imposición, más estímulo a la inversión. Pero si las rentas salariales, los sueldos, van a la baja, como es el caso de Andalucía, o simplemente no hay rentas salariales de que hablar, porque el rentista o el capitalista lo que hará, pagando menos, será especular en Bolsa, por ejemplo, la cuenta está echada. Ocurre que la presidenta Díaz, apuntada al discurso de que estamos saliendo de la crisis, quiere que veamos en la bajada una prueba más de que en Andalucía sí se puede, de que las cuentas van bien, que no va a faltar para cubrir las prestaciones y, de paso, rebañarle votos al PP ante las urnas. En este país donde hicimos cuestión de los 1.000 euros y le dimos nombre, como fenómeno, de mileurismo, no sabíamos que cunden igual 900 o 700, que es de lo que la presidenta nos quiere convencer. La deriva de esta señora empezó hace un año cuando dijo que Izquierda Unida no estaba más que pendiente de Pablo Iglesias, con quien andaba a punto de firmar ella sabía qué pacto. El caso es que acusó a IU de deslealtad, de traicionar la coalición de Gobierno con el Psoe, y anticipó las elecciones un año, “no vaya a ser que a Podemos le dé más tiempo a organizarse”, debió pensar mientras miraba la ecografía: “voy a tener un hijo y un gobierno”. Al dato. Elecciones 2012. Andalucía eligió un Parlamento válido hasta el 25 de marzo de 2016, es decir que, de aquí hasta marzo, lo teníamos pagado. Es como quien tira un coche que está en buen uso por gusto de un cochecito nuevo. Las autonómicas de 2012 habían costado 25,6 millones, 10,6, directos a los partidos en concepto de subvención. Con ayuda de la ley electoral, que lo benefició 3,6 puntos, el Psoe de Andalucía cobró 4,5 millones por cuatro años, no por tres. El capricho, la decisión de Susana, le costó a la hacienda pública unos 7,5 millones de euros. No ha devuelto ninguno. Siguiente diapositiva. En las elecciones del 22 de marzo, Susana Díaz Pacheco obtuvo un 35,43 de voto, por debajo del 39,56 que sacó el Psoe en 2012 y, al final, para los mismos 47 escaños que tenía. De no ser por el diario El País y la presión del PP para que “gobierne la lista más votada”, los titulares de prensa hubieran dicho la verdad: que de haberse tratado de un referéndum a su persona (y en cierta manera lo fue), Susana Díaz lo habría perdido. La última de doña Susana es plegarse a su nuevo amor en el Parlamento, Ciudadanos, y anunciar una bajada de impuestos. Lo que más rabia da es que alguien siga creyendo que esta señora o su partido son o tienen algo de izquierda.
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