El cambio climático obliga a repensarlo todo
Sin darnos cuenta hemos pasado de discutir con los negacionistas a dar por inevitable la catástrofe y aspirar, en todo caso, a mitigarla. Y nadie parece querer pedir responsabilidades a quienes nos hicieron perder años decisivos con debates absurdos. La ciencia habla claro, y tan descarnadamente, que la mayoría no soporta el mensaje. No se trata de pérdidas económicas, de litorales inundados, de plagas tropicales o de desertización. No sólo. Esa es la manera en que los medios, ante la imposibilidad de tapar la evidencia, van colocando el discurso y preparando a la gente. Aquí lo que está en juego es la supervivencia de la especie humana.
En realidad el cambio climático es uno más de los graves síntomas que aquejan al medio que nos rodea y que necesitamos para la vida. También se podría hablar del hundimiento de la cantidad de peces en los océanos, de contaminación de agua y aire, de deforestación, del plástico que producimos en cantidades industriales y que la naturaleza no puede degradar, de pérdida de suelos fértiles y de un largo y desgraciado etcétera.
Los síntomas los vemos, se miden, se palpan. Lo que parece que cuesta un poco más es aceptar cuál es la causa y cuáles son las implicaciones que, en nuestro modo de vivir y pensar, tendrá la necesaria y urgente transición desde una economía basada en el crecimiento y alimentada por combustibles fósiles a otra manera de estar en el planeta que entienda y respete los límites naturales. Lo dicen los expertos, para salvar el clima hay que dejar bajo tierra gran parte del petróleo que aún queda en el subsuelo.
Esta es la barrera que cuesta superar. Nacidos y educados en la era del petróleo barato, tenemos asimilada una idea de progreso que nos hace ver sus efectos adversos como un mal necesario que conseguiremos revertir porque la tecnología sabrá sacarnos del atolladero. Los más conservadores se aferran al statu quo, sin comprender que hay momentos en que sólo un brusco volantazo te puede salvar del porrazo. Los que se dejan llamar progresistas, reniegan de cualquier tiempo anterior, sin notar que la desmesura hace mucho que sobrepasó lo prudente y razonable.
Y sin embargo, nuestra ceguera nos impide percibir que no es sólo la naturaleza lo que se destruye. Se deteriora también el ser humano, sus relaciones, la desigualdad no para de aumentar, la exclusión, países enteros se van hundiendo en la guerra y la desesperación. Y a pesar de esto mucha gente, la mayoría, sigue creyendo que vamos por el único camino posible. En los debates electorales todo gira en torno a recuperar el crecimiento y el consumo, como si hubiéramos pasado por un bache pasajero.
Como si más veneno sirviera para curar. Como si más cavar nos fuese a sacar del hoyo.
Daniel Martín
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