Como se barren los caramelos después del paso de la Cabalgata, a ver si barren también la basura que dejan en la vida civil las religiones.
Daniel Lebrato.-La putada es la injerencia de la religión en nuestras vidas. Hasta en los juguetes y en los regalos que hacemos y pagamos de nuestro bolsillo. Quien paga manda y tiene derecho a hacer la representación que le dé la gana, belenística o carnavalesca. Todo es que ni un euro público vaya a financiar puestas en escena privadas, y la religión ‑sépanlo bien‑ es privada. Dicho lo cual, los reyes, en tanto personajes públicos, están sujetos a toda burla, escarnio o reinterpretación según quien pague y quiera hacerla:
....yo, usted, el ateneo, el ayuntamiento, la delegación de fiestas o la asociación vecinal, siempre que gastos / ingresos corran por cuenta de las personas interesadas, y quede claro que no es prioridad ciudadana. Separada la Iglesia del Estado y separados los dineros públicos de los privados, ¿cuál sería el problema? Sus Majestades no son monopolio de nadie y allá quien las encarne con actores masculinos, femeninos, travestidos, travestones, performánticos, robóticos, carnales, virtuales o digitales. Salvo que vayamos por la vida de Pontífices laicos: no es nuestro asunto. Si no metieran la religión en nuestras vidas, no nos meteríamos nosotros con las religiones ni con esa que dice que son tres y que llamarse Melchor, Gaspar y Baltasar. Porque lo diga el Papa, vamos. Se puede creer en un Libro, pero la vida no está escrita. Como se barren los caramelos después del paso de la Cabalgata, a ver si barren también la basura que dejan en la vida civil las religiones.
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