NO ES FRUTO DEL LLAMADO SÍNDROME DEL PALACIO MUNICIPAL
Fernando Cabral.-Es cierto que está alejado de la calle y, sin duda, alejado de la gestión, y que la afabilidad que algunos le reconocen en las distancias cortas, no puede evitar ni la indolencia, la insensibilidad ante los problemas sociales, ni mucho menos la chulería y su tono faltón.
También es cierto que su reconocido poco don de gente, le hace ser alcalde de unos pocos (estómagos agradecidos), que para nada le ayudan a su falta de iniciativa y salir de su "impace" por la situación económica y social de la ciudad que le hace poco capacitado para afrontar los problemas reales.
Su escaso espíritu reivindicativo (temblor de piernas) le hace tener poca influencia y no ser escuchado en otras instancias de su partido, así como, en aquellas administraciones gobernadas por sus correligionarios, teniendo que recurrir a la mentira y al engaño como únicos recursos para justificar su escasa capacidad de búsqueda de inversiones para la ciudad.
Todo ello hace que, aún teniendo toda la legitimidad para ello, sean cada más los ciudadanos que no le conceden autoridad moral, ya que sus 90 mil euros que obtiene gracias a la política es un coste muy caro para tan poco resultado en una ciudad con la tasa de desempleo e índices de pobreza mayores del país.
Pero no puedo estar de acuerdo que esta falta de aptitud, sea fruto de lo que algunos llaman "síndrome del palacio municipal". No, el alcalde venía con estas carencias en su "mochila personal" y el pasado pleno municipal de enero dio buena muestra de ello. Como en tantas otras ocasiones, venía sin propuesta alguna, tan solo a verlas venir; hizo uso de su insolencia; no supo responder a las preguntas que se le plantearon sobre el IBI e hizo gala de su indolencia e insensibilidad ante los problemas reales con respecto a las intervenciones de dos ciudadanas.
