La pasada edición de la Feria de la Manzanilla 2017 ha constatado que nuestra otrora afamada feria agoniza ya en la UCI. De poco servirá que el Ayuntamiento apruebe la eliminación del lunes de resaca para evitar el éxodo de los sanluqueños hacia destinos más cómodos, confortables y tranquilos. Las causas de la paulatina enfermedad que aqueja a nuestra feria son muchas y de difícil solución. Bajo mi modesto punto de vista, nuestra singular feria no volverá ya a ser como la de aquellos comienzos, ni tampoco recobrará los años fantásticos de la decada de los ochenta y noventa. Entre todos la estamos matando y ella sola morirá. A la hora de buscar responsabilidades tenemos que dirigir el foco hacia nuestros políticos, sin distinción de color de partido. Los sanluqueños en general también hemos colaborado con nuestro pequeño granito de arena a veces, y otras con nuestra pedazo de roca, a que la Feria de la Manzanilla fuera languideciendo mientras nosotros nos mirábamos el ombligo.
Ese mantra tan usado por los políticos que con sus constantes topicazos ha ido impregnando a la opinión pública, que durante muchos años era incapaz de levantar la voz para reclamar un nuevo proyecto de recinto. Muy pocos hemos sido los que nos atrevimos en su momento, finales de los años ochenta, a mentar la bicha, es decir, a romper el tabú que suponía quitar de una vez por todas la feria de la Calzada. Por aquellos años, manifestar en los medios de comunicación que la Calzada no era ya el mejor lugar para celebrar la Feria, suponía que te trataran como un loco, cuando no como un absoluto hereje. ¡Cómo íbamos a cambiar el paseo de la Calzada con la playa, el mar y el coto al fondo! Una verdadera locura plantear tan siquiera la remota posibilidad, era mucho el peso de años y años de topicazos con los cuales nos han ido bombardeando nuestras autoridades y también, muchos sanluqueños de “reconocido” prestigio, pregoneros, asociaciones de caseteros... Hemos tenido que oír a lo largo de todos estos años frases que se han convertido en verdaderas sentencias o dogmas de fe. Una de ella es esa tan trillada desde tiempo inmemorial que “nuestra feria era la hermana pequeña de la de Sevilla”. O esa otra que rezaba que nuestra feria era “la mejor de la provincia”; o la tan recurrente de “la única feria a la orilla del mar”, cuando, seamos honestos, la mayoría de las veces ni la playa se veía ni el mar se observaba, tapada por la horrenda caseta municipal, y a Dios gracia que no podíamos verla, porque el panorama no podía ser más desolador, y todos sabéis a que me refiero.
Sanluqueños, la Feria de la Manzanilla ha muerto, y tal como la conocíamos ya es historia. Tranquilos, no va a desaparecer porque a pesar de todo es un escaparate para presumir y fotografiarse nuestros políticos, y también porque al pueblo hay que seguir dándole poquito pan, pero mucho circo.
El análisis de los motivos por los cuales hemos llegado a esta situación se me antoja complejo y difícil, no obstente quiero apuntar a mi modo de ver lo mejor y lo peor de la presente edición.
LO MEJOR
En primer lugar, sin duda alguna, la belleza de la mujer sanluqueña que no duda en vestirse de gitana Una leve mejora en la instalación del alumbrado, sobre todo en el tramo final del Real de la Feria Los días de rebaja en el precio de los cacharritos para los niños
La elección de una joven sanluqueña artista del mundo del flamenco como pregonera
La contratación de artistas locales para las actuaciones en la caseta municipal y en el día de la inauguración, de alguna manera se apuesta por los sanluqueños que tanta falta hace
El cartel de la corrida de Toros, aunque este mérito hay que ponerlo en el haber de Carmelo García.
La alegría que siempre muestra el sanluqueño de bien a pesar de la que tenemos encima de paro, miseria y abandono
Los detalles decorativos de la Portada y Caseta Municipal anunciando la celebración de los 500 años de la primera vuelta al mundo
La reina de la fiesta: la Manzanilla, que al menos por unos días es la protagonista
LO PEOR
La chorrada pueblina y cateta de entrar a la pata coja por debajo de la portada, debería estar prohibido por decreto
La botellona en la avenida de la estación y la basura que se deposita en la fuente
Las casetas sin adornar y aquellas en las que las sevillanas brillan por su ausencia
La venta de lotes en bares situados en el mismo Real de la Feria
Los zarcillos o pendientes de las calles laterales del Real
Los servicios sanitarios tercermundistas y la oleada de meao por calles adyacentes al recinto Ferial
Los precios elevados de los módulos de las casetas, que por cierto ¿desde cuándo no reciben una manita de pintura?
Los toldos que también necesitan un limpiado como Dios manda
Muchas casetas que se montan con paneles, maderas o enseres que parecen recuperados de un vertedero, y que afean sobremanera la estética del Real
Los precios abusivos de bebidas y comidas en las casetas, sobre todo en tiempos de crisis
Las pamplinas, chorradas, carajotadas y gilipolleces que sueltan nuestros políticos delante de las cámaras de TV Costa Noroeste
El destrozo, la suciedad y el percor al que sometemos un año sí y otro tambien a nuestro paseo más “emblemático”, por la desidia, la inutilidad, inoperancia e incapacidad de nuestros políticos
La falta de un Paseo de Caballos como Dios manda y que no moleste a los demás
Los gorilas de algunas casetas que “controlan” el acceso a las mismas
El horrendo cartel anunciador de la presente edición
La nula difusión de la Feria en los medios televisivos que no sea la cadena local
De seguro alguna se me queda en el tintero, o mejor dicho, perdida en las teclas del ordenador
El Justiciero**
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