Juan Clavero o la integridad
Regla Prieto.-Vivimos, por desgracia, en un mundo al revés -como dirían los griegos clásicos-, un mundo en el que los responsables de que la vida de los ciudadanos mejore, en vez de mirar por el bien común, miran hacia otro lado y se llenan los bolsillos con el dinero robado al pueblo, y consiguen con sus decisiones que los ciudadanos de a pie vivamos en un infierno, acosados por las deudas y por las mil y una artimañas con las que este sistema corrupto y vil nos acorrala. Un mundo donde el robo está legitimado, donde la corrupción campa a su gusto por doquier y donde el más venerado y respetado es el que más grita, el que más roba, el que tiene más dinero y no el que tiene la razón. En este mundo absurdo en el que vivimos, ser íntegro, honrado, buena persona y luchador no sólo es una desgracia para uno mismo, sino un problema para ese mismo sistema que se nutre de la basura y nos hunde en la miseria.
Hace ya casi treinta años que conocí a Juan Clavero. Éramos más jóvenes entonces que ahora, y ya en aquellos tiempos me sorprendió su madurez, su fuerza, su entereza para abordar los problemas, su capacidad de diálogo, incluso con los adversarios menos dialogantes, y admiré su convicción y su integridad. Juan Clavero no es un político, no es el jefe de multinacional, no es el director de un banco, no es ni siquiera el presidente de la comunidad de vecinos de su bloque. Es sólo un hombre que lucha con toda su energía y convicción desde hace muchos años para que este mundo sea más habitable, esté más limpio, sea mejor, para que haya y prevalezca ese respeto reverencial que nuestros antepasados tuvieron por la naturaleza y por el lugar en el que a cada uno le ha tocado vivir. Juan lucha todos los días contra la injusticia y su único objetivo es impedir que destrocemos esta tierra que hemos heredado y que podamos disfrutarla no sólo nosotros, sino nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos. Es ecologista (¡Ay...!). Y esta lucha -tan legítima y admirable por lo que de bien común contiene- que Juan ha llevado junto con otras maravillosas y excelentes personas, desde hace años, le ha granjeado muchos problemas. Juan incomoda a aquellos a los que las palabras ecologismo, empatía, solidaridad y bien común no les dicen nada. Ha sufrido múltiples amenazas, coacciones, falsas denuncias que por supuesto nunca han prosperado, y un sinfín de conflictos que han hecho vivir un infierno no sólo a Juan sino a su familia, aunque hayan sabido sortear estos ataques con la fuerza que sólo da el buen hacer y la conciencia tranquila.
Este artículo no está escrito para los que conocen a Juan Clavero. Los que lo conocemos no tenemos ninguna duda sobre su persona. Esta escrito para todos aquellos que no lo conocen. Ya sabrán que hace unos días, Juan Clavero fue detenido, tras participar con un grupo de activistas de la zona de la Sierra de Grazalema en una marcha en reivindicación de los caminos públicos, organizada por la Plataforma Ciudadana en Defensa de los Caminos públicos y las vías pecuarias de la Sierra de Cadiz En estas marchas suele haber incidentes con propietarios colindantes a los citados caminos que en muchas ocasiones han tratado de boicotearlas. Como ocurrió en esta última, realizada el sábado 26, donde también hubo incidentes e intercambio de pareceres con propietarios y sus guardas; pero se concluyó en la mañana y los activistas se dispersaron a sus domicilios. Juan Clavero se dirigió a su vehículo que había quedado aparcado en el inicio de la marcha. Fue entonces cuando, al volver hacia su casa, fue interceptado por la Guardia Civil que, sorprendentemente, encontró algo de hachís y cocaína debajo de un asiento del vehículo. La Guardia Civil detuvo a Juan Clavero, lo llevo al cuartelillo de El Bosque, donde pasó la noche, y al día siguiente prestó declaración ante el Juez de Guardia de Ubrique.
Lo que la prensa no ha recogido es que, tras la marcha y justo antes de que la Guardia Civil detuviera su coche, Juan le hizo el favor a un chico de los que había participado en la marcha reivindicativa y lo llevo hasta una venta, donde el joven dijo que lo esperaban para recogerlo. Tan misteriosamente como ese chico se bajó del coche, desapareciendo del mapa literalmente, pues nadie lo conoce ni él ha dado señales de vida, del mismo modo, minutos después, aparecieron de pronto, como por generación espontánea unas bolsitas con droga en el coche de Clavero. Si esto no fuera tan grave, sería el argumento manido de una película de serie B de las malas.
Juan Clavero nunca ha tomado drogas, ni mucho menos ha traficado con ellas. Y jamás llevaría en su coche con su conocimiento ninguna de esas sustancias. Y ¿por qué lo sé con tanta seguridad? Porque lo conozco. Sí, lo conozco y desde estas líneas defiendo su completa inocencia. Y lo haré delante de la Guardia Civil y delante de los jueces si es necesario. Entonces, ¿por qué se han encontrado esas sustancias en su coche? Ahí es dónde yo le pido a la justicia que haga su trabajo. Evidentemente, la presunción de inocencia a la hora de tratar este tema ha brillado por su ausencia. Es muy fácil saber si una persona es consumidora o ha manipulado droga con una simple prueba que no se hizo en su momento, a pesar de que le propio Clavero la pidió, y cuyo resultado podría haber evitado que Juan pasara una noche detenido. Yo que sí creo en la justicia y pienso que los malos no se deben salir con la suya, confío en que esta pesadilla propia de la aduana de un país tercermundista en la que se ha visto involucrado Juan Clavero, esta burda trampa urdida para, una vez más, intentar manchar su impecable trayectoria, se aclare y ponga a cada uno en su sitio y salga a la luz la verdad. Juan es inocente. INOCENTE. Mientras, solo me queda mostrar mi disgusto por todo esto y enviar todo mi apoyo a este hombre íntegro que es Juan Clavero.