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Cartas de una sombra
 
 
 
 
 
 
 
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25 de Marzo de 2018
Requiem…
…por esa mano que meció la pluma sobre una cuartilla desgastada, de tonalidades amarillentas como las últimas horas de sol en un día primaveral.
Entre mis manos aquella cuartilla desgastada que antes fuera de otro, un papel doblado minuciosamente hasta quedar reducido al tamaño ideal para esconderse sutilmente en la palma de la mano. Sus filos roídos, esquinas consumidas por el desgaste. ¿Quién abriría aquel mísero tesoro?, qué desdichado e infeliz destino había tenido al caer en mis manos.
Ya al recibirlo, me dijo su portador, “tenlo en honra y titúlalo tú” Una apetecible plática, que nada dejó entrever el posible contenido de aquel manuscrito que ahora, en esta mesa tabernera abría como si la vida me fuera en ello.

Por el estado del citado, tomé papel y pluma y copié su contenido. A los pocos renglones, mi escritura casi se fundía con la de aquel manuscrito, salvando la redondez de mis trazos frente al afilado y casi cortante estilo del autor de aquel roído escrito.
 
De lo leído, he extraído el título de este artículo. De su contenido, no sé, si sus últimas letras son, pero si las de alguien diestro en el ejercicio de las buenas letras. El abatimiento era respirable en cada letra, en cada espacio entre las mismas, en cada punto y coma. Algunas, que no pocas lágrimas sobre el texto haciéndolo a momentos ilegible.
No sabría si definirlo como una carta o como un cúmulo de reflexiones marcadas por la impotencia, no sé.
 
¿Se puede resumir una vida en un papel de tan reducidas dimensiones? Su autor lo hizo, quizás si le prendiera fuego ardería eternamente en las llamas del infierno, por cuánto dolor acumulado, soledad, impotencia, carencias de calor humano, a veces mientras leía esa cuartilla, como cuando leo a Bécquer –salvando las diferencias- me veo a mi mismo, ¡quizás!, ese dicho, ‘consuelo de muchos, mal de tontos’ o algo parecido.
 
Pero sea el último tramo de este escueto texto pero pródigo en sentimientos, el que llama la atención al leer como pidiendo ayuda la gente lo tomaba por trastornado. Sus pensamientos de muerte, algo que ofende el ego de conocidos. Nadie supo preguntarle y hacer el ejercicio de escuchar, y menos ayudar. Algo que lo supongo por el desdichado destino de su autor.
Ahora es uno de esas letras que tanto con su pluma grabó con pasión sobre cuartillas, a cientos. Hoy es uno de esos personajes a los que como mejor supo ‘diole’ vida. Quizás hoy pasee tranquilamente por algunos de aquellos paisajes que humilde describiera, y vete a saber, si alguna vez visitara en vida. Amante de la mar, quizás navegue por las aguas plácidas de la eternidad.
 
Solo me resta decir, que pretendió tornarse en pluma, como aquellas de ave con las que dejaba volar su imaginación, con las que mil historias escribió, y aunque lo intentó, el Destino no le permitió más que una sola ocasión de alzar el vuelo, no hubo segundas ocasiones y se le permitió más que ser una mancha olvidadiza en una calle, en un descampado cualquiera.
Finalizar diciendo, que en esta Semana de Pasión, la Vía Dolorosa se tiñe con letras carmesí y pluma de plata envejecida.

José Antonio Córdoba Fernández

Investigador-Columnista-Escritor

 
 
 
 

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