No hablemos más de Franco
Estamos, estoy, un poco hartos de oír en todos los medios hablar y hablar sobre los restos de un militar que se reveló contra un gobierno elegido en las urnas y que tuvo el apoyo de Hitler y Mussolini, por cierto reconocidos fascistas por todo el mundo incluso en España, para ganar su rebelión, golpe de estado, y que después de haber ganado, y durante 40 años, quiso hacer una limpieza ideológica de toda persona que pensara diferente y se hubiera atrevido a expresarse, o simplemente que alguno de “los suyos” denunciara que esto era así. Con tal grado de exterminio, o se escapaban, o se ocultaban o simplemente, como aquellos llamados “marranos” (judíos conversos) en periodo de la Reconquista, se convertían para guardar su propia vida y la de sus familias y callaban para siempre, lo cual es humanamente comprensible ante el horror que se presenciaba en el país llamado España.
40 años de silencios, de gritos y susurros; de carreras, mazmorras y fosas; de “cara al sol”, “montañas nevadas” y “aurigas inmortales”; de rezos y palios y de “¡viva Franco! ¡Cuánto tiempo para contar y recontar la historia, y ensalzar a “sus héroes” para imbuir de odio las mentes hacia “los rojos”! Daba igual de derechas o de izquierdas si defendían la República.
A mi edad, después de 1.975, cuantas veces escuché decir a mis mayores: ¡con Franco se vivía mejor!¡Con Franco esto no pasaba!¡Si Franco levantara la cabeza! Al igual que yo, supongo, el resto de mi generación y algunos, o muchos, se lo creyeron y hoy lo defienden y revuelven el tiempo en que todo el que piensa diferente, es mi enemigo.
Lo consiguieron. En este país se sigue sintiendo que el que piensa diferente es mi enemigo. Justo el pensamiento contrario al sentido intrínseco de la democracia. Lo que me lleva a pensar que aún no somos una democracia “madura” y la “transición ejemplar” fue producto del miedo a los sables, de forma que todo cambió para que nada cambiara.
Resultaría gracioso, si no fuera porque lo que me produce realmente son lágrimas, escuchar a las personas que defienden la memoria de alguien (en representación de todos los que ostentaban el poder establecido) que no dejaba títere con cabeza, si se atrevía a discrepar o criticarle, exigir respeto democrático a defender a quien impuso que todo el mundo debe pensar igual (que ellos, naturalmente). No sé si me expreso bien. ¡Los fascistas franquistas, defendiendo la democracia para ellos!¡¿Cuándo se ha visto eso?!
NOTA.- Perdonen, con el máximo respeto, los ofendidos por el término fascista franquista, pero tengo entendido que al que defiende al Real Madrid se le llama madridista, si es al Barcelona, barcelonista, si al Sevilla, sevillista, etc., y por tanto he deducido que al que defiende a un dictador fascista se le debe llamar fascista y si es a Franco, dictador fascista, franquista. Creo que lo admite la Real Academia de la Lengua Española, que no lo digo yo.
En fin, siguiendo mi diatriba, que estoy harto de oír hablar, y verlos en la tele, a toda una serie de personas que amparándose en leyes democráticas, que nunca quisieron, se muestran muy enojados y exigen respeto a la tumba de este personaje que ha sembrado el miedo hasta 43 años después de su muerte, pues ningún gobierno de la democracia, ni de izquierdas ni de derechas, se ha atrevido hasta ahora a mover el avispero ¡y hay que ver la de avispas que han salido! Esto demuestra, como decía El Gran Wyoming, que: “Franco murió, pero los franquistas, no”.
Así que no nos queda más remedio que, ante esta `plaga´ oculta, los auténticamente demócratas debemos sacar el “insecticida democrático”, legislar para que no se repita la historia, llamar a los enemigos de las democracias por su nombre: fascistas; y levantar la cabeza sin miedo para pedir cuentas a todos aquellos que asesinaron, se enriquecieron y despojaron a las familias de su dignidad y sus bienes porque ganaron una guerra ilegal, contra un pueblo que había decidido en las urnas un futuro, que se vio truncado por militares sin escrúpulos, apoyados por conocidos hombres de negocios de la época y que aún hoy siguen saqueando nuestro país e imponiendo condiciones. Si les parece exagerado indaguen sobre los antecesores de los altos ejecutivos de la banca, las constructoras y las eléctricas.
¡Estoy harto de oír hablar de Franco, a mis 58 años, casi 59! ¡Que lo saquen, lo entierren y no se vuelva a hablar más de fantasmas y de miedo!
Manuel Comesaña Romero