"Sé me caen las lágrimas, bueno hay que decir las cosas con propiedad, ahora se llaman ‘lágrimas de la Circunnavegación’, “iraaaaa”, lo mismo monto una franquicia, que ahora todo es emprender desaprendiendo".
Bueno, un año después de volver a Sanlúcar, y me ha sorprendido ver que nada cambia.
En diciembre de 2017 escribía las letras que siguen, hoy, son tan válidas como aquel entonces, siempre recordando que es mi opinión, mi visión, quizás algo desacertada, pero que la realidad es la que es.
¡Joder!, que se me saltan las lágrimas al caminar por sus calles. ¡Lo sé!, soy muy sensible, al final acabaré volviéndome sanluqueño, ya veréis.
Pues eso, no puedo describir con palabras estos cambios. Caminar por el paseo marítimo y ver ese pantalán donde atracada está la Nao Victoria, con esos paneles informativos ya corregidos y donde ahora bien dice: ‘los langostinos son de Madagascar’. Llegar a las piletas y ver como por fin se va concluyendo el complejo hotelero que formará parte de la oferta turística que promueve la Oficina de Turismo Municipal, para ampliar la llegada de turistas venidos de todos los puntos del planeta y, con los respectivos puestos de trabajo para los sanluqueños que eso conlleva.
Pasear por la calle ancha y ver a esos, sí, los de la sociedad civil dejando el ego “estacionao” en el parking de la Calzada “del Ejercito” ¡Viva la Legión!, hablando, trabajando y ejecutando proyectos de pueblo -¡joder!, esperar, esperar que me da la risa, hago un ( )-. Ya he vuelto, lo que decía, a punto he estado por sentarme con ellos, pero después pensé: ‘pisha, que tú aún no eres famosillo’ y continué caminando por la plaza del Cabildo escuchando en mi móvil no sé qué canción sobre la gesta de aquellos 18 marinos, casi me sentía como uno de ellos, sobre todo en eso del gaznate seco y ahí que tiré para buscar una copita de una manzanilla en rama.
¿Rama?, ramas, árboles que lindezas de calles, con alcorques y farolas engalanadas de bellas macetas de las que sus vecinos dan buena cuenta para sus propios balcones o terrazas. Ahora que caigo, llevo media hora caminando, mirando la pantalla del móvil y aún no me he chocado con una mesa o silla, carteleras varias, postes. Pero lo más, esas rampas en las aceras que para los que andamos cojo de cartera y ciegos de piernas nos hacen agradable el transitar por estas calles sanluqueñas.
Qué bonito poder ver las fachadas de la Biblioteca Municipal “toa” alicatadas, entre efemérides, menús, santos y alguna oferta de compraventa (alicatada) Es que, es pasar por al “lao” en estos días de sol y tener que ponerte las gafas y crema bronceadora para no broncearte excesivamente con el reflejo del sol en esos esmaltes vidriados, me recuerda la última vez que fui a Sierra Nevada. ¡Qué bonito!
Es una alegría volver a Sanlúcar y verla así de lim…, bueno…, así, como si solo hubiese ido al centro comercial de la arena. Sé me caen las lágrimas, bueno hay que decir las cosas con propiedad, ahora se llaman ‘lágrimas de la Circunnavegación’, “iraaaaa”, lo mismo monto una franquicia, que ahora todo es emprender desaprendiendo.
José Antonio Córdoba Fernández
Investigador-Columnista-Escritor