Por eso la lógica béica y fascista del ejército judío no es descabellada. Es simplemente genocida y fascista
Gallardoski.-Nosotros apenas podemos asumir grados tan extremos de sacrificio.
Nosotros que detectamos un bulto en nuestras rodillas y acudimos raudos a los doctores o chamanes en busca de alivio, vaticinio o diagnóstico.
El fanático , el desesperado joven palestino que se inmola a las puertas de un centro comercial en la víspera del descanso judío está proclamando a su enemigo la imposibilidad de la victoria y el quimérico tamaño de su rabia.
Aunque se trata de la vieja estrategia de la guerrilla política: Acción- Reacción elevada a unos límites de violencia paroxística; el suicidio, la desaparición física objetiva del culpable del crimen consigue el propósito que ha perseguido: Desmontar toda la estructura cívica, judicial y ética con la que el mundo occidental gobierna el planeta desde los tiempos de Hammurabi a nuestros días. El ojo por ojo se desmonta en el propio caos de vísceras y sangre con que el criminal ya se ha ajusticiado a sí mismo.
Buscaremos entonces a los inductores, a los hacedores intelectuales del crimen, a los simpatizantes.
No hay ojo que cegar. Ni diente que romper. ¿A qué venganza atenernos si, además estos crímenes no estamos dispuestos a entenderlos como catástrofe?
Anterior al denostado Código de Hammurabi tuvo nuestra especie como elemento de venganza “La maldición de la sangre”. Ese era el objetivo político del palestino inmolado.
Ese es el camino desde el que no hay negociación, reconciliación, paz posible. Por eso la lógica bélica y fascista del ejército judío no es descabellada. Es simplemente genocida y fascista. El asedio, el asesinato – así llamado- selectivo, la tortura, la humillación a la que se somete al pueblo palestino que tiene su parangón histórico en la invasión nazi del gueto de Varsovia, todo ello obedece al objetivo que rubricara con su carne explotada y esparcida a cachos por las aceras de Jerusalén el mártir desesperado y fanático.
El escupitajo, el desprecio es tan inmenso que apenas podemos concebirlo. De la misma manera que ninguno de los tripulantes que asistieron al horror del secuestro de su avión y el posterior abordaje a las torres gemelas el fatídico once de septiembre, podían concebir la inminencia de la muerte.
Unos tipos con un cutex amenazan y secuestran a decenas de personas. El hombre occidental no está preparado para asumir la muerte aunque diariamente mate y muera.
No se arroga heroicidades dispara al enemigo desde las alturas arriesgando menos vidas humanas los EEUU durante uno de sus castigos bélicos que en cualquier fin de semana loco por las carreteras de Oklahoma.
El hombre occidental ha desterrado esta idea, por ello aparta el pensamiento de la muerte en cuanto este se produce, por ello ha optado por una suerte de hedonismo cobardica y miserable para vivir sus días.
El hombre se hizo para durar un periodo, una medida de tiempo que rondaba los cuarenta o cincuenta años en el mejor de los casos, según los planes biológicos que Natura maneja.
El ser humano occidental ha doblado esa esperanza de vida. Ha domesticado la muerte y vive una dilatada madurez. Nosotros, muchos de nosotros –yo no, yo ni eso- también tenemos una religión, se supone que abrazaremos unas ideas más o menos nobles- yo apenas- que entendemos nuestro paso por la tierra desde una voluntad de trascendencia....(yo jajajá) pero ninguno, ni siquiera los más obcecados , los más intransigentes arriesgarán un céntimo de bienestar.
¿Cómo suponer , cómo percibir que alguien en aras de otra vida, de un más allá tan improbable que ninguno de nosotros es capaz de dar no ya la vida, sino un diezmo de nuestros bienes, de nuestros placeres, sea capaz de morir? . Por eso Babilonia tiembla. Tiembla y baraja en sus estertores de bestia malherida, la posibilidad del exterminio.
Si quiere contestar al autor del artículo, envie su réplica a:
Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla
|