Una visita de esperanza
José Luis González García .- La visita del Papa Benedicto XVI, no es una visita cualquiera de un Presidente de Gobierno. Es algo que sobrepasa los límites de la política para entrar de lleno en el corazón y en las legítimas creencias de millones de personas. Alguien con argumentos espúreos e interesados intentó crear la polémica del ¿ingente? coste económico de la visita. Y llega un personaje nada sospechoso en sus posicionamientos eclesiásticos como es el ministro portavoz José Blanco y nos dice al respecto: los beneficios económicos,
"no son un hecho de fe"sino que son "un hecho constatable". Y algún “laico de fin de semana”?tuvo que envainársela e ir pensando en otro tipo de argumentación viperina.
Pero amigos, la visita del Santo Padre, no es una simple visita política, es una visita pastoral en su más amplia extensión de la palabra. Nada ni nadie va a romper una trayectoria de fe que lleva vigente veinte siglos. ¿Cuántos regímenes políticos han permanecido en el tiempo una ínfima parte de la religión cristiana?.
¿Por qué la inquina y la no aceptación democrática de la profesión de fe de millones de jóvenes y no tan jóvenes?. ¿ Quién o quienes están obligados a participar en los eventos programados?. ¿Por qué hay gente supuestamente “indignada” que escupe visceralmente su odio, destrozando confesionarios en el Parque del Retiro?.¿Quien es dueño en este país del monopolio del espacio publico? . ¿Por qué se permitió una manifestación paralela “laica”, que se sabia positivamente que por la proximidad, iba a traer desordenes públicos y provocaciones como así ha sido?. ¿Quién alimenta y exarceba ese odio lacerante a todo lo que huela a cristianismo?.
La respuesta a todo nos la ha dado Benedicto XVI, cuando alguien le ha preguntado por el motivo de su visita a nuestro país, al encuentro con los jóvenes: “A escuchar la palabra de Dios” .Y terminó con esta hermosas frases ejemplo para los intolerantes y pacifistas de pacotilla: Que nadie os quite la paz” “No os avergoncéis del Señor”
La visita del Papa Ratzinger es una visita de amor frente al odio. Una visita de esperanza frente a la desaliento. Un mensaje de tolerancia ante la intransigencia. En definitiva un mensaje de ilusión ante los momentos especialmente difíciles que les toca vivir a nuestros jóvenes ante la falta de expectativas personales y laborales que algunos, con sus nefastas decisiones políticas y económicas ha llevado a este país.
Pero hay un hecho incuestionable, para desencanto de algunos. La fuerza de la Iglesia y del Papa traspasa fronteras y si alguien tiene alguna duda, que mire las distintas cadenas televisivas para observar la proyección de este acontecimiento verdaderamente mundial.
